Estrenada en 1932, 300 millones fue la primera de las obras de teatro escritas por Roberto Arlt, por entonces un novelista que trabajaba en el diario Crítica cubriendo casos policiales. Fueron los detalles del suicidio de una mucama inmigrante los que lo inspiraron a escribir una pieza donde Sofìa, una sirvienta insomne en su desesperación, se evade de la realidad entregándose a las ensoñaciones que le ofrece un mundo astral, donde todo es posible. Así es como un grupo de “personajes de humo” - Rocambole, el Capitán y el Galán, entre otros- aparecen para que la angustiada protagonista pueda colmar sus fantasías románticas. En estos días se ofrece en el Teatro del Pueblo, (el mismo donde fue estrenada 300 millones, ahora ubicado en Lavalle 3636) una reescritura de esta obra, dirigida por su autor, Guillermo Parodi. Actúan Lorena Szekely y Pablo Mariuzzi, este último asumiendo todos los personajes oníricos. La música original es de Juan Pablo Martini, en tanto que las canciones que se escuchan en off pertenecen al mismo director y a su madre, Teresa Parodi.

En Pajarita, Sofía no es más una mucama sino una mujer en situación de calle que luego pasa a trabajar en un prostíbulo, donde pelea por su vida. En relación a los otros aspectos que diferencian al original de este texto, subraya Parodi en la entrevista con PáginaI12: “Arlt se preguntaba si los pobres tienen derecho a soñar y aquí nosotros contestamos proponiendo un final distinto”. Cuenta, además, que fue convocado por Szekely tiempo antes del confinamiento y que ya con la obra reescrita se ensayó durante las sucesivas cuarentenas: “Es un texto muy atravesado por el cuerpo de los actores y, por ese motivo, tuvo muchas versiones”. Según detalla, en ese tiempo de encierro obligatorio le apareció el ámbito propicio para el espectáculo: “un teatro cerrado y en penumbras donde la protagonista se corporiza entre restos de escenografías y vestuarios viejos”.

Parodi reconoce temas recurrentes en sus obras: la historia argentina, los mitos nacionales y populares, los ámbitos indeterminados que conducen a una visión deformante u onírica de la realidad representada en escena. Así lo demostró en La Res, trilogía de obras destinada a “pensar los años de plomo, las revoluciones, las matanzas y las desapariciones desde la belleza del arte”, según definición del propio director.

-¿Cuáles son los disparadores de tus espectáculos?

-En Pajarita y en otras obras anteriores hay una búsqueda poética sobre unas temáticas que ofrecen muchas capas de lectura. Me interesan las cuestiones que hablan de la identidad, tanto como tomar aspectos de la historia argentina. Y abordar esto en espacios oníricos, como el limbo laberíntico que mostré en La Res, escrita en pleno macrismo, donde se aludía a lo ocurrido con el Ara San Juan y con Santiago Maldonado.

-¿Qué es lo que siempre encuentra un lugar en tu teatro?

-Para mí, el teatro es siempre una caja de resonancia. Es un mundo donde el espacio, la luz, los actores y los espectadores se juntan para hacer posibles sueños y hasta revoluciones. Yo escribo para que el sonido de la palabra del actor vibre en el espacio escénico. Ese sonido me conmueve, es capaz de transportar al espectador a otros mundos, es un modo de producir belleza.

-¿Cómo te decidiste a reescribir esta obra?

-Primero pensé en llevar 300 millones a la época actual, después pensé en una reescritura. Después de pedirle permiso al autor (sonrisas) me animé a meterme en su lenguaje, en su modo de hablar a la vez reo y elevado.

-¿De qué sueños habla esta obra?

-En Pajarita se habla de sueños colectivos. Nos preguntamos acerca de los sueños que podemos tener en la Argentina de hoy: el sueño de una distribución justa de la riqueza, del desarrollo de la cultura, del acceso a la salud, de un mercado interno activo, de un poder adquisitivo digno. Quisiéramos que, ante tanta debacle, no nos gane el desgano.

*Pajarita, en el Teatro del Pueblo (Lavalle 3636), los viernes a las 22.30.