Desde Cannes

El realizador sueco Ruben Östlund ingresó este sábado al círculo privilegiado –cada vez menos exclusivo- de los directores que tienen dos Palmas de Oro del Festival de Cannes. La primera fue por The Square (2017) y ahora acaba de volver a ganarla por Triangle of Sadness, su nueva sátira social, con dosis aún mayores de cinismo y misantropía que las de su film previo.

A la lista integrada por Francis Ford Coppola (1974 y 1979), Bille August (1988 y 1992), Emir Kusturica (1985 y 1995), Shohei Imamura (1983 y 1997), Luc y Jean-Pierre Dardenne (1999 y 2005), Michael Haneke (2009 y 2012) y Ken Loach (2006 y 2016), se suma ahora Östlund, que comparte con Haneke haber obtenido la Palm d’Or con dos películas consecutivas. Y con Haneke coincide también en una mirada cruel sobre el mundo, hecha de una mezcla de amargura, distancia y corrosión. La diferencia estriba en que Haneke es un director de una gravedad extrema, mientras que Östlund en cambio privilegia la irrisión y un humor que en su nuevo film se vuelve escatológico.

Si en The Square el sueco cargaba –un poco como el cine de los argentinos Cohn & Duprat- contra el mundillo del arte, ahora en Triángulo de la tristeza (el título alude a esas arrugas que suelen producirse en la frente) se instala en el ámbito de la moda y los cruceros de lujo, allí donde todo es apariencia y dinero. Nada muy distinto de lo que sucede aquí mismo en Cannes, donde su película fue saludada con una salva de aplausos, como si ese mundo fuera ajeno.

 

Generoso en extremo, el jurado presidido por el actor francés Vincent Lindon repartió premios como si fueran caramelos en la ceremonia de clausura de la edición 75 aniversario del Festival de Cannes. Hubo dos galardones ex aequo (ver lista completa al pie) y un premio especial para los hermanos Dardenne, entre otros habitués de Cannes que volvieron a ser premiados, como el director coreano Park Chan-wook. 

Más allá del palmarés, que siempre es motivo de controversia, un balance de la edición 75 aniversario no deja un saldo positivo para el Festival de Cannes, que parece necesitar un soplo de vida nueva, de aire fresco en todas sus secciones. Es verdad que hubo puntos muy altos en la competencia oficial, con Crimes of the Future, de David Cronenberg, un cineasta que siendo fiel a sí mismo siempre parece estar reinventándose, y lo mismo con Tori et Lokita, de los hermanos Luc y Jean Pierre Dardenne, que como hizo Cronenberg buscaron inspiración en los comienzos de su propio cine (su nueva película tiene mucho en común con La promesa, de 1996, su primer film de repercusión internacional).

Es cierto también que fue un gesto de audacia del festival programar en el concurso oficial un film tan arriesgado de un veterano como el polaco Jerzy Skolimowski, Eo, que aspira a lo imposible: volver sobre una obra maestra irrepetible del cine universal, como es Al azar Baltazar (1965), de Robert Bresson. Por su parte, el rumano Cristian Mungiu también demostró, con R.M.N., que sigue teniendo esa capacidad de poner a la sociedad de su país delante de un espejo cuya imagen no todos querrían ver. Pero también hay que decir que ese carácter “promisorio” que tenía a priori la programación, por la cantidad y la calidad de los cineastas convocados, fue dando paso a cierta decepción, porque sus films de la edición 2022 no resultaron superiores o equivalentes a los de su obra previa.

Armageddon Time

Es el caso de Armageddon Time, del estadounidense James Gray, que tuvo aquí en la competencia de Cannes films mucho más potentes que esta mirada autobiográfica hacia su propio pasado, que no tiene nada de nostálgica o condescendiente (por el contrario), pero que aún así hace extrañar la densidad dramática de The Yards (2000), Los dueños de la noche (2007) o Los amantes (2008), que no siempre fueron reconocidos como merecían.

Otro tanto sucede con el coreano Park Chan-wook (Decision to Leave), el italiano Mario Martone (Nostalgia) y el francés Arnaud Desplechin (Frère et soeur). Todos ellos estuvieron antes en Cannes disputando la Palma de Oro con films más valiosos, particularmente Desplechin, que viene trajinando la Croisette casi película a película desde La sentinelle (1992), y que da la impresión de necesitar un descanso. Con Broker (Traficante), el japonés Kore-eda Hirokazu, también da un paso atrás con respecto a Un asunto de familia, la película con la que ganó la Palma de Oro 2018. Realizada íntegramente en Corea y con un elenco encabezado por Song Kang Ho (el icónico protagonista de The Host y Parasite, ahora ganador del premio al mejor actor por Broker), esta nueva incursión del director japonés fuera de su país (la anterior había sido la producción francesa La verdad, protagonizada por Catherine Deneuve y Juliette Binoche) reformula los tópicos de su obra previa, esencialmente la conformación de una familia sustituta en lugar de una de sangre, pero lo hace no sin cierto cálculo, apelando a un sentimentalismo al que no solía condescender. 

Broker

Igualmente, el paso en falso más estrepitoso en la competencia oficial fue el de la directora francesa Claire Denis, con la que sin duda es su única película completamente fallida de una carrera por lo demás ejemplar: Stars at Noon. Ambientada en una Nicaragua que parece una mala reconstrucción de lo que Hollywood entiende por América latina, la película de Denis –la segunda que filma en inglés después de High Life (2018)- no sabe qué quiere contar, si una película de espionaje a la manera de Graham Greene o una historia de amor desesperado de una pareja (el británico Joe Alwyn, la estadounidense Margaret Qualley) que ni siquiera da la impresión de que se amen.

Pacifiction

La excursión del catalán Albert Serra a la Polinesia francesa, con Pacifiction, es mucho más lograda, con una atmósfera de decadencia encarnada en ese representante del gobierno francés (Benoît Magimel) que intenta mantener el status quo del enclave colonial a la vez que investiga con preocupación la sospecha de una nueva, posible prueba nuclear en un atolón cercano. En la deliberada deriva a la que abandona a su personaje, Serra deja ver, sin embargo, cierta pereza que no era el caso de sus dos estupendos, rigurosísimos films previos en Cannes, La muerte de Luis XIV (2016) y Liberté, ganador de un premio especial del jurado de la sección Un Certain Regard 2019.

Quizás el punto más alto de la selección oficial estuvo en la nueva sección Cannes Premiere, gracias a Esterno notte, una miniserie producida para la RAI e inspirada en el secuestro y asesinato del legendario dirigente de la Democracia Cristiana Aldo Moro. La nueva creación del veterano Marco Bellocchio (82 años) no es otra cosa que una película de seis horas de duración, tal es su complejidad dramática y política, en las antípodas de la ligereza que suelen exigir las plataformas. Y a la que se rindió, hay que decirlo, el francés Olivier Assayas con su versión HBO de Irma Vep –también en Cannes Premiere- suerte de reciclado en formato miniserie de su famosa película de 1996.

La Quincena de los Realizadores, sección paralela no oficial, tuvo a su vez momentos de gran cine con L’envol (El vuelo), producción francesa dirigida por el napolitano Pietro Marcello, Un beau matin, de la francesa Mia Hansen-Love (que bien podría haber estado en la Competencia Oficial) y Pamfir, notable opera prima del ucraniano Dmytro Sukholytkyy-Sobchuk, un nombre que habrá que aprender a deletrear, porque parece un director que tiene un gran futuro por delante.

Pamfir

Los premios principales

  • Palma de Oro a la mejor película: Triangle of Sadness (Suecia) de Ruben Östlund
  • Gran Premio del Jurado compartido: Close (Bélgica), de Lukas Dhont, y Stars At Noon (Francia), de Claire Denis
  • Mejor dirección: Park Chan-wook por Decision To Leave (Corea del Sur)
  • Premio especial edición 75 aniversario: Tori et Lokita (Bélgica), de Luc y Jean Pierre Dardenne.
  • Mejor actor:  Song Kang Ho por Broker (Corea del Sur)
  • Mejor actriz: Zar Amir Ebrahimi por Holy Spider (Irán/Dinamarca)
  • Premio del Jurado compartido: Eo (Polonia), de Jerzy Skolimowski y Le otto montagne (Italia/Bélgica), de Felix van Groeningen y Charlotte Vandermeersch
  • Mejor guion: Tarik Saleh por Boy From Heaven (Egipto/Suecia)
  • Cámara de Oro a la mejor opera prima: War Pony (EE.UU.), de Riley Keough y Gina Gammell.

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