El sello discográfico De la Planta fue un proyecto coordinado por el ingeniero de sonido Carlos Píriz con el músico y empresario Coyo Abuchalja (guitarrista de la banda beat Los Delfines). Aunque el catálogo de De la Planta incluye música antigua, folclorismo, tango y cosas inclasificables, sus lanzamientos más recordados estuvieron vinculados a la movida beat o roquera que, justamente en los años de existencia del sello, alcanzó en Uruguay un auge de popularidad y creatividad. Ningún otro sello lanzó tantos discos esenciales de ese movimiento como De la Planta.

Musicasión 4 1⁄2, lanzado en julio de 1971, es más que nada una compilación de grabaciones preexistentes, realizadas entre 1966 y 1969. Durante ese período Píriz había sido técnico de Sondor, el principal estudio de grabación uruguayo entonces en funcionamiento. En Sondor, aparte de las realizaciones más cuidadas pensadas para proyectos discográficos, se solía grabar cotidianamente playbacks para las apariciones televisivas de distintos artistas. Esas grabaciones se hacían muy rápido, y estaban pensadas para cumplir con ese objetivo puntual en la emisión televisiva. Tanto para la emisora como para el estudio, era normal que se borraran las cintas para grabar otra cosa encima. Píriz pudo apreciar el valor de muchas de las cosas que estaba grabando y tuvo a bien guardarse varios originales.

Programa de la Musicasión 4

En 1971, ya con De la Planta funcionando de manera más o menos fluida, quedaba claro que algunas de esas grabaciones que Píriz había conservado habían ganado un altísimo valor histórico y no era descabellado suponer que habría un interés considerable en su aparición. Era seguro que ese disco constituiría, como mínimo, un documento importante.

La sensación de importancia histórica tenía que ver con que en 1971 explotaba el movimiento del candombe-beat. La revelación local de la música de Santana, a partir del estreno en Montevideo, en octubre de 1970, de la película Woodstock, contribuyó a legitimar y estimular un rock “latino” y con congas. Fue cuando surgió Totem, que debutó a inicios de 1971 y ya arrancó rompiendo todo, convirtiéndose en un fenómeno sin precedentes en la escena beat local. Pero Totem no fue sino la culminación de algo que se venía gestando de manera muy sólida y gradual desde hacía unos años, y su éxito estimuló el surgimiento de decenas de grupos más que incorporaron características del candombe-beat.

Cuando, en medio del fervor de la movida, la gente se preguntaba de dónde venía todo eso, no era raro que surgiera el nombre de una banda ya extinguida (a inicios de 1970), El Kinto, liderada por un músico muy admirado por otros músicos, llamado Eduardo Mateo, quien tenía fama de raro y no venía siendo fácil ver sus pocos toques en vivo. Rada, la estrella de Totem, también había integrado El Kinto en los primeros años de la banda. Había discusiones en la prensa especializada: que El Kinto había inventado todo, que era magnífico e insuperable; o que no, nada que ver, que tenía lo suyo, que fue el antecedente en algunos aspectos, pero no se comparaba con los mejores grupos de ahora. Pero era como discutir sobre religión, sin ningún elemento concreto, palpable, más allá de recuerdos de emociones, simpatías o el carisma de quien sostenía una opinión. No existía una sola grabación de El Kinto circulando comercialmente. Y nada indicaba que fuera a aparecer alguna vez, porque nunca había grabado un disco. Y de pronto, en julio, en Musicasión 4 1⁄2 aparecieron las grabaciones del grupo, de algunos de sus integrantes como solistas y de gente cercana.

Horacio Buscaglia

El auge de la carrera de El Kinto fueron las Musicasiones, una serie de espectáculos realizados en 1969 en que el grupo funcionó como anfitrión. Como tantos espectáculos de esos tiempos, las Musicasiones fueron espectáculos colectivos, con algo de happening, de espíritu libertario y anárquico, mezclando distintas vertientes musicales, y también elementos teatrales, poesía, efectos escénicos improvisados. Mateo los concibió junto a su gran amigo Horacio Buscaglia, poeta, actor, director teatral, músico aficionado. La primera Musicasión se hizo en junio de 1969 en el teatro El Galpón. Fue todo un evento, asistió bastante gente y reaccionó con entusiasmo. Justificó una Musicasión 2 (dos funciones en julio), Musicasión 3 (cuatro funciones en octubre) y Musicasión 4 (siete funciones en noviembre). Las Musicasiones 3 y 4 fueron especialmente elaboradas, incluyendo audiovisuales, cintas pregrabadas y efectos de luces.

Teniendo en cuenta que el público de la música beat en Uruguay no era muy masivo, Musicasión 4 1⁄2 parece haber vendido bien. No sobrevive documentación con cifras. Píriz estima ventas si- milares o más altas que las del primer disco de Totem (que él recuerda entre 2.500 y 3.000 ejemplares). El disco tuvo su impacto afectivo: afianzó un sentido histórico para la música que hacía furor en el presente de 1971.

En 1977 el sello Clave, que se había quedado con el catálogo de De la Planta, reeditó Musicasión 4 1⁄2, pero esta versión fue autocensurada. En plena dictadura (que en Uruguay empezó en 1973), no convenía estampar el nombre de Diane Denoir en la contratapa (ella estaba exiliada debido a su militancia de izquierda). Los tres mojos más politizados de Buscaglia (“Sueño de una noche de mermelada”, “Fábula moderna...” y “La palabra pan”) tuvieron que ser sustituidos por otros más inofensivos, grabados especialmente para la ocasión. Y también el texto de Horacio en la contratapa tuvo que ser reemplazado por otro.

Esta nueva edición refrescó el efecto de la primera, para una nueva tanda de oyentes. Por otro lado, frente al recuerdo desdibujado de la primera versión, puede haber reforzado una tendencia a estereotipar la movida alrededor de Mateo y Buscaglia como divagante, jipi, desprovista de contenido contestatario e inofensiva frente al sistema, acentuando su contraste con la música de resistencia política que, nucleada en el naciente movimiento de Canto Popular, ganaba fuerza en 1977. Esa lectura tendría consecuencias muy malas para la reputación de Mateo frente a la intelectualidad uruguaya, que implicó para él un prolongado período de relegamiento.

El disco doble de la reedición de Musicasión 4 1/2

El máster de la versión 1971 de Musicasión 4 1⁄2 no fue preservado cuando lo alteraron para hacer la versión 1977. La primera edición en CD (de 1998) reprodujo la versión 1977. La presente edición es una reconstitución, hecha con las mejores fuentes disponibles, en el mismísimo orden y con el mismísimo timing, de la versión original de ese disco clásico.

Cuando Píriz armó el disco, lo hizo emulando el espíritu de las Musicasiones. Como en ellas, El Kinto es el grupo anfitrión, abre ambos lados y cierra el disco entero, protagonizando siete de los doce surcos musicales. Casi todo ese material derivó de las grabaciones supuestamente desechables que Píriz había conservado. Las circunstancias no son las mismas de 1971, pero la aparición casi mágica de toda una tanda adicional de cintas grabadas por Píriz abrió la posibilidad de celebrar el cincuentenario de Musicasión 4 1⁄2 con algo más que la reedición, acompañándola con una réplica del procedimiento usado para urdir aquel disco clásico. Aquí se da a conocer, “casi todo entreverado”, un LP entero de grabaciones de la misma barra de músicos. La mayoría de ellas estaban inéditas. Para acoplarse a la tónica Musicasión, la selección está dominada por El Kinto.

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Esta columna forma parte de la Nota de Tapa de Radar, en la que Juana Molina cuenta la historia de la reedición de Musicasión 4 1/2.