En el 2018 comenzó a gestarse el proyecto de investigación Culturas de la violación. Enfoques feministas desde el sur, con el objetivo de conformar un marco teórico-metodológico sobre la resignificación de la noción y construcciones de las “culturas de la violación”.

Un equipo de 9 mujeres de la Universidad Nacional de La Rioja (UNLaR),se propuso investigar sobre “los diferentes estratos simbólicos y las prácticas, los discursos y las normativas, las representaciones artísticas y los mitos patriarcales y coloniales, las invisibilizaciones y las revictimizaciones, entre otros elementos culturales, atravesadas por nuestras propias configuraciones de género/clase/raza, que permita habilitar una mayor comprensión de las complejidades que construyen las culturas de la violación para configurar nuevas categorías y genealogías desde miradas situadas".

Luego de la investigación y revisión teórica sobre los feminismos del norte y del sur, el trabajo de campo incluyó la realización de 7 entrevistas a personas de diferentes perfiles.

“Nos interesaba mirar el concepto de cultura de la violación, quiénes miraban ese concepto y si había un interés en ese concepto desde la academia, porque se había trabajado mucho en los feminismos del norte, pero no así en los feminismos del sur y en Argentina no veíamos ese término. Nos interesa porque se utilizan en los testimonios de las sobrevivientes, en cómo se apropiaban y qué significan en ese uso. También incorporar el concepto de contraculturas que se construye para oponerse a la cultura de la violación”, explicó a La Rioja/12 Magdalena Díaz Araujo, historiadora y docente de la UNLAR, impulsora del proyecto.

Taly Baran Attias, antropóloga (CONICET), comentó que “había que salir de la universidad a las militancias para buscar y validar ese saber de quienes vienen poniéndole el cuerpo, interviniendo, repensando y desde su rol (de investigadoras) establecer un diálogo entre la academia y los saberes sobre estos discursos que estaban disponibles”.

En el ciclo de entrevistas están los relatos de sobrevivientes como Lucila Maraga, defensora de los derechos humanos y sociales, Analía Yoma, comunicadora, periodista, docente y feminista y Julián Bártoli, empresario, sobreviviente e Integrante de la Red de Sobrevivientes de Abusos Eclesiásticos de Argentina. 

También Lili Rodríguez, feminista y psicóloga de la Red de Sobrevivientes de Abusos Eclesiásticos de Argentina, María Cecilia Pagani, escritora y docente riojana, Claudia Cabrera, Referente ESI nivel primario en La Rioja, y Juan Gabriel Funes Grimaux, gestor cultural, artivista transfeminista.

Macarena Mercado Mott, politóloga (CONICET), entrevistó a Lucía Maraga reconocida por su lucha por los derechos humanos y activista en los feminismos en La Rioja. “Para Lucía el concepto de sobreviviente de violencia sexual tenia un antecedente y es ser sobreviviente del terrorismo de Estado. Me decía que el definirse sobreviviente no tiene que ver con la sobrevivir, es decir, continuar viviendo después de algo que te pasa, sino que no tenía sentido si no había otro que escuchara a esas personas y referenciaba a la Justicia. De nada sirve que hablemos sin alguien que escuche”, rescata Mercado Mott de ese relato.

“Lo vinculaba a una cuestión política de decir ya no somos víctimas sino sobrevivientes y ella me decía que todo perdía sentido sino se escuchaba y si no había justicia. Son esas voces que estiran esos conceptos”, afirma la politicologa y agrega: “ellas dieron una lucha contra el terrorismo de estado y lograron que las violaciones en los centros clandestinos sean consideradas de lesa humanidad. No habló de reparación, pero sí de visibilizar como las violaciones fueron prácticas de disciplinamiento”.

Barán Attias entrevistó a un sobreviviente de abusos sexuales eclesiásticos. “Me tocó entrevistar a un sobreviviente de la Red de Abusos Eclesiásticos, un varón adulto y me decía que pudo entender lo que vivió sistemáticamente en su infancia y adolescencia cuando escuchó a Thelma Fardin y eso es impresionante. Que una se pueda espejar en otra experiencia y que la parte de esa biografía de una persona habla de lo sistemático y lo político y que no es algo aislado. Hay una sistematicidad y por eso es tan enorme cuando una sobreviviente habla y otras se sienten parte de la historia”.

Consideró además que “hay un elemento clave en la cultura de la violación y es la impunidad sostenida colectivamente” y por ello advierte que un dato que se salió en todas las entrevistas es que “el sistema judicial es encubridor. Quienes definen las categorías sean los discursos jurídicos es la trampa perfecta para sostener la cultura de la violación”.

“Existen determinados roles y jerarquías que son parte de nuestro sentido latinoamericano y pienso en el rol de los curas y que pueden llevarse un montón de chicos a un campamento y las familias entienden que el mejor lugar de sus hijes es un campamento o una parroquia y que son habilitantes de prácticas abusivas y violentas”.

Diaz Araujo agrega que “al proceso de sobrevivencia hay que pensar en la necesidad de lo colectivo, esa construcción que te sostiene”.

Contracultura de la violación

Victoria Estrada, es politóloga y  afirma que “la contracultura de la violación es poner en palabras. Identificarse como sobrevivientes es poner en palabras lo que te sucede para que otras personas pueden identificar, en ese relato, sus propias vivencias que también como esa lucha necesariamente es colectiva el sentirse acompañade. También la cultura de la violación es colectiva y no sucede de manera aislada. Legitima y naturaliza y mucho tiene que ver con lo que no se habla desde ese concepto o se usa palabras para referirse a estas violencias”.

“Poner en palabras es la contracultura de la violación. Pienso en la literatura desde (Cecilia) Pagani en al Rioja hasta Despentes. Simbólicamente esa resistencia es fundamental para tener el relato y lograr esa resistencia desde la pablara que puede ser escrita o cualquier tipo de expresión. Pagani pone en cuestión un montón de temas la cultura de la violación y se anima hacerlo”.

Mercado Mott señala el entramado en el que se construye esta cultura y que incluye el poder judicial, los medios de comunicación, la educación, la religión. “Son estructuras gigantes que operan no solo para construirla sino también para sostenerla. La importancia de algunas cosas conseguidas como la ESI y lo de reforma judicial feministas. Hay como un horizonte posible para desentramar. Y por eso en la selección de los perfiles seleccionamos personas que están en organizaciones y espacios institucionales y contribuyen para las contraculturas”.

“Reparar es un proceso enorme largo y no es una respuesta judicial. En todos los casos la clave está en colectivizar algo porque la denuncia es individual y la víctima es individual al igual que la reparación, pero el disciplinamiento es colectivo. Hay algo en el compromiso de modificar las condiciones de la impunidad de un sistema, reparar esas lógicas”, responde Barán Attias y opina que “para pensar en términos de reparación no hay que caer en que la Justicia resuelve todo, pero tampoco es algo que se deba descuidar".

Leila Torres, Comunicadora y docente de la UNLaR tuvo la tarea realizar las entrevistas. “El proyecto significó poder trabajar una investigación con la epistemología feminista y viene a plantear no solo nuevas temáticas sino a plantear, dentro de la academia machista y patriarcal, una producción, un hacer del conocimiento, la justificación de ese conocimiento desde el punto de vistas de las mujeres. Nos hemos centrado en conflictos que nos atraviesan a las mujeres que es la violencia y hemos sido agentes políticas de nuestro propio conocimiento y con una visión que siempre se han pasado por alto“.

También son parte de este proyecto Noelia Zalazar, abogada y doctoranda en Filosofía, docente de la UNLAR, Marianela Peña Pollastri, Lic. en Letras, egresada de la UNLAR, Nadia Arce, estudiante en Ciencia Política en la UNLAR y Aldana Cuello, filósofa.