La duda es fundamental para Luis García Montero, poeta y director del Instituto Cervantes que huye de los dogmas y de los “comisarios políticos” que le dicen a la gente “cómo tiene que vivir en el presente”. A García Montero, que se presentó en varias actividades en la 46° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, le preocupa el avance de la extrema derecha y los discursos de odio y advierte a los demócratas que no se puede separar la palabra libertad de la igualdad porque “en cuanto se provoca el empobrecimiento de las mayorías se hace caldo de cultivo para que vengan los totalitarismos a mentir”. Aunque está a favor del lenguaje inclusivo, mete el dedo en la llaga y plantea en la entrevista con Página/12 que si la lucha por la igualdad se convierte que en vez de “amigas y amigos” diga “amigues”, “mi madre va a pensar que es una ocurrencia mía”. Para diferenciarse de los que rechazan de plano el tema de la inclusión aclara: “Frente a cualquier machista defenderé a quien diga ‘amigues’, pero me considero en la obligación de presentar mis dudas”.

García Montero (Granada, 1958) participó de varias actividades coorganizadas por el Instituto Cervantes, la Embajada de España y el Centro Cultural de España en Buenos Aires. En la sala Hernández de la Feria del Libro presentó el espectáculo de poesía y música Invitación a un viaje sonoro. Cantata para verso y laúdes, en el que recreó el concierto que Rafael Alberti y el antiguo Cuarteto Aguilar concibieron e interpretaron en Argentina en los años 40 y 50. También estuvo en el homenaje a la escritora Almudena Grandes, su compañera de vida desde 1992, que murió el pasado 27 de noviembre, a los 61 años. La ausencia de la autora de El corazón helado es un arañazo cotidiano en la vida de este poeta que decidió dejar en la tumba de Almudena su poemario Completamente viernes (1998), una proclamación de amor que aludía al día de la semana que se encontraban en Granada o en Madrid, pero también un guiño hacia la novela Te llamaré viernes (1991) de Grandes, que estuvo lejos del éxito de Las edades de Lulú. El poeta y director del Instituto Cervantes, autor de Vista cansada y Balada en la muerte de la poesía, encabezó también un coloquio sobre el futuro del español y fue declarado Huésped de Honor de la Ciudad de Buenos Aires.

La muerte es un animal doméstico

-¿Cómo es la vida y la escritura sin Almudena?

-La vida es complicada. Yo tenía claro -y lo hemos hablado con ella- que la muerte no iba a significar ningún problema metafísico. Lo que sí me ha sorprendido es descubrir que la muerte es un animal doméstico que te araña y que convive contigo a diario. Eso de levantarse por la mañana antes de ir a trabajar, meterte a ducharte y ver que solo hay una toalla en el cuarto de baño, o pasar por la habitación donde estaba encendido el ordenador y podía ella estar escribiendo y ver que el ordenador está apagado. Eso es un arañazo de vida cotidiana más que un problema metafísico. Yo he tenido que negociar conmigo mismo y con la realidad escribiendo algunos poemas donde intentara encontrarle sentido a un mundo que se había quedado completamente sin sentido. La poesía me ha ayudado a encontrar una nueva relación con el mundo.

-¿Cuál fue el primer poema que escribiste ya sin Almudena?

-Empecé a escribir poemas que tenían que ver con su enfermedad poco después de que nos dieran la noticia, incluso en el último libro que publiqué (No puedes ser así), que apareció en 2021, hay un poema. A ella le dieron la noticia de su cáncer en septiembre de 2020 y yo escribí un poema que se llama “En otra caverna”, en el que reflexionaba lo que significaba una noticia de este tipo. Durante su lucha escribí algunos poemas que tenían que ver con la relación con la enfermedad, con la resistencia, con la esperanza. A partir del 27 de noviembre cuando murió he ido escribiendo otros poemas. En uno de esos poemas de lo que se trata es que en el recuerdo, pasado el tiempo, posiblemente los días de la enfermedad de Almudena puedan considerarse como los días más felices de mi vida porque cuando se produce la muerte lo que recuerdas es cuando estaba viva, cuando era una presencia y cuando la vida se resolvía en los cuidados, en la capacidad y en la toma de conciencia de que lo que en realidad nos une es nuestra debilidad. Y que no existe amor sin debilidad porque el amor son los cuidados y cualquier tipo de prepotencia, ya sea en la sociedad o en la relaciones íntimas, lo único que lleva es a la dominación.

-“Si te equivocás del lado de los débiles es menos grave que si te equivocás con los poderosos”, dijiste en una entrevista. Tanto en la literatura de Almudena como en su militancia, ella siempre estuvo del lado de los débiles, ¿no?

-Para las personas que huimos de los dogmas la duda es fundamental. Yo huyo de los comisarios políticos que se instalan en su certeza para decirle a la gente cómo tiene que vivir en el presente. Me gusta la gente que se reúne para dudar e imaginar un futuro compartido; las dudas nos ayudan a pensar. Y dentro de la duda está el reconocimiento de que te puedes equivocar. El compromiso ético tiene que ver con saber que si uno tiene que equivocarse mejor equivocarse con los débiles que con los fuertes porque la factura es de barbarie en el error de los fuertes y es de sufrimiento tremendo en los débiles. Nuestra manera de imaginar el futuro tiene mucho que ver con la herencia que recibimos del pasado. Y fue la generación de Almudena la que participó de la democracia, de la movida, de la liberación de la mujer, de las políticas de igualdad, pues tenía conciencia de la herencia recibida y por eso la época de su madurez la dedicó a contar la historia de España desde el fin de la libertad republicana con el golpe de Estado de 1936, hasta el principio de la renovación de la libertad con la muerte de la dictadura.

-¿Llegó a escribir el libro que faltaba para completar la saga que Almudena tenía planeada de los “Episodios de una guerra interminable”?

-No. El sexto se ha quedado sin escribir. Ha dejado una novela inédita que se publicará a final de este año porque en ese sentido ella confiaba mucho en la editorial de toda la vida, Tusquets, y yo he dicho que seguimos con esa costumbre de que sea su editor Juan Cerezo el que vea. Cuando llegó la pandemia, decidió hacer al estilo de Margaret Atwood una especie de novela realista pero de ciencia ficción para analizar las posibles consecuencias de la pandemia: la necesidad de cuidarse y de imponer leyes que aseguraran los cuidados, la vacunación y el confinamiento, pero el peligro de que hubiera alguien que quisiera utilizar esas leyes para coartar la libertad y para caer en tentaciones dictatoriales.

La ley del más fuerte

-Vox crece cada vez más en España. La extrema derecha avanza en varios países europeos. ¿Por qué los discursos de odio se multiplican y tienen cada vez más simpatizantes en el mundo?

-Hemos vivido una fuerza rabiosa de la ideología neoliberal, donde la democracia ha ido perdiendo conciencia social y ha ido confundiendo la libertad con la ley del más fuerte. Eso ha provocado un mecanismo económico que ha ido empobreciendo a las mayorías y acumulando riquezas en la minoría. Si hay un señor que no llega a final de mes y que no tiene un empleo fijo, cuando ve que llega un migrante a España y alguien le dice “viene a quitarte el puesto de trabajo”, jugar con su miedo para invitarlo que odie al extranjero es muy fácil. A los demócratas hay que recordarles que si quieren defender la democracia no pueden separar la palabra libertad de la palabra igualdad porque en cuanto se provoca el empobrecimiento de las mayorías se hace caldo de cultivo para que vengan los totalitarismos a mentir. Otra de las causas es la nueva transformación digital y los nuevos medios que han ido introduciendo el poder de la mentira y los mecanismos de dominación. Una democracia sin un periodismo serio es inviable porque la información es fundamental. Si la información se convierte en una comunicación de mentiras es muy fácil animar las pasiones, los odios, el supremacismo y nos hemos encontrado con una dinámica comunicativa en la que las mentiras han querido sustituir a la información y a la verdad de los hechos. Ha habido mecanismos de control y de manipulación muy fuertes que acaban generando invitaciones al odio. Los que somos partidarios de defender la diversidad tenemos que aprender a defender la diversidad como una riqueza plural de la comunidad porque si defendemos la diversidad como fraccionamiento se pierde la vida en común. Yo entiendo el feminismo como una lucha mía de demócrata, no como una guerra entre hombres y mujeres. Quien agrede a la dignidad de la mujer está agrediendo mi conciencia de ciudadano que quiere vivir en comunidad donde la igualdad es fundamental como compañera de la libertad.

Lenguaje igualitario

-¿De qué manera la lengua puede pelear en este momento del mundo para evitar ser usada como instrumento de odio?

-La lengua es un ámbito de entendimiento o un ámbito de mentira; es un ámbito de libertad y de conocimiento o un ámbito de opresión. Por un trabajo releía el otro día un discurso muy emocionante de Julio Cortázar que dio en Madrid a principio de los ochenta cuando se reunió la Comisión de Derechos Humanos de Argentina. Él recordaba la manipulación del nazismo de los años 40 y decía que eso estaba pasando en su país cuando un señor dice que “los argentinos somos derechos y humanos” para hacer broma con la gente que reivindica la defensa de los derechos humanos y denuncia las torturas de una dictadura. Él decía que lo que pasaba en el nazismo era tremendo y que la televisión y la radio lo multiplican por cuatro porque podían dominar más con el lenguaje. Si Julio viviera en el año 2022, perdería toda esperanza porque el poder de manipulación de la nueva tecnología es muy importante. La postura que defiendo es no renunciar al progreso y a los avances que las comunicaciones y el desarrollo de la tecnología nos ofrece, pero ser muy beligerante contra el mal uso de esa tecnología y de ese progreso. Las nuevas formas de comunicación en las redes sociales están sirviendo para caricaturizar y generar sesgos de odio, de machismo, de desprecio al otro. Tenemos que luchar por identidades abiertas que tiendan al diálogo y la comprensión y no identidades que consideren al otro como una amenaza, como un enemigo. Cuidar el lenguaje es mucho más que cuidar un vocabulario; es intentar defender los valores democráticos que pueden darnos las palabras frente a las invitaciones al odio que también por desgracia pueden darnos un lenguaje manipulado.

-El uso del lenguaje inclusivo sigue planteando debates y polémicas. ¿Cuál es tu perspectiva como director del Instituto Cervantes ante el tema? ¿Y cómo poeta?

 

-Como director del Instituto Cervantes la respuesta la tengo facilísima: el lenguaje es de los hablantes y el Instituto Cervantes no tiene nada que decir. Los dueños de las palabras son los hablantes y lo que los hablantes quieran decir todo su derecho tienen. Como poeta combativo te puedo hablar con sinceridad de las conversaciones que tengo con los míos. Me da miedo que las buenas causas se puedan convertir en errores. Yo empecé a militar en el Partido Comunista porque el Partido Comunista en España era el defensor de la democracia y luchaba contra la dictadura. Pero acompañé a Rafael Alberti a los países del Este, a las dictaduras estalinistas, y le dije: “Rafael, esto es lo que más me recuerda a la dictadura de Franco”. Entonces comprendí cómo un bello sueño, crear justicia social, se puede convertir en una tiranía. Cuando defiendo las buenas causas, tengo muy claro quién es el enemigo: el machismo. Pero con los míos me gusta discutir y me gusta defender mi postura. Y mi postura es que el lenguaje se transforma según se transforma la sociedad y que cuando hagamos una sociedad más igualitaria tendremos un lenguaje más igualitario y que es conveniente no separar al lenguaje de la gente y no poner en peligro ese espacio común de lo público que tiene que ser el lenguaje. Cada vez que hablan de ciudadanos yo digo ciudadanía porque creo que hay formas muy notables de ir creando igualdad. Lo que me preocupa es hablar con mi madre, una señora educada en el franquismo y la persona con la que más he discutido en mi vida. Si le digo a mi madre que los hombres y las mujeres tienen los mismos derechos, ya la he convencido porque quiere que sus nietas sean iguales que sus nietos. Voy a poner el dedo en la llaga: si la lucha por la igualdad la convierto en que en vez de “amigas y amigos” diga “amigues”, mi madre va a pensar que es una ocurrencia mía. Yo siempre estaré con el feminismo y comparto el mundo con la gente que aquí está defendiendo “amigues”. Lo que le digo a los míos es que se pongan a pensar si eso no acaba siendo la ocurrencia de una secta más que una apuesta por la igualdad. Y a partir de ahí absoluto respeto. Frente a cualquier machista defenderé a quien diga “amigues”, pero me considero en la obligación de presentar mis dudas.