Es jueves a la nochecita, muches estamos volviendo a nuestras casas o terminando nuestras extensísimas jornadas laborales en múltiples escuelas/instituciones educativas; cuando une compañere comparte una nota cuyo titular es: “No más ‘chiques’ ni ‘todxs’: el gobierno porteño prohibió el lenguaje inclusivo en las escuelas”. Intercambiamos mensajes llenos de sorpresa, angustia y bronca: ¿de verdad estamos discutiendo esto? En la resolución, que se difundió por medios de comunicación, antes que por los canales oficiales del Ministerio de Educación, la ministra Soledad Acuña cita una serie de argumentos para “sostener” esta medida: que el lenguaje “inclusivo” genera confusión, que la RAE no lo contempla en la morfología del español y que las pruebas estandarizadas dieron resultados no favorables en torno a la comprensión de textos.

Acuña argumenta que se debe al uso de un lenguaje que contempla las identidades que se escapan del binario hombre/mujer, pero no menciona ni se hace cargo de las políticas de abandono y precarización de las que fue responsable durante los dos años de confinamiento por la pandemia de COVID-19. A pesar de esto, y como afirmamos en el comunicado que publicamos al día siguiente en nuestras redes: “Ninguna apelación a la RAE, a los resultados de las pruebas estandarizadas, ni a ‘heridas en la educación producto de la pandemia’ pueden ser excusa para excluir a quienes no nos reconocemos en las marcas binarias y sexistas del lenguaje.”

En los distintos grupos de nuestros trabajos comenzaron a haber repercusiones respecto a la medida. Muchas en contra pero algunas a favor, cosa que preocupa pero a la vez no sorprende, si es que desde la dirigencia política hay una legitimación de la vulneración del derecho a transitar y ser nombradx como cada quien se autopercibe.

Durante el armado del texto en repudio, empezaron a aparecer las ideas para ver cómo logramos que esas voces “a favor” tomen más conciencia de que no es meramente una cuestión del lenguaje sino que es negar la forma de nombrar-nos y que incluso se contradice con el artículo N°13 de la Ley de Identidad de Género, que establece: “toda norma, reglamentación o procedimiento deberá respetar el derecho humano a la identidad de género de las personas. Ninguna norma, reglamentación o procedimiento podrá limitar, restringir, excluir o suprimir el ejercicio del derecho a la identidad de género de las personas, debiendo interpretarse y aplicarse las normas siempre a favor del acceso al mismo”. A esto sumamos que no se trata de un hecho aislado, sino que es parte de toda una serie de políticas de disciplinamiento y precarización laboral que el gobierno porteño viene desplegando en contra de les docentes (entre otros sectores), y en este caso buscando alinearse con los discursos de odio de cara a las elecciones del 2023. Mientras discutimos esta resolución, el Ministerio de Educación de la Ciudad está reformando el Estatuto Docente, es decir, recortando los derechos laborales de les docentes de la ciudad. Como otras tantas veces, avasallan al mismo tiempo desde diferentes lugares.

Más allá de los posicionamientos en repudio que circularon, nos inquieta que esta avanzada contra nuestros derechos y nuestras vidas quede únicamente en pronunciamientos. ¿De qué manera podemos democratizar el impacto de estas violencias que siempre caen en lxs mismxs cuerpxs? ¿Qué articulación, alianzas, resistencias podemos crear para que la angustia, el miedo a ser expuestx no quede solamente en los cuerpos de manera individual? ¿Cómo irradiar el derecho y el goce de nombrarnos y la urgencia de cuidar ese mismo derecho en las aulas y que garantice la posibilidad a todxs lxs estudiantes de vivir Existencias Sexuales Infinitas?

Las lenguas son de los pueblos y no de las instituciones que las formalizan. Son orgánicas, cambian, se transforman y deforman porque quienes las hablamos nos miramos, nos pensamos, sentimos y vivimos. Existimos a través del lenguaje. La RAE, institución racista y colonialista, no logrará nunca contener la creatividad del uso que hacemos de las lenguas quienes la hablamos y habitamos. Casi da risa pensarlo. El lenguaje sin marcas de género se habla en distintos lugares del mundo porque no solo es un movimiento mundial, sino una necesidad y un derecho. Ante tanta norma cis-heterosexual que nos educó haciéndonos ignorar las infinitas posibilidades de nuestras existencias, el uso de la e, el @ y la x es nuestra resistencia sexual, y también una fuga, un posible con mucho de anhelo. ¿Qué pasa con lxs estudiantes y docentes no binaries a partir de esta medida? ¿Cómo seguimos/siguen habitando los espacios de trabajo y de conocimientos?

Esta lucha no es exclusiva de docentes y estudiantes, o solo de la comunidad lgtb+ porque lo que está en disputa es el sentido profundo de por qué algunxs pueden ser nombradxs como se sienten, y a otrxs se nos niega esa posibilidad y esa potencia.

Para que nuestras luchas sean contempladas como parte de la justicia social, como sostiene Judith Butler, es necesario que se nos reconozca como alguienes más que seres sometidxs a la precaridad y la privación de derechos. ¿Cómo transmitir que nuestra lucha no es una lucha de algunas identidades sexo-genéricas, sino que es el deseo y la necesidad de transformar el profundo significado de lo que entendemos por “nosotrxs”?

El día jueves 23 de junio, en el marco de las Jornadas ESI, convocamos a concentrar a las 16 horas, en la puerta de la UniCABA, Av Paseo Colón 255.