“Un artista no tiene tópicos prohibidos”, sentencia Emilio García Wehbi un rato antes de que comience en el Cervantes su nuevo espectáculo, Medea meditativa, en el que recupera el mito de Medea para conectarlo con la actualidad. Dice aquello porque reconoce que la suya es, claramente, la mirada de un “hetero-cis”. “Medea pone en el tapete una figura femenina intensa. Y en los tiempos que corren está bueno pensar el feminismo en toda su complejidad. No intento hacer una apropiación. Considero que es un tópico que puedo abordar con mis limitaciones", completa en la charla con Página/12.

Presenta a Medea meditativa como una “máquina”. Es breve, apenas 45 minutos, para 70 espectadores. Poética, profunda, perturbadora. Su atmósfera se construye en la unión de distintos elementos que están al mismo nivel. La interpretación de les performers (el propio García Wehbi; su pareja amorosa y creativa, Maricel Alvarez; y Walter Jakob), objetos y escenografía (por Nicola Costantino), sonidos, música (músico en escena: Marcelo Martínez), textos de distintos tonos. “Es una máquina preciosista de relojería”, define el artista de 58 años, que a lo largo de tres décadas ha estrenado 80 espectáculos y que comenzó a ser reconocido en los tiempos de El Periférico de Objetos. Es autodidacta. Jamás estudió dramaturgia ni dirección. Siquiera terminó el secundario (debe "matemática y química de cuarto y quinto", revela entre risas). No ve obras ajenas para preservar su estética.

Medea meditativa (jueves a domingos a las 18 en Libertad 815) es una versión del texto del mismo nombre publicado en El origen de la danza, libro de Pasqual Quignard (editado aquí por Interzona), autor que “transita por lugares que muy pocos autores transitan” y que escribió esta pieza para una bailarina de Butoh. Ella danzaba en escena mientras Quignard leía y tocaba un músico. El espectáculo de García Wehbi suma otros fragmentos del mismo libro y textos del director. Hay un poema al final y un texto que irrumpe en la mitad de la obra, a modo de "interferencia". "Es parte de mi práctica. Corto el espectáculo y hago ingresar una escena de otra naturaleza con otro tipo de textualidad, escritura e interpretación, que toca el mismo tema pero desde otro lugar. Después se repone lo que estaba”, describe. 

"La actitud de Medea de matar a sus propios hijos genera una pregunta que no tiene respuesta", plantea, en torno al corazón de la obra que, en relación a la perspectiva de género, puede ser vista como una continuidad de otros trabajos suyos. Asimismo, como en propuestas anteriores, vuelve a sumergirse en el mundo de los mitos. "Si tuviera que definir en una línea el espectáculo diría que es un ensayo escénico acerca de la tragedia basándose en el mito de Medea. O lo contrario: un ensayo escénico acerca del mito de Medea basándose en la tragedia griega", agrega el director, quien despliega su arte en los circuitos independiente y público. Justamente en el TNC montó en 2018 Tiestes y Atreo, una puesta muy distinta a esta. Aquella era una obra "enorme", de larga duración, con gran cantidad de intérpretes. 

Maricel Alvarez en

-¿Por qué tomaste el mito de Medea? ¿Qué te interesaba de trabajar con esa figura?

-Hace bastante vengo trabajando sobre la figura de los clásicos, los grecolatinos. De algún modo es la infancia de nuestra cultura judeocristiana. Esos mitos, con todas sus versiones, que tienen a lo largo de los siglos griegos y romanos, lanzan las mismas preguntas que nos seguimos preguntando hoy. Por eso son clásicos. El clásico me resulta útil para reformular una pregunta antigua de un modo contemporáneo, siendo que me interesa pensar la contemporaneidad en el teatro, no hacer una pieza de museo. Dependiendo del enfoque por lo general recurro a reversionar, reescribir, revisitar o mirar de soslayo a los clásicos. Medea pone en el tapete una figura femenina intensa. En los tiempos que corren pensar el feminismo en toda su complejidad está bueno, siempre considerando que mi mirada es de un hetero-cis. No intento hacer una apropiación, pero un artista no tiene tópicos prohibidos. Es un tópico que puedo abordar con mis limitaciones.

-Y en diálogo con Maricel, seguramente…

-Ella me está marcando la cancha todo el tiempo. Está muy bien, porque es una representante genuina del lugar que hay que defender. Medea plantea una pregunta que es muy difícil de resolver, desde donde la quieras leer, inclusive desde el feminismo: es una mujer que por celos o por despecho decide sacrificar a sus hijos. Siempre me interesó su potencial político. En términos biológicos el género femenino es el único que puede reproducir lo que mata. El varón no puede; es pura destrucción. Quien tiene la llave de la raza humana es la mujer. Si tuviéramos que hacer una respuesta ética o moral rápidamente diríamos que lo que hace Medea está mal. Pero esas respuestas son inviables, inválidas o son para un facho nada más, que no puede desarrollar pensamiento crítico. Quignard reescribe con su pluma la Medea de Séneca desde un lugar completamente libre. Y Medea me resulta un personaje femenino interesante y problemático sobre el que no puedo afirmar, sino al que le tengo que ir a preguntar.

-Como varón hetero-cis, ¿te genera algún conflicto abordar temas tan femeninos? ¿Es esta una obra feminista?

-Considero que cualquier aproximación a lo femenino que se haga considerando el valor intrínseco de lo femenino es feminista. La reivindicación de lo femenino o del feminismo no es exclusivo de las mujeres o de los géneros disidentes, sino también del varón. El varón se tiene que hacer cargo de esta problemática. Y yo como tal no sólo me hago cargo ahora, sino que diría que el primer espectáculo feminista que hice fue en 2007, un proyecto de graduación del IUNA con 12 chicas, llamado El orín come el hierro, el agua come las piedras o el sueño de Alicias, basado en la Alicia, de Carroll. Era bombardeadoramente feminista, fuera de época en todo caso, cuando el tópico no estaba en ebullición. Después hago Hécuba o el gineceo canino, sobre una mujer que mata a sus 50 hijos desde otro lugar, por otra condición. Hice una reversión de Tiestes y Atreo para marcar la cosa del falogocentrismo puesto en el cuerpo de la mujer. Repito mucho esto: trabajo muy bien con las mujeres, tengo mucha afinidad, hay un material sensible y muy potente. Por otro lado, hay en términos proporcionales muchas mejores actrices que actores. En todos los campos: comercial, independiente, estatal. No hago una reivindicación del feminismo per se, pero por supuesto que entiendo que si podemos hablar en la posmodernidad de un sujeto histórico, el próximo sujeto histórico va a ser el feminismo. Ojalá así sea y que las reivindicaciones por las que viene luchando desde comienzos del siglo XX se concreten. Yo no busco ningún tipo de rédito. Son problemas que me atraviesan a mí, por tanto los planteo como artista.

-Hay muchas obras con perspectiva de género. Y particularmente la maternidad se impone como tema en libros, películas, series… ¿cómo generar un abordaje novedoso, o cómo no caer en la zona políticamente correcta?

-No diría "novedoso" porque es pretencioso e incluso el concepto de lo nuevo ya no sirve en arte. Pero la expresión diferenciada podría estar dada quizás en el hecho de que (esta obra) plantea al feminismo o a lo femenino una pregunta que no tiene respuesta. Hay un abordaje complejo como para dar una respuesta inmediata, entonces el espectador no puede tomar partido de manera automática. Por lo general esos tránsitos hacia el feminismo en obras, películas, libros suelen dar respuestas, afirmar. Y la incorrección se cancela. Entonces, adolecen del pensamiento crítico porque temen el riesgo de la cancelación. Yo a esta altura no tengo ese riesgo. No creo que esté en un lugar como para ser cancelado y al mismo tiempo tengo un tránsito con el cual puedo reivindicar que mi trabajo no es cancelable de manera automática o banal. Al mismo tiempo el espectáculo no plantea ningún tipo de lugar políticamente incorrecto, sino solamente una pregunta.

-¿Qué te interesa generar en el espectador?

-Lo que me interesa es desarrollar una aproximación de comprensión, que se entienda como la puesta en relación del pensamiento crítico, el sensible y el sensorial. El impacto y, después, la decodificación del impacto es lo que me interesa. La relación entre el pensamiento disparatado y el articulado o aristotélico. Esa tensión me interesa, de modo tal que cada espectador pueda tener una experiencia, una lectura única. No hay imposición de ideas, una voluntad pedagógica de enseñarle al mundo por dónde tiene que ir. Son los interrogantes que me hago en la vida, sobre los tópicos que me quitan el sueño, mis fantasmas. 

-Después de haber hecho 80 obras ¿qué te sigue atrapando de hacer teatro?

-El hecho de que sea un interrogante. Nunca tengo prevista cómo va a ser la próxima obra ni cuál. Eso me permite tener un eros intacto en relación al deseo de producir. Y es un aprendizaje. Soy una persona muy curiosa.

-¿Seguís sin ver teatro ajeno? ¿Es para no contaminar tu práctica?

-No es contaminación... los lunes doy clases, y el lunes pasado decía: es una cosa medio autista que me permite tener una independencia absoluta de lo que está de moda. No sé cuáles son los actores de moda, los tópicos, las formalidades, iluminadores, vestuaristas que están dando vueltas. Desconozco eso y es una estrategia. Alguna vez voy por compromiso con algún amigo que me lo pide. Pero trato de no ir porque hace mucho que dejé de encontrar espectáculos que me interesaran. Tengo mucho vicio de director, me siento a ver un espectáculo y tengo ojos de Rayos X. Veo todo lo que está mal y no disfruto un carajo. No tiene esto un rasgo de megalomanía ni de creerse superior. Es para preservar una estética, un modo de aproximarme al hecho artístico, singular e irrepetible de algún modo. Y al mismo tiempo para no encontrarme desilusionado frente a experiencias que me aburren, me hacen perder el tiempo y  pensar que podría estar leyendo en mi casa lo más contento.

-¿Cómo es mantener esta dupla amorosa y creativa con Maricel Alvarez?

-En el ’99 empezamos a estar juntos. Tuvimos diferentes facetas. En principio Maricel era muy jovencita, entonces yo era el director y ella actuaba. Después empezó a tomar independencia, a dirigir sus obras. A veces yo participaba en las obras de ella y a veces ella en mis obras. En casi todas mis obras participa. Tenemos una relación no sólo de mucho apoyo, sino de consulta. Somos los que le ponemos el freno al otro, le hacemos ver algo que no está viendo. No es simbiótica sino dialéctica la pareja. Por eso creo que resistimos durante tanto tiempo conviviendo como pareja amorosa y al mismo tiempo produciendo artísticamente. 

Dedicada a la memoria de Gabo Ferro

Medea meditativa está dedicada a Gabo Ferro, quien iba a participar del espectáculo. Incluye una canción suya. Sucede que García Wehbi comenzó a elaborarla previamente a la pandemia. Además de Gabo, estaba en el equipo Diana Szeinblum, a cargo de la coreografía: era una propuesta con el acento más puesto en el cuerpo. Hubo ensayos durante una semana. Llegó la pandemia. Pasaron dos años hasta que reabrió la sala Luisa Vehil. Gabo había fallecido; Szeinblum estaba con otro proyecto. Cuando García Wehbi vuelve a su Medea le cambia el enfoque.

Con Gabo eran "muy amigos". De él dice que era "un ser excepcional, de otra galaxia", un "erudito" que sabía de Historia, Lengua y Gramática y que pese a eso conservó siempre un "perfil bajo". El cantautor lo había contactado por mail en 2013, cuando  estaba haciendo una tesis sobre monstruos y vampiros en la época de Rosas, y estaba interesado en El matadero. un comentario, ópera de cámara del director. "Me pidió el texto y lo invité a casa para mostrarle un libro de fotos. Después vino a una charla que di, estaba entre el público, le dije que teníamos que hacer algo juntos. En la Bienal de la Performance de 2015 le propuse hacer algo sobre Artaud. Y quedamos muy amigos, cercanos. Compartíamos un modo de pararnos frente a la máquina de producción capitalista del arte, un gesto de resistencia micropolítico, no ostentoso. Era generoso, abierto, cálido, solidario. Se podía quedar sin comida y te daba lo que tenía. Murió sin un mango", lo recuerda el artista.