El juez federal Marcelo Martínez de Giorgi ordenó la realización de peritajes a los famosos cuadernos marca Gloria números 4, 7 y 8, que contienen anotaciones, supuestamente del chofer Oscar Centeno. El magistrado tomó la decisión por pedido del abogado Carlos Vela, que representa al empresario Carlos Loson, quien en abril presentó un peritaje particular en el que se determinó que en los textos referidos a Loson hay 1600 alteraciones, tachaduras, líquido corrector, letras distintas. 

En aquel análisis, realizado por el estudio de peritajes caligráficos Latour, se trabajó sobre fotocopias. Ahora Martínez de Giorgi ordena que se haga un estudio sobre los originales que, en sí mismos, ya expresan una contradicción grosera de Centeno: el chofer dijo que los había quemado y en 2019 --hace tres años-- el periodista de La Nación Diego Cabot entregó seis de los ocho cuadernos originales que, según dijo públicamente, un desconocido le entregó en una esquina. Fue justito unos días antes de las elecciones. El juez quiere ahora saber, por ejemplo, cuándo se escribieron y si la letra se corresponde con escritos anteriores de Centeno. 

Los cuadernos y las fotocopias de Centeno

Toda la historia de las fotocopias y los originales de los cuadernos constituye una serie de incoherencias escandalosas. Al menos Martínez de Giorgi endereza una irregularidad asombrosa: nunca se hizo ningún peritaje oficial ni sobre las fotocopias ni sobre los originales. El asombro se convierte en sospecha si se tiene en cuenta que las fotocopias aparecieron en 2018 y los originales que no estaban quemados en 2019. O sea, Comodoro Py no ordenó ningún peritaje oficial en cuatro años desde que aparecieron las fotocopias y en tres años desde el resurgimiento intacto de seis cuadernos.

El juez responde al pedido de Loson, cuyo involucramiento en el caso cuadernos es poco explicable. Loson fue presidente de Albanesi S.A., una empresa tradicional que no es constructora ni proveedora del Estado ni tenía obra pública, y que se dedica a energía y comercializa gas. Es decir que no tenía lógica que hubiera coima de por medio. Pero, además, el día que supuestamente el empresario entregó dinero --según Centeno--, Loson no estaba en Buenos Aires, sino en Santiago del Estero, algo que demostró con pasajes, tickets y facturas. En su declaración ante el fallecido juez Claudio Bonadio y el fiscal Carlos Stornelli --quienes se quedaron con el expediente de forma irregular--, Loson dijo que siempre aportó a las campañas electorales del peronismo, desde el regreso de la democracia y no las cifras que dibujó Centeno. Como se sabe, el chofer admitió que nunca vio dinero en su tarea de virtual remisero de Roberto Baratta, salvo en una única oportunidad. Pese a eso, en los cuadernos aparecen cifras y hasta la moneda en la que dice que se habría entregado dinero: dólares, euros, pesos. 

Qué buscarán los peritajes de los cuadernos

Lo que busca Martínez de Giorgi --se ve que estuvo asesorado por expertos-- son algunas cuestiones evidentes, pero otras que tienen un perfil mucho más técnico. En el rubro de lo evidente, les pide a los peritos:

  • ”Si los textos pertenecen a un mismo puño escritural”. O sea, si hay letra de más de una persona.
  • Todo lo relativo a tachaduras, cambios, líquido corrector, enmiendas. En el estudio privado que mandó a hacer Loson se encontraron 1600 alteraciones.
  • Que en el caso de lo escrito por arriba de otro escrito, se trate de determinar bien qué es lo que se cambió.

Pero el juez también pide estudios cromatográficos, ópticos y lumínicos para establecer “si se han empleado uno o varios implementos escritores, estilos de tinta, informando su cualidad, cantidad y características”. Aquí uno de los temas centrales es que, además, ese análisis sobre el papel y la tinta permite saber la antigüedad de lo escrito. Una de las sospechas siempre fue que Centeno no escribió, como dice, al final de cada día o cada viaje, sino que él u otra persona, tal vez en base a anotaciones, escribieron los cuadernos poco antes de la entrega, para armar la causa judicial.

Otro elemento clave que pide Martínez de Giorgi es una comparación de los textos de los cuadernos con escritos anteriores "indubitables" de Centeno. O sea, busca saber si de verdad el chofer fue el redactor, comparando los cuadernos con cartas, formularios, que haya escrito o llenado mucho antes de la fecha de los cuadernos.

La causa en el laberito de Comodoro Py

Como es obvio, un paso previo es que el Tribunal Oral 7, que tiene la causa desde hace dos años y no movió nada, entregue los tres originales de los cuadernos 4, 7 y 8. Son los que se refieren a Loson. No es inhabitual que una causa tenga desprendimientos a raíz de denuncias por testimonios o documentación falsa. El TOF 7 no debería poner obstáculos, pero ya se sabe que Comodoro Py es un mundo aparte.

Para sumar a los eventos asombrosos, a fines de mayo, el defensor oficial de Centeno, Sergio Steizel, se presentó en el Tribunal Oral para pedir ver los cuadernos. Según su escrito, el chofer quiere verificar si son los que él escribió o no. Todo indica que Centeno quiere desmarcarse de las tachaduras y correcciones que tienen los originales. Pero, además, en su declaración ante la Justicia española, que investiga a la empresa Isolux, socia del grupo Macri, Centeno volvió a decir que los quemó. “Sin embargo ahora dudo --mencionó en forma vacilante--, porque parece que aparecieron algunos originales, según escuché en las noticias. Pero yo los quemé”.

Antes que eso, al principio del expediente, Centeno dio una versión todavía distinta. Dijo que los cuadernos los tenía en su casa. Bonadío ordenó el allanamiento en Nicolás Repeto 3427 de Olivos, domicilio del chofer. No encontraron nada. Cuando los efectivos volvieron del allanamiento, Centeno contó la historia de que los cuadernos los había quemado en la parte de atrás de su casa y que en esa oportunidad estuvo acompañado de un amigo, Miguel Córdoba, a quien le contó qué estaba quemando y por qué. Un año más tarde, supuestamente los seis ejemplares aparecieron intactos, en una maniobra todavía más oscura.

Nada de todo eso les importó a Bonadio y Stornelli que encabezaron una investigación que, bien hecha, hubiera sido clave para ver, por ejemplo, lo que se llamó el club de la obra pública, una trama armada por las constructoras para repartirse las obras del Estado, supuestamente a cambio de coimas. O si hubo retornos en la cuestión de los peajes. El juez y el fiscal recurrieron a una trampa para quedarse con la causa y luego utilizaron el expediente para perseguir y apretar a exfuncionarios y empresarios. Ahora los propios cuadernos y sus alteraciones contaminan toda la investigación, porque es la prueba principal y está en duda.