Jorge Drexler   9 puntos

Músicos/as: Jorge Drexler (voz y guitarra), Borja Barrueta (batería y coros), Javier Calequi (guitarra y coros), Meritxell Neddermann (teclado y coros), Alana Sinkëy (coros y percusión menor), Miryam Latrece (coros y percusión menor), Carles Campón (bajo, programaciones y coros)

Lugar: teatro Gran Rex

Fecha: Viernes 6 de mayo. Repite el 13, 14 y 15.

Público: 3.200 espectadores por función.

Duración: 120 minutos.

Teloneros: Adrián Berra (viernes), Zenón Pereyra (sábado), Franco Masciarelli (domingo).

Una energía contenida después de tiempos turbulentos y extraños. El comienzo de la gira de presentación del cancionista Jorge Drexler en el Gran Rex se vivió con una mezcla de euforia y sosiego. Después de tres años de no visitar el país –pandemia mediante-, el músico uruguayo vino a mostrar las canciones de su reciente disco, Tinta y tiempo (2022), que está centrado en el amor como concepto y que actualiza su búsqueda sonora. La complicidad entre Drexler y el público argentino es tan fuerte que agotó las localidades de seis conciertos en el mítico teatro de la calle Corrientes. De hecho, el espectáculo que trajo al país solo se había visto una vez en Girona, España.

El vértigo de los comienzos, entonces, estuvo presente este fin de semana en el Rex. Y si de inicios se trata, Drexler eligió abrir el show con “El plan maestro”, una canción orquestal que justamente teoriza sobre los orígenes del amor, a partir de la cooperación de dos organismos unicelulares que decidieron compartir su ADN y le dieron comienzo a la reproducción sexual en la era del Mesoproterozoico. “La naturaleza a partir ahí explota en vida, en variantes, en colorido”, le dijo Drexler a este diario. Ese cruce entre ciencia, poesía y música que al uruguayo tanto lo apasiona, desde “Todo se transforma” (Eco, 2004) hasta “Movimiento” (Salvavidas de hielo, 2017), dos canciones que también formaron parte de la lista.

Bajo una puesta escénica minimalista y austera –un fondo blanco que cambiaba de colores según el carisma de cada canción-, el uruguayo radicado en España eligió en este show apoyarse un poco más en su banda y soltar en varias ocasiones la guitarra (en “Corazón impar” y “Me haces bien”, por caso). Esto le permitió explorar su faceta de cantante, moverse con más soltura en el escenario –animarse a bailar, incluso, un terreno que le es ajeno- y repartir más la pelota entre sus músicos y músicas. De hecho, cada uno tuvo su momento de protagonismo. En “Asilo”, por ejemplo, Drexler hizo una dupla emotiva con la corista y cantante Miryam Latrece. Lo propio hizo la corista Alana Sinkëy, que le puso voz a varios versos de “Deseo”. Y en uno de los momentos más destacados de la noche, el guitarrista y director musical Javier Calequi llevó el pulso rítmico en “¡Oh, algoritmo!”, una canción que reflexiona sobre el libre albedrío y los algoritmos matemáticos que organizan el mundo digital.

"Aprovechemos este momento para reencontrarnos. Y ojalá el camino se vaya abriendo", dijo Drexler y pidió permiso para hacer una canción de los primeros años, “Era de amar”, de Vaivén (1996), que fusionó con unos versos de “Puente”, de Gustavo Cerati. “Usa el amor como un puente”, cantó varias veces, en sintonía con el leitmotiv de su disco nuevo. A modo de celebración de los treinta años de la salida de su primer disco, entregó también una versión del candombe “Aquellos tiempos”, de Frontera (1999), que apela a la memoria en torno a la dictadura militar uruguaya. “Le quiero dedicar esta canción a todo el personal sanitario. Un montón de personas que se sacrificaron para que estemos aquí”, dijo luego.

En ese plan de rescate, también, regaló un momento de intimidad con la guitarra e interpretó a pedido de alguien del público “730 días”, otro de sus clásicos. Después de la ternura de “Salvapantallas” y la profunda y zen “Tinta y tiempo”, Drexler se quedó solo en el escenario con la tecladista Meritxell Neddermann para hipnotizar al teatro con las nuevas “El día que estrenaste el mundo” (sobre una foto del nacimiento de su primer hijo) y “Duermevela”, una especie de canción de cuna dedicada a su madre Lucero Prada (fallecida en 2018).

Desde otro enfoque del concierto, también hubo lugar para el baile y la euforia rítmica, con aportes claves del baterista Borja Barrueta y el bajista Carles Campón. Con esa impronta, sonaron “Tocarte” -una canción que compuso junto a C Tangana, Víctor Martínez y su hijo Pablo Drexler en clave música urbana-, “Telefonía”, “Silencio”, “Cinturón blanco” y la tropical “Luna de Rasguí”. “Que este show sea un punto ciego de la pena”, deseó Drexler y propuso disfrutar ese momento compartido. Agradeció una y otra vez al público por haber llenado el teatro en tiempos de crisis económica y sanitaria. Por momentos, se lo vio emocionado y propicio varias veces la interacción con el público, como en “Corazón impar” y la percusión con los pies.

En “Amor al arte”, la última de la lista, invitó a sus músicos a cantar el estribillo de la canción, bien al frente del escenario. “¡Cobra lo que tengas que cobrar pero hazlo por amor al arte!”, cantaron a coro e invitaron a “no confundir precio valor” y hacer las cosas siempre “con el corazón adelante”, como el enseñó alguna vez su maestro Fernando Cabrera.