Desde Paris

Las características de la elección presidencial cuya primera vuelta se celebra este domingo, con la participación de 12 candidatos, son tan peculiares como catastróficas. Agotamiento democrático, desplazamiento de las referencias morales e históricas, cloacas ideológicas, banalización de las ideas más fanáticas y excluyentes de la ultra derecha y ocaso de los dos partidos que se alternan en el poder desde el Siglo XX, socialistas y conservadores de herencia gaullista, el voto expone una sociedad que parece haber dejado en el tiempo el arraigo a sus valores fundamentales. El rasgo más espectacular es, una vez más, el peso que ha ganado la extrema derecha en estos  cinco años de mandato del presidente Emmanuel Macron. Ya no hay una lista de ultraderecha sino dos: la de Marine Le Pen y la de Eric Zemmour. La extrema derecha francesa consiguió promover sus obsesiones raciales en todos los medios e imponer así sus ideas en todos los debates políticos. 

Triunfador ideológico

Antes de la primera vuelta de este domingo y más allá de los resultados, el triunfador ideológico es el neofascismo francés. Por primera vez en la historia moderna, la candidata de la ultraderecha, Marine Le Pen, parece estar en condiciones de disputarle al presiente saliente su lugar en el trono. Nunca antes había estado tan cerca del poder. Si todo transcurre como lo anticipan los sondeos y Marine Le Pen pasa a la vuelta siguiente, la ultraderecha francesa disputará su tercera segunda vuelta: en 2002 fue el padre de Marine y fundador de la extrema derecha, Jean Marie Le Pen, quien la disputó junto al mandatario reelecto Jacques Chirac y, en 2017, la misma Marine Le Pen. Hoy la separan dos puntos de Emmanuel Macron.

Con el socialismo metido en una cajita de música miniatura (3 por ciento), la derecha de gobierno con porcentajes encogidos (8 por ciento) y casi toda la izquierda divorciada consigo misma, sólo queda una alternativa en la figura y el movimiento de izquierda radical liderado por Jean-Luc Mélenchon.

El voto útil

El líder de Francia Insumisa entró desde hace varias semanas en una dinámica ascendente que lo ubica en tercera posición, a unos 5 puntos de Marine Le Pen. Es, hoy, el único que podría privar a la extrema derecha del banquete servido desde hace mucho y a la sociedad ahorrarle un lastimoso debate donde los extranjeros serán el plato de relleno. Ante los ataques reiterados de sus rivales de la izquierda, en especial la socialista Anne Hidalgo (2 por ciento) y el ecologista Yannick Jadot (6 por ciento), Mélenchon interpeló a los electores para que optaran por un “voto útil”. 

Útil, aquí, quiere decir impedir que la ultraderecha reitere los episodios de 2002 y 2017 y volcar “por necesidad estratégica” el voto en las urnas de su movimiento popular. ¿Cómo convertir un voto que expresa una convicción política por otro que se apoya únicamente en su utilidad ? Allí respira el margen que podría dejar a Marine Le Pen sin segunda vuelta y restaurar, de paso, el cruce izquierda / derecha. 

Mélenchon arrastra una imagen controvertida que empaña su perfil y aleja a muchos electores de esa elección. El verticalismo con el que dirige su movimiento, la falta de democracia interna y las posiciones pasadas ante los espantosos crímenes cometidos en Sira por el presidente Bachar al-Assad y su respaldo anterior a Vladimir Putin son dos escollos que espantan a muchos electores de la izquierda.

Amélie Laurent confiesa a Página/12 que nunca había estado tan desorientada. Esta votante progresista se siente tentada por Mélenchon. "Mis candidatos de corazón fueron los socialistas, hoy es el ecologista Jadot, pero está también el voto necesario a favor de Mélenchon para frenar a Marine Le Pen. Dudo entre el voto programa ecologista y el voto estratégico a favor de Mélenchon”. 

Los votantes de la izquierda sienten que se les está “pidiendo demasiado, todo junto, en una contradictoria ola de exigencias”, comenta Bénédicte Dubois, una economista con larga tradición de izquierda. Y no le falta razón. Las interpelaciones son múltiples y en varias direcciones: ”hay que votar útil por Mélenchon para que Le Pen no pase, también hay que votar por la socialista Anne Hidalgo para salvar al socialismo de la ruina y, de paso, votar ecologista para darle fuerza a ese movimiento naciente. ¿ Por qué no se pusieron de acuerdo entre ellos antes de las elecciones en vez de haber pasado todos estos meses peleando e insultándose mientras la ultraderecha crecía cada semana ? Esto no hubiese pasado si hubieran pactado una candidatura única”. 

François, un profesor de literatura de 45 años, confiesa “con arrepentimiento adelantado” que va a votar por Macron: ”no queda otra. Mélenchon es insufrible y desactualizado, los socialistas no existen y las demás izquierdas son anecdóticas. Para colmo de males, todos los valores de la izquierda han desaparecido de los debates. La derecha y la extrema derecha nos gobiernan con sus valores tóxicos. Al menos, con Macron algo se puede esperar”.

Opciones de derecha

Las opciones no son mejores a la derecha. Los militantes de la derecha de gobierno más moderada de Los Republicanos no tienen demasiadas opciones: por la extrema derecha no van a votar, la candidata Valérie Pécresse los decepcionó con la inclusión en su programa de ideas y expresiones de la ultraderecha (“franceses de papel”, ”el gran reemplazo”). ”Esto es peor que caminar descalzo sobre espinas. Imaginarse qué opción nos queda: Macron, la ultraderecha o la abstención”, dice Michel, un médico de 63 años.

Curiosamente, son los dos partidos de gobierno quienes han despistado a sus electores. Los socialistas desaparecieron al final del mandato de François Hollande (2012-2017) y la derecha de tradición gaullista quedó destruida luego de la presidencia de Nicolas Sarkozy (2007-2012). 

Emmanuel Macron recuperó de ambos los tesoros perdidos y con ellos ganó en 2017, gobernó durante 5 años y mantuvo siempre su liderazgo electoral. Emmanuel Macron sobrevivió al movimiento de los chalecos amarillos que él mismo fomentó con sus medidas, superó las manifestaciones de finales de 2019 contra su reforma del sistema de jubilaciones y sobrevivió a la pandemia y a las medidas poco populares que, como tantos gobernantes en el mundo, debió tomar. Llegó a contar con más de 12 puntos de ventaja frente a Marine Le Pen. Sin embargo, surgió un contratiempo: presentó y explicó mal su programa y un escándalo de ultima hora le costó en pocos días 5 puntos. Se trata del caso McKinsey, una empresa consultora privada de Estados Unidos cuyos servicios fueron solicitados sin medida por el Ejecutivo y la presidencia por encima de los expertos del Estado. Las consultas costaron muchos millones de euros y McKinsey ni siquiera pagó sus impuestos correspondientes en Francia.

Candidatos de teflón

Macron / Le Pen subsistieron ante todas las contingencias y contradicciones. Marine Le Pen perduró luego de la derrota de 2017, le cambió el nombre al partido y algunas de sus orientaciones. El Frente Nacional pasó a llamarse Reagrupamiento Nacional mientras que la dirigente llevó a cabo otro blanqueo de la imagen. ”Dulzura”, ”Concordia”, ”Unión Nacional” son sus credos reactualizados. Detrás, sin embargo, sigue agazapado el mismo lobo autoritario y xenófobo. 

Su programa no parece haber sido leído por los electores. Las 47 páginas del proyecto consagradas a la inmigración son un reto Constitucional: allí, la discriminación y la xenofobia pasarían a ser un principio constitucional de Francia y una violación a los principios de la Declaración de los Derechos Humanos de 1789 de la que Francia siempre se enorgullece

A Marine Le Pen ni siquiera le afectó su proximidad con Vladimir Putin, ni tampoco la enorme contradicción de un movimiento político patriótico y ultra nacionalista, acérrimo oponente de la globalización, que financia sus campañas electorales con prestamos de bancos rusos (2014, 9 millones de euros) y otro préstamo por más de 10 millones de euros facilitado por un banco húngaro (Magyar Külkereskedelmi Bank) para la campaña electoral de 2022. Rusia fuera de la Unión Europea y la Hungría de Victor Orbán dentro de la Unión son, en el continente, los dos países que se oponen con más vigor al liberalismo parlamentario democrático que impera en Occidente. Todo vale, cualquier mentira es una verdad y nada importa.

Clima, ecología y poder adquisitivo son en la actualidad los temas de mayor preocupación para la sociedad. Ninguno de los tres temas figuró en los debates ni fue realmente objeto de propuestas concretas. ”Nos dieron la espalda y se ocuparon de sus historias, sus enredos, sus fascismos y sus querellas. Esta democracia me agotó. ”, dice, con encono, Pierre Desmonts, un comunista que ya no se reconoce más en los partidos. Queda flotando una sensación de irrealidad pre electoral. La elección está supeditada a un voto útil para que la opción liberalismo o fascismo no vuelva a reactivarse.

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