Luis Pescetti tiene una extensa trayectoria trabajando para los más chicos. Desde sus clases de música en jardines y primarias, pasando por editar decenas de discos y libros hasta llenar teatros de miles de butacas con sus shows a lo largo de todo el continente, logró construir un vínculo especial con su público y, claro, las preguntas que más le hacen los padres es cómo logra que lo sigan en sus propuestas o como hace para entenderlos. Algo de eso intenta contar en Cómo era ser pequeño explicado a los grandes (Siglo XXI Editores), donde Pescetti comparte su “método”. “El libro nació respondiendo muchas veces a esas preguntas”, confiesa el autor a Página/12. “Yo decía que traten de acordarse de cuando eran chicos, y no funcionaba. Entonces en una charla para docentes dije que se imaginen que nos convertimos en inmigrantes en no sé qué país. La situación de que tu día a día esté en manos de otro, que tu saber no es un saber operativo, que el flujo de tus acciones esté interrumpido. Ahí se comprendía de inmediato”, detalla el creador de Natacha.

Cómo era ser pequeño… está compuesto por pensamientos, experiencias, poemas y textos a través de los cuales Pescetti cuenta los ejercicios que realiza para intentar ponerse en el lugar de los chicos y mirar el mundo con sus ojos. “Hice mucho hincapié en lo que a mí me pasó en el oficio”, dice. “Cuando hacés descripción de los tortazos y los aciertos se puede desprender un recorrido. Y como todo recorrido, tiene su mapa y sus crónicas de viaje, que se pueden usar como referencia”, apuesta. Reflexivo, elije cuidadosamente las palabras para responder a las preguntas, y busca las comparaciones que permitan pensar las situaciones desde un punto de vista distinto. En esos ejercicios, diferentes metáforas surgieron para hablar de la infancia, entre las cuales, destaca el escritor, una “muy iluminadora de los niños como inmigrantes en el tiempo. Llegan a un presente en el que los adultos somos los lugareños del presente, y ellos son recién llegados. Con una particularidad: pasa el tiempo y estos recién llegados se convierten en los titulares”.

-¿Qué implica esa metáfora para pensar a las infancias?

-Todo se resume en que ahora vos estás en el cuarto principal y tu hijo en el cuarto de los chicos. Pero dentro de unos años, él va a ser el que tendrá el título de propiedad de la casa, va a estar en el cuarto principal y vos en el de los abuelos. ¿Cómo educarías a tus hijos teniendo en cuenta esa realidad? El libro tiene el foco sobre la infancia (que es sobre la que tengo más experiencia), pero también la vejez, los inmigrantes o los desplazados, y los que están en los márgenes de alguna cultura. Que tienen experiencias muy parecidas: todos nuestros chicos en Latinoamérica, sean de zonas urbanas, rurales o marginales, crecen como extranjeros de las historias que consumen. Nacen con una narrativa que se produce en otro lado y nacen extranjeros ante esa narrativa, no solo en el idioma sino también en el paisaje. Que no sería malo si no fuera la única o predominante, pero muchas veces lo es.

-¿Comprender esa situación es una manera de que los chicos se sientan cómodos con los adultos?

-Más que para que se sientan cómodos es para no enchastrar la foto. A todos nos pasa, y en los chicos mucho más que van haciendo su descubrimiento de sí mismos. Es un rompecabezas en el que se arman ellos mismos a medida que interactúan. Y algunas interacciones te pueden ayudar a encontrarte a vos mismo. Como cuando alguien estudia guión, si te encontrás con un buen profesor o profesora te van a ayudar a encontrar tu guión, y si es alguno malo va a pretender que escribas lo que él hubiera escrito. O sea, el guión de otro. Entonces, enchastrar la foto es terminar escribiendo el guión de otro, viviendo la vida de otro. La intención del libro es para ayudar al otro a que se encuentre a sí mismo.

-¿Por qué creés que hay que recurrir a metáforas para hablar de la infancia, por la que todos pasamos pero no podemos hablar de ella de manera directa?

-Porque hay algo que es contraintuitivo, que nos cuesta. Aunque lo sepamos desde hace muchos años, es contraintuitivo imaginar que la Tierra da vuelta alrededor del sol porque lo que vemos parece lo contrario. Todavía nos cuesta asimilar que este yo, esta persona que somos, se desplaza en el tiempo, que fuimos niños y vamos a ser viejos. Como si te dijera que la cabeza no está conceptualmente preparada para ese continuo. Ves fotos de hace diez años y decís “no lo puedo creer”, o fotos de tu padre con 80 años y no lo ves como una instancia por la que vayas a pasar. Hasta que se arrima y lo empezás a asimilar. Parece que solo existiera el presente, o vivimos como si solo existiera el presente. Y ese presente fluye. Parece de un libro de autoayuda barato, pero es así.

Pescetti publicó más de treinta libros y trece discos, por los que ganó un Grammy Latino, decenas de espectáculos por los que recibió el premio Konex, el Gardel y Casa de las Américas, entre otros. Desde su San Jorge natal recorrió escenarios de toda América y algunos en Europa, participó en programas de televisión condujo de radio en México y Argentina, y su personaje Natacha fue llevado al cine, entre otras cosas. La presentación de este libro en México fue junto a Néstor García Canclini y Juan Villoro, y tuvo una primera vuelta en nuestro país con Melina Furman, este viernes lo presentará en la Feria del Libro a las 18.30 (stand 835 del Pabellón Verde) y firmará ejemplares y luego lo hará, con fecha a confirmar, junto a Leila Guerriero por streaming. “Para tener la combinación de la charla íntima llegando a mucha gente”, promete el músico, que además subirá a los escenarios para tocar en Salta con Juan Quintero y en Buenos Aires con el Negro Aguirre, “que son para adultos. Y un show enorme en México para niños en el Auditorio Nacional en octubre”, se entusiasma.

-En el libro decís que “si proponemos a los niños un mundo ideal, lo que haremos será dejarlos huérfanos frente al real”. Venimos arrastrando la pandemia, ahora hay una guerra. ¿Se les puede hablar a los chicos de cualquier cosa?

-Depende de cuáles son las cosas que han vivido o que estén viviendo. ¿Se les puede hablar de la guerra? Lo ideal sería no hablarles de guerras, pero sería apagar los noticieros. ¿Se les puede hablar de un avión chocando a un edificio? Lo ideal sería que no, pero cuando fue lo de las Torres Gemelas yo estaba en México y los noticieros no paraban de repetir imágenes. Los chicos estaban angustiados porque creían que volvía a pasar. Uno tiene la tarea de ordenar la realidad que avanza sobre los chicos, pero no como un jarabe intrusivo. Las bajadas de línea son detectables. Por más que tengas la mejor intención, que creas que hay que equilibrar el sistema porque los medios masivos están yendo en una dirección y vos creés que tenés que ir en otra para compensar, eso enchastra la foto. Uno tiene que ser muy cuidadoso, muy sensible, muy receptivo para ver qué es lo que está recibiendo el chico y ordenar eso con historias bien contadas.