Hoy es el Día Internacional de la Inmunología y desde la Unión Internacional de las Sociedades Inmunológicas (IUIS) decidieron insistir con la importancia de las vacunas. “Es un método de prevención y siempre prevenir es mucho más beneficioso que curar. Cuando uno previene, evita la patología y gana en calidad de vida, entonces, el sistema sanitario se alivia, y se puede dedicar a otro tipo de problemáticas que tal vez no son evitables. Y además, somos zona endémica para un montón de enfermedades. Dejar de vacunarnos es ofrecer la oportunidad de que muchas enfermedades que ya están controladas, vuelvan a resurgir”, plantea Natalia Santucci, integrante de la Sociedad Argentina de Inmunología, Doctora en Ciencias Biológicas y biotecnóloga, investigadora del Conicet, que forma parte del Instituto de Inmunología Clínica y Experimental de Rosario (Idicer).

Las vacunas también son un igualador social. “En sociedades como las nuestras, tan asimétricas, vacunar y prevenir enfermedades para los sectores más empobrecidos es fundamental, porque les das calidad de vida, o sea, evitar que alguien se enferme es sacarle todo un problema, porque esa persona tiene que comer, tiene que trabajar para poder comer. Si está enferma, no lo puede hacer. Tiene que mandar a sus hijos a la escuela, no solo para que los eduquen, sino también para que los contengan y los cuiden mientras ellos salen a trabajar, si es que pueden mandar a sus hijos a la escuela. Entonces, evitarles una enfermedad siempre es alivianarles”, considera la científica.

Los discursos antivacunas son mucho más fuertes en Europa y Estados Unidos, donde casi el 30 por ciento de la población desistió –por ejemplo- de inocularse contra la covid-19, pero no así en Argentina, que supera el 90 por ciento de la población con al menos una dosis. Santucci los refuta. “Los argumentos que utilizan para desconfiar de la vacunación son muy endebles, pero esto ha prendido, tanto que hoy en día es un problema la falta de vacunación y han resurgido enfermedades que parecían erradicadas, como el sarampión. Eso te muestra que, evidentemente, entre la globalización que hace que todos nos movamos por todo el planeta, más aquellos lugares donde han dejado de estar cubiertos respecto a la posibilidad de enfermarse, podemos estar teniendo un problema acá, cuando en verdad la falta de conciencia de vacunación es en otro lugar del mundo”, describe Santucci, confiada en la posibilidad de “recuperar esa confianza en las vacunas”.

La científica subrayó que la mayoría de las investigaciones sobre vacunas están financiadas por el estado, ”son producción pública de conocimiento”. “Lo cierto es que la mayoría de las investigaciones son producidas con fondos estatales y muchos de esos desarrollos con los que nos beneficiamos hoy son producidos por los estados. Entonces, eso hace que todo el sistema de producción de conocimiento sea un sistema bastante limpio. No existe la especulación sobre la posibilidad de la industria farmacéutica de generar la patología para vender el fármaco. Hay muchas cuestiones que estamos discutiendo, en cuanto a cómo nos alimentamos, cómo vivimos. Es cierto que nuestras formas de vida, nuestros hábitos, a veces nos enferman y después eso da ganancias al laboratorio. Pero en relación a las vacunas esto no funciona así. Es el razonamiento inverso, la vacuna es una herramienta que me sirve mucho más al público, al Estado, que al laboratorio privado. Porque, al poder prevenir la enfermedad, hay un montón de recursos que se gastarían en el tratamiento de una enfermedad prevenible que se pueden volcar a otro lugar y termina de alguna manera ahorrando, o capitalizando ese dinero para mejorar el sistema de salud”.

Para Santucci, es importante destacar que –al menos en la Argentina- el discurso antivacunas “viene de los sectores sociales de élite”, es reproducido y amplificado por los medios de comunicación –y las redes sociales- “pero lo terminan consumiendo las clases más bajas, que son las que más necesitan la vacuna. Porque, en definitivam si alguien que vive en Nordelta no se vacuna y se queda encerrada en su casa con todo garantizado y resuelto, es su problema. Pero si la chica que viene a mi casa tiene miedo de tomarse un colectivo porque tiene miedo a contagiarse, contagiar a su hija y a su marido y a que todos se mueran. Es muy diferente el escenario en el que a ella se le plantea el miedo a la vacunación”.

 

La investigadora subraya que se trata de un discurso “muy jodido”. “Estás responsabilizando a una persona que no puede hacer otra cosa más que salir a trabajar para garantizar el peso diario de su propia enfermedad y en realidad es el más excluido de todo el sistema. Entonces, por lo menos la vacuna le ofrece un alivio de decir, me vacuno y por lo menos no me contagio y eso es un alivio”.