La Ley de Identidad de Género (LIG) cumple 10 años desde su sanción. Se trata de una ley de avanzada que respeta la identidad autopercibida sin exigir cirugías, peritajes o intervenciones judiciales y psicológicas. Es una de las pocas leyes construida sobre el paradigma de la despatologización y descriminalización de la identidad trans. Es sin duda una ley de la cual todxs lxs argentinxs podemos sentirnos orgullosxs. Pero arribar a la LIG significó una lucha muy extensa en el tiempo que no siempre es tenida en cuenta por los abordajes teóricos e históricos. 

La narrativa oficial se restringe a relatar la gesta heroica del Frente por la Identidad de Género integrado por Asociación en Lucha por la Identidad Travesti Trans, Movimiento Antidiscriminación de Liberación, Futuro Transgenérico, CHA, Antroposex, Putos Peronistas y activistas independientes como Mauro Cabral y Blas Raadi. Este espacio confrontó con la Federación Argentina LGBT cuyo proyecto estipulaba formas de control y registro de los cambios que no acordaban con la lucha por la despatologización. Pero más allá de estas disputas concretas que se dieron entre las organizaciones y dentro de las cámaras legislativas, existieron varios eventos significativos previos a la ley que fueron construyendo una sensibilidad jurídica y social sobre la cuestión trans. Sin ser la génesis explícita de la LIG, existieron entre 1960 y 1990 una serie de activismos transexuales que permearon en los discursos y prácticas estatales.

María Vega y la persecución de sus cirujanos

En 1966 la prensa argentina se conmocionó cuando María Vega acudió a la justicia solicitando se le rectifiquen los documentos consignando su identidad femenina. Tras la revisión de diez médicos forenses que corroboraron que a la peticionante se le habían intervenido los genitales, el juez Bunge Campos instruyó la investigación criminal contra los médicos Clemente Rodríguez Jáuregui, Alejandro Pavlosky, Ricardo San Martín y Francisco Defazio acusados de haber castrado a sus pacientes. La investigación mostró que otras personas transexuales e intersex habían sido intervenidas por el equipo médico, aunque no todas habían acudido a la justicia para solicitar las rectificaciones de sus documentos. El caso implicó el encarcelamiento de los médicos que en 1969 serían sobreseídos por considerarse que la justicia no debía injerir en las decisiones de la medicina tomadas con criterio clínico.

Las repercusiones del Caso Defazio calaron tan profundo en la percepción social sobre el tema que los médicos se negaban a operar a las personas transexuales, en parte porque tras la polémica se había modificado la ley de ejercicio de la medicina pero también atemorizados por el descrédito profesional que habían padecido sus osados colegas. No fue hasta principios de la década de los 80s que un nuevo caso judicial llamó la atención sobre la cuestión. Se trataba de la solicitud de una trasexual operada en Chile que solicitaba ser reconocida legalmente como mujer. Su caso circuló por diversos fueros judiciales hasta que en 1992 la Corte Suprema de Justicia de la Nación se expidió en un fallo dividido en contra de la solicitud realizada por la transexual. El único fallo en disidencia expresado por el doctor Mario Calatayud insistió en la necesidad de avanzar sobre la cuestión debido a la situación de extrema vulneración de los derechos civiles sufridos por las personas transexuales. Este fallo en disidencia y el sobreseimiento de Defazio significarán la piedra angular de una transformación de la doctrina jurídica civil en esta materia. Durante los años posteriores diversos textos, fallos comentados y actas de congresos sobre derecho civil atestiguan los debates de juristas sobre la cuestión de la identidad transexual.

Mariela Muñoz y la lucha por el derecho a la maternidad

A mediados de los 90s el caso Mariela Muñoz atrajo la atención de todos los medios. La policía de Quilmes investigaba de cerca a Mariela alertada por una denuncia que la sindicaba como secuestradora de menores. Tras su detención el escándalo se hace sentir en la comunidad ya que muchos vecinos daban fe de que Mariela era una buena madre para los niños que tenía bajo su cuidado. 

Su liberación es casi una evocación del 17 de octubre pero trans: la detenida es liberada ante una multitud de vecinos que la celebran y ante las cámaras de la TV Mariela llora. En 1996 Mariela se convertirá en la primera persona trans en obtener la rectificación de sus documentos y posteriormente Juana Luffi también será reconocida legalmente y tendrá acceso a una cirugía para “corregir” su pseudohermafroditismo.

Karina Urbina, una pionera en marcha

Mientras la batalla de Mariela ocurría frente a las cámaras, otras activistas transexuales acudían al poder legislativo en busca de una ley que reconozca sus identidades. Karina Urbina se reunió con diversos diputados -entre ellos, Chiche Duhalde- solicitando una ley. El Frente por la Democracia Avanzada en coalición con Gays por los Derechos Civiles llevó entre sus lemas de campaña el de una ley que reconozca la identidad trans. Yanina Moreno presentó junto al diputado Gustavo Green un proyecto de ley para el reconocimiento de la identidad transexual. Todas estas iniciativas quedaron a mitad de camino, pero fueron sentando precedente de una realidad en transformación a la que los poderes del estado debían atender.

Estos proyectos claramente respondieron a un paradigma distinto, signado por la patologización e inspirado en las leyes vigentes en países europeos donde el acceso estaba mediado por la clínica y la justicia. Sin embargo representaban también una puerta de acceso a la ciudadanía y es absurdo negar que su visibilidad y tesón fueron horadando el surco sobre el cual luego se volverían interpretables las demandas de activistas como Lohana Berkins, Marlene Wayar y Diana Sacayan. Aunque las trayectorias históricas de transexuales y travestis han estado distantes por mucho tiempo, una meticulosa revisión de la historia del movimiento, desvestida de las agendas políticas inmediatas, permite ver cómo nuestras luchas y conquistas son una madeja enredada que reclama su genealogía.