La gran virtud de la serie Iosi, el espía arrepentido, es el relato vibrante, que no da respiro. Es una película de James Bond desde el primer capítulo hasta el octavo y final. El defecto de Iosi, el espía arrepentido, es el relato vibrante, que no da respiro y se parece tanto a una película de James Bond, con tiros y sexo incluidos, que se pierde la noción de que la base es una historia verdadera, relatada en un magnífico libro de investigación de Miriam Lewin y Horacio Lutzky. 

Es verdad que José Pérez fue un efectivo de Inteligencia de la Policía Federal que se infiltró en la comunidad judía durante 15 años, desde 1985 en adelante. Es verdad que llegó a cargos importantes dentro de la Organización Sionista Argentina (OSA). Es verdad que le pasó a sus jefes de la Federal listados de dirigentes comunitarios. Y también es verdad que les filtró los planos de los dos edificios atacados en sendos atentados, el de Embajada de Israel y el de la AMIA.

La sinagoga radical

Además de apasionante, la serie Iosi --se ve por Amazon Prime-- tiene magníficas pinturas de la realidad. El centro de la historia es que un espía es enviado por la Federal a infiltrarse en la comunidad judía para que aporte datos de cómo ellos pensaban quedarse con la Patagonia para instalar allí La Nueva Jerusalem. Ahora está un poco pasado de moda, pero a principios de los años 80 era uno de los grandes ejes del antisemitismo, con una fórmula casi excluyente: la sinagoga radical de Raúl Alfonsín. 

Era una "difamación" que surgía del hecho de que el primer presidente de la democracia designó a varios funcionarios judíos y entonces militares y policías decían que trabajaba para que se concrete el Plan Andinia, ese antiguo panfleto antisemita que imaginaba un plan para quedarse con la Patagonia. En ese ambiente se formaba a los hombres de uniforme. Por supuesto, esas ideas se habían hecho fuertes en las instituciones armadas durante la dictadura, pero lo mismo seguían instaladas en los primeros años de la democracia.

A eso se agregaba otro relato machista siniestro, típico de la época. La madre de Iosi contrajo un segundo matrimonio con un médico judío: “ya se quedaron con tu mamá, no dejes que los judíos se queden con tu patria”, le dicen los instructores poiciales en la serie.

El relato creado eficazmente por el director Daniel Burman y el escritor Sebastián Borensztein, pone en escena a un banquero judío que trafica armas de Fabricaciones Militares en sociedad con Kadar -una recreación de Monzer Al Kassar, mezclado con Ibrahim al Ibrahim, traficante el primero y titular de la Aduanas el segundo, ambos vinculados con Menem-. Algo que le plantea a Iosi una cuestión de lógica: “¿cómo es que estos judíos mandan armas a otro lado si el objetivo de ellos es tomar la Patagonia? ¿No deberían estar juntando armas, más bien? ¿No es más lógico que compren armas?” La jefa del espía, Claudia, (uno se enamora de Natalia Oreiro aunque haga de mala) le recomienda que no piense tanto.

Las preguntas reales que plantea la serie

La serie también plantea los interrogantes reales sobre los atentados, en especial el de la Embajada de Israel.

  • Iosi entregó el plano del edificio y justo no estaba la custodia de la Federal, además de que se desvió un patrullero que iba a la delegación diplomática. ¿Hay una pista ahí? ¿hubo complicidad policial? ¿o simplemente se trató de la ineficiencia tradicional en la que ningún uniformado de custodia está en su puesto, jamás?
  • Con la asunción del gobierno de Menem, con Al Kassar e Ibrahim al Ibrahim en la Casa Rosada, ¿se disparó un conflicto por el tráfico de armas y eso puso en marcha el atentado?
  • La decisión de Menem de enviar naves al Golfo Pérsico para atacar a Irak ¿motivó la respuesta terrorista?
  • Otra alternativa es todavía más clara en el libro de Lewin-Lutzky: Menem había prometido tecnología nuclear a Irán y misilística a Siria. Incumplió, ¿el atentado fue la represalia?

Todo está abierto en la serie y en la realidad.

El increíble papel de la Policía Federal

En la vorágine magnífica de Iosi, condimentada con escenas de acción y sexo ficcionales, se pierde la gravedad de que una fuerza policial tuvo a un efectivo infiltrado en la comunidad judía durante 15 años. ¡15 años! Y eso es solo la punta del iceberg, porque obviamente estaban infiltrados también en partidos y sindicatos, siempre en base a la ideología más reaccionaria, lindante con el fascismo. Esa Policía Federal era ¡la que le hacía la cédula y el pasaporte a los ciudadanos! O sea, todo habitante de la Argentina tenía un expediente en la Federal, con los datos completos, aunque no hubiera cometido nunca un delito. Esa facultad insólita recién se le quitó a la policía en 2011, en el gobierno de Cristina Kirchner. 

En los tiempos de Iosi, la Federal disputaba con la SIDE el dominio de los boliches y la prostitución en Buenos Aires, con la célebre filmación del fallecido juez Norberto Oyarbide en Espartacus como parte de la guerra. La contracara fueron las causas judiciales contra el agente de la SIDE Raúl Martins, dueño de tres de los prostíbulos más conocidos (e ilegales) de la ciudad.  

El objetivo era captar imágenes con las que después se tenía en un puño a jueces, fiscales, periodistas, empresarios. Había plumas, como le decían a los agentes de inteligencia de la Federal, en los juzgados -por ejemplo Claudio Lifschitz en el de Juan José Galeano, que investigaba el atentado contra la AMIA- y en las bandas de secuestradores, como quedó claro cuando el comisario Jorge El Fino Palacios -el preferido de Mauricio Macri- se comunicó con un allegado a la banda que secuestró y mató a Axel Blumberg. Palacios le iba a comprar una camioneta a Jorge Sagorsky, el que reducía lo que la banda del Oso Peralta robaba. Toda la maquinaria siniestra pasa un poco desapercibida porque uno le toma cierto cariño a Iosi, como antes a Bond, James Bond.

La difícil relación entre ficción y realidad

También la serie trae a la actualidad, con excesiva suavidad, el tráfico de armas, con cabecera directa en la Casa Rosada, la increíble historia de Ibrahim al Ibrahim, director de Aduanas de Menem que no hablaba castellano, la explosión de Fabricaciones Militares en Río Tercero supuestamente para tapar el faltante de material bélico y proyectiles y un "negocio" que derivó después en ventas a Croacia y Ecuador. Muchísimos años después, el riojano terminó sobreseido por algo equivalente a la prescripción dado "el paso del tiempo razonable para una condena". Comodoro Py siempre fue así. 

Puestos en la balanza los pros y las contras de la serie, Iosi sale ganando con claridad. Esencialmente porque -aunque un poco light- visibiliza lo que fue esa época y lo que fueron los infiltrados de la Federal. Pero sobre todo porque los capítulos son apasionantes (tiene unas idas y vueltas en el tiempo que marean un poco), con una producción descomunal que incluye hermosas imágenes en el desierto, buenas actuaciones y un ritmo que no tiene nada que envidiarle a las mejores series. Ah, y deja muchas puntas abiertas, lo que permite esperar ansiosamente una segunda temporada.