“Qué arda el miedo”. Un coro de voces rodea una fogata y grita esa frase repetidas veces. El ritual se extiende, y la potencia del mensaje le otorga un broche simbólico inmejorable a lo que se revela en La reparación. Dirigido por Alejandra Perdomo, el documental indaga en la complejidad de los delitos de abuso sexual en las infancias y las adolescencias.

Después de Nacidos vivos (2014) y Cada 30 horas (2016), la realizadora decidió seguir la línea de un contenido que denuncia y echa luz sobre aquello que incomoda, como un modo de ratificar que lo personal siempre es político. “Visibilizar temáticas como estas ayudan a prevenirlas y erradicarlas”, asegura Perdomo acerca de su nueva película, que podrá verse en la sala del Cine Gaumont desde este jueves 9, y hasta el próximo miércoles, con funciones a las 17.30 y con versión subtitulada para personas sordas y con discapacidad visual.

El film participó del 11° Festival Internacional de Cine Político, en el cual integró la sección Competencia Oficial de Largometrajes Argentinos, y planifica un largo recorrido. Allí, una comunidad de sobrevivientes encuentra el espacio propicio para amplificar su voz. Mónica Cortinez, Felicitas Marafioti, Daiana Fernández, Daniel Sgardelis y Santiago Bustince son algunos de los protagonistas que comparten su testimonio, y a ellos se suman Roberto Piazza (impulsor de la Ley Piazza y sobreviviente de abuso), y especialistas como Eva Giberti, psicoanalista y creadora del Programa Las Víctimas contra las Violencias (Línea 137); Vinka Jackson, psicóloga y escritora; Virginia Berlinerblau, médica, especialista en Psiquiatría Infantil-Juvenil y en Medicina Legal; Celeste Mac Dougall, docente especialista en educación sexual, y Yo Sí Te Creo, Colectivo en Lucha contra el Abuso Sexual en la Infancia.

Hablar de abuso en las infancias es una decisión que Perdomo tomó cuando acababa de estrenar Cada 30 horas, su anterior producción que aborda la problemática de los femicidios. “Cuando proyectábamos esa película se generaban debates y en muchos de esos relatos se repetían las denuncias de violencia sexual en la niñez. Pensé, entonces, que ese tema merecía un capítulo aparte. Y cuando empecé la investigación, encontré que las estadísticas de abusos que se producen dentro del ámbito familiar son muy altas, cosa que me sorprendió mucho”, cuenta la directora y productora.

El colectivo Yo Sí Te Creo participa de

Según declara la psicóloga Eva Giberti, los abusos intrafamiliares ocupan el 85% de las estadísticas dentro de ese delito. Y ese es, justamente, uno de los ejes del documental. “Nadie quiere tener un abusador dentro de su familia”, analiza al respecto Perdomo. “Por eso esto es algo que se lleva en silencio, y en muchos casos los sobrevivientes lo mantienen en secreto. Las mismas familias les dicen que no hablen, y te encontrás con el fenómeno de que quien siente culpa y vergüenza es la víctima, cuando debería ser al revés. La sociedad todavía tiene arraigado un pensamiento muy machista que pone el foco en juzgar a los niños, a las niñas y a las mujeres, y desestima sus palabras. Quise abordar esta temática sabiendo que existe esa resistencia. La gente piensa que esto es algo que les sucede a otros, cuando en realidad es algo que pasa alrededor nuestro todo el tiempo”.

-¿Ese silenciamiento está empezando a revertirse? ¿El movimiento de mujeres habilitó esa posibilidad?

-Absolutamente. El feminismo está permitiendo este tipo de conversaciones y exigiendo que este tipo de temas se pongan en la agenda política. Porque lo que se reclama es que deberían existir políticas públicas que les permitan a las víctimas y sobrevivientes tener acceso a la justicia y a una terapia. Hoy, en las distintas instituciones que intervienen, se revictimiza a la persona que denuncia. Como dice en el documental la doctora Berlinerblau, cuando a uno le roban el celular no lo mandan a hacer una pericia psiquiátrica para evaluar si está mintiendo, y sin embargo en un delito tan terrible como un abuso sí. ¿Cómo un niño podría mentir o exagerar sobre algo así?

-En La reparación se destaca la importancia de la Educación Sexual Integral (ESI) como herramienta de prevención de los abusos. Sin embargo, existe una gran oposición al cumplimiento de esta ley por parte de algunos sectores.

-Sí, y por eso fue muy importante contar con el testimonio de Celeste Mac Dougall, porque es una docente formadora, súper militante y muy clara en lo que dice. Está tan arraigado el patriarcado en todas las instituciones que a veces cuesta implementar la ESI en las escuelas y el docente termina dependiendo de la buena predisposición de los directivos para poder hablar de esos contenidos. Hay una idea muy errónea acerca de lo que significa la educación sexual, cuando realmente ésta es una herramienta que les posibilita a las niñeces que sean más libres y que puedan hablar sobre cualquier forma de violencia, con sus pares, en un ámbito de confianza. Eso pudimos comprobarlo cuando proyectamos Cada 30 horas en muchas escuelas, porque ahí se generaron unos debates súper enriquecedores con los pibes y las pibas que preguntaban de todo y nos contaban situaciones violentas que vivían en sus casas.

Roberto Piazza también da su testimonio en el film.

-En el film no sólo se habla de prevención sino también de las dificultades a las que se enfrentan las víctimas al momento de denunciar. ¿Cómo se logra desandar una trama patriarcal en la propia justicia?

-Hay que seguir exigiéndole a la justicia que trabaje de manera eficiente y a los magistrados pedirles que se formen. Porque en la mayoría de los casos, el sistema judicial es muy perverso con las víctimas. Hay muchos jueces y juezas que no trabajan con perspectiva de género ni de derechos humanos. Los sobrevivientes y sus familias son los que hoy tienen que dar todas las explicaciones, y si encima el adulto acusado tiene los medios económicos para contratar buenos abogados la lucha es muy desigual. Pero, a pesar de eso, estamos viviendo tiempos de cambio. En este camino fui conociendo a muchos jueces y juezas jóvenes que trabajan desde otro lugar y se forman.

-¿Qué fue lo más difícil al momento de filmar relatos tan crudos?

 

-Todo lo que se cuenta me atravesó por algún lado. Cada situación es única, y todas tienen en común el sentimiento de la culpa y de la soledad que manifiestan al principio quienes sufrieron un abuso. Quienes nos ponemos a hacer este tipo de trabajo y elegimos abordar estas temáticas tenemos una sensibilidad que nos lleva a querer ayudar. No vengo del mundo académico y no me formé para trabajar con víctimas, pero me fue llevando a eso mi profesión. Las personas que dan su testimonio agradecen un montón que las escuchen y que la escucha sea respetuosa. Cada una de las y los protagonistas fueron víctimas en su momento, pero pudieron levantar la voz, denunciar, exigir justicia y seguir adelante. Y poder trascender el dolor y convertirlo en lucha, como ellas y ellos lo hicieron, es precisamente el mensaje que intenta dejar la película. Este proyecto puede ser una herramienta que posibilite que muchas y muchos sobrevivientes sepan que no están solos.