Si bien cumplir años siempre es especial, hay fechas más icónicas que otras. Y para la Universidad Nacional de Lanús (UNLa), este aniversario no fue uno más. La institución alcanzó el cuarto de siglo de vida, tiempo en el que logró un desarrollo sostenido con un profundo impacto social y académico para la región que se explica en los números: el 80 % de sus egresados son primera generación de universitarios.

Sobre la base de un predio abandonado que pertenecía al Ferrocarril General Roca, con terrenos llenos de chatarra, vagones oxidados y antiguos recuerdos de los talleres que allí funcionaban, reflejo de un país desecho por el neoliberalismo, se erigió un campus de 23 hectáreas, con 61.154 metros cuadrados de edificios con aulas, oficinas, espacios culturales, un aula magna, un museo interactivo de ciencia y tecnología y un centro de exposiciones. La fecha oficial de la fundación es el 4 de junio de 1997.

La UNLa pasó de 639 estudiantes cuando comenzó a funcionar, a contar con más de 34 mil en la actualidad. Y si bien sus 26 carreras de grado forman parte de una atractiva oferta educativa, uno de los ejes que distingue a la institución es el modelo al que apunta. “Tenemos una idea de universidad fuera de lo tradicional, y tiene que ver con encarar los problemas que tienen los pueblos y el país que integramos. Las carreras y nuestro trabajo e investigaciones están pensados en función de estos aspectos”, explicó el jefe de Gabinete de la casa de estudios, Indalecio González Bergez.

Convencido de la necesidad de poner la universidad “al alcance del vecino”, aseguró: “Los estudiantes no vienen solamente a formarse en una carrera de grado. Por eso decimos que no se trata de un espacio destinado a una elite académica, sino que intentamos romper con esas barreras y creencias. La idea es que todos puedan ir a la universidad”.

Como acción concreta ante esa propuesta, la UNLa cuenta dentro de su campus con una escuela de oficios con clases de panadería, carpintería y mecánica. “Es algo poco común, porque tradicionalmente se piensa que los oficios son una rama de la educación, y la universidad va por otro lado. Nosotros apostamos por un conocimiento integrado que no distinga clases sociales”, afirmó González Bergez.

Escuela Judicial: un viejo anhelo

Con motivo de las celebraciones por los 25 años, se inauguró la Escuela Judicial Manuel Dorrego, un edificio de 1.584 metros cuadrados, que antes funcionaba como taller de fundición de la línea Roca, con capacidad para 1.080 alumnos. Hay diez aulas, una oficina para la atención de estudiantes, sanitarios, una bedelía, una sala de equipos y un depósito.

Si bien en este espacio cursarán alumnos de las carreras del Departamento de Planificación y Políticas Públicas, de la Licenciatura en Justicia y Derechos Humanos –carrera inédita en el país y Latinoamérica–, la idea es garantizar el acceso de estudiantes de distintas orientaciones para potenciar el intercambio de conocimientos.

La obra había comenzado en 2015, pero al año siguiente quedó paralizada por falta de presupuesto. “La suspensión de este proyecto formó parte de la política antiuniversidad pública llevada a cabo por el gobierno de Cambiemos, en la que todo tipo de inversión académica quedó pulverizada”, lamentó González Bergez.

A fines de 2020, gracias al aporte del Programa Nacional de Infraestructura Universitaria, impulsado por el Ministerio de Obras Públicas, en coordinación con el Ministerio de Educación, se retomaron las obras, que en un año y medio quedaron concluidas.

Por otra parte, se presentaron dos libros: El límite democrático de las expresiones de odio. Principios constitucionales, modelos regulatorios y políticas públicas y El abordaje alimentario-nutricional comunitario en los territorios.

Para la primera obra se organizó un panel con la presencia de Víctor Abramovich (UNLa), uno de los coordinadores del volumen; Brenda Dvoskin (Harvard Law School); Guillermo Mastrini (UNQ-UBA-CONICET); Mariana Marques (Amnistía Internacional) y Sandra Chaher (Comunicación para la Igualdad).

El segundo libro es una investigación vinculada, según indicó González Bergez, con la vocación de la institución por resolver problemas reales que tiene la sociedad: “El objetivo no es otro que acercar información concreta sobre los alimentos tanto a la población como a las empresas, que nos piden con frecuencia distintas certificaciones o evaluaciones dentro de nuestros laboratorios. El libro es una consecuencia de la investigación realizada tanto por docentes como por alumnos que trabajan sobre esa línea”.

Entre las actividades realizadas durante la semana de festejos hubo charlas sobre la historia de los talleres de Remedios de Escalada, la industria nacional del videojuego y las redes comunitarias, visitas a la huerta agroecológica y el Centro Interactivo de Ciencia y Tecnología Abremate, además de una jornada de educación ambiental en la que se analizó el ciclo de vida de los residuos y la economía circular.

Una propuesta de cooperación

“La variedad de ofertas académicas en la zona sur del conurbano responde a la gran cantidad de densidad poblacional existente, y evita el traslado a otros puntos como Buenos Aires o La Plata, lo que conlleva una mayor inversión económica y de tiempo. Si no hubiera una universidad en Lanús, muchas familias que viven cerca no habrían podido tener profesionales”, remarcó González Bergez.

Esa posibilidad de acceder a estudios superiores, junto con la gratuidad del sistema y la amplitud de carreras, son algunas de las razones que explican por qué el 80 % de los graduados de la UNLa son primera generación de universitarios.

“Es un porcentaje altísimo que confirma nuestra intención de aportar a la distribución del conocimiento en la sociedad que habitamos”, subrayó. En esa línea, puso énfasis en una integración permanente que busca romper con las barreras establecidas “por la vieja universidad”.

“Hay una palabra muy utilizada dentro del ambiente superior que es el ‘claustro’, en referencia a una academia o elite que sabe y conoce por encima de una plebe ignorante. Por esa razón, nosotros contamos con una Secretaría de Cooperación Universitaria y no de Extensión que tienda un brazo dadivoso hacia el resto. La meta es aprender del resto, y es por ello que continuamente estimulamos a los vecinos a participar de distintas actividades”, explicó.