Si se observa el Campeonato Mundial de Natación en Budapest que termina con el previsible triunfo de Estados Unidos, y con muy buenas actuaciones de Italia, Francia y el local Hungría, se presentan distintas aristas para la información.

En el plano individual, sorprendieron o no las bajas actuaciones de algunas de las estrellas presentes. Una irreconocible Hoszu a la que le costó clasificar en finales, un Dressel autoretirado al tercer día por problemas de salud no especificados, una Sjostrom menos activa que en otros torneos.

Si sumamos la ausencia del inglés Peaty nos encontramos con que la mayoría de los participantes de mayor peso en la ISL, que trajinaron decenas de pruebas en los últimos meses, no pudieron sostener ni en marcas ni en volumen de participación este torneo, quizá como consecuencia de esas apariciones.

Los golpes no son vitaminas decía un cronista de boxeo. En natación una puesta a punto por fin de semana durante meses, relega al individuo en su evolución. La natación no es el fútbol, simpleza que se suele olvidar.

En cambio, surgieron nuevas estrellas como el velocista rumano Popovici,  la canadiense Macintosh, y el polifacético francés Marchand, y la renovada confirmación estelar del mariposista húngaro Milak, y la fondista estadounidense Ledecky.

Sin embargo, también este Mundial ha estado cruzado por controversias técnicas y políticas. Entre las que abarcan ambos espectros, la primera es sin lugar a duda la inteligente medida de la Federación Internacional (FINA) para proteger al deporte femenino, al controlar racionalmente el vacío de regulaciones para evitar la irrestricta participación de atletas trans con mujeres en las mismas pruebas.

Y al mismo tiempo, abrir una puerta para la creación de otra categoría, lo que es claramente una resolución superadora de la anterior restricción propuesta por la Comisión Médica del Comité Olímpico (COI).

Surgen por supuesto controversias, algunas algo ignorantes del tema y otras profesionales en todo el sentido. Al respecto, vemos una propuesta casi delirante de la atleta y científica Joanna Harper, quien propone la eliminación de las categorías binarias en eventos deportivos. Es decir, cancelar la división entre hombres y mujeres y su reemplazo por un escalafón basado en los niveles medidos de testosterona, para la categorización de las competencias.

Una locura, o casi una mala novela de ciencia ficción, que por ahora encuentra difusión, pero no adeptos. Ojalá así continúe.

* Ex Director Nacional de Deportes.