Desde Santa Fe

El Tribunal Oral de Santa Fe ordenó investigar el secuestro y las torturas de una testigo de cargo, Amalia Antonini, que no tenía militancia política, pero fue capturada por un grupo de tareas en Paraná, el mismo día que fusilaron a su ex esposo Carlos Cattáneo en Santa Fe, en un operativo del Ejército y la Policía Federal, el 27 de febrero de 1976. Amalia declaró en el juicio a la patota que está imputada por la persecución a militantes del PRT: los “homicidios calificados” de Cattáneo y de Fernando Lucio López, que tenía 17 años y la “privación ilegítima de la libertad agravada” y “tormentos agravados” de sus compañeros: María Inés Gutiérrez, Carlos Courault y Eusebio Cabral. “No sabía en qué momento de mi vida estaba”, les dijo Amalia a los jueces, al relatar –por primera vez en 46 años ante un tribunal- el shock de aquella tarde y sus secuelas: el allanamiento a la casa de un pariente de Cattáneo que la había alojado a ella y al hijo de ambos, Aníbal, de 10 meses; su arresto, la separación forzosa de su bebé, los suplicios en la comisaría 5ª de Paraná y en la Unidad Penal de Mujeres y el traslado a la cárcel de Villa Devoto, en Buenos Aires, donde recuperó su libertad un año después, el 23 de abril de 1977.

El 25 de febrero de1976 -dos días antes de la caída-, Amalia se reencontró con su ex esposo, en Paraná. “Carlitos –como le decían a Cattáneo- fue a la casa de ese familiar a ver a su hijo”. “¿Cómo lo observaste en ese encuentro?”, le preguntó la abogada querellante, Lucía Tejera, que representa a Hijos. “Perseguido. Esa fue la sensación que tuve”, respondió Amalia. “Más allá de lo que haya podido ocultar un poco porque estábamos con nuestro hijo, pero era así”.

Cattáneo regresó a Santa Fe y a las 48 horas, el viernes 27, el grupo de tareas asaltó la casa de Primera Junta al 3400, donde vivía con su pareja, María Inés Gutiérrez, que estaba embarazada. En el juicio, Inés contó que apenas vieron el despliegue militar escaparon por techos y tapiales hasta salir por la calle de atrás, San Lorenzo, donde fueron acribillados. Los dos cayeron heridos. Cattáneo quedó inmóvil en la vereda, uno de los represores que los perseguía se detuvo frente a él y le disparó tres balazos por la espalda. Cuando se acercó a ella, Inés le gritó: “¡No me tire, no me tire, estoy embarazada!”. Otro de los heridos, “Lucho” López falleció en el hospital Piloto, y ella también escuchó su último grito.

El sumario de la Policía Federal señala que el operativo comenzó “alrededor de las 14.45”. Amalia dijo que a ella la fueron a buscar a Paraná, a las 16.45, dos horas después. “Eran tres personas con uniforme azul y armas largas. Yo estaba en la casa de un familiar (de Cattáneo) con mi hijo de 10 meses. No sabía absolutamente nada de lo que había pasado”. Recién se anotició a los dos días “en un calabozo” en la Comisaría 5ª, donde le acercaron una hoja del periódico. “Creo que era ‘El Diario’ de Paraná, y ahí me enteré de las muertes y de los presos”.

Amalia no era militante y se había separado de su ex esposo mucho tiempo antes de su secuestro. Su testimonio en el juicio completa la trama de la persecución política a Cattáneo, a su familia y a sus compañeros. “Carlitos era muy joven. Una persona muy buena, muy afectiva, muy empática. Le gustaba mucho dibujar, viene de familia de dibujantes”, lo recordó.

La historia de los Cattáneo es la de una familia devastada por el terrorismo de estado. El 30 de enero de 1976, Marita Cattáneo –hermana de Carlos- fue secuestrada en su casa en Reconquista. Su esposo, Mario Cuevas, zafó por minutos porque se pudo escapar por el techo. Mario era peronista revolucionario. Marita cayó en una “razzia militar” –como la llaman en Reconquista- sin precedentes. Un operativo de persecución política del Ejército, la Fuerza Aérea, la Policía Federal, la Policía de Santa Fe, la Guardia Rural Los Pumas y la Prefectura que copó la ciudad, allanó decenas de domicilios y detuvo a unas 40 personas, entre ellas dos niñas. Los caminos de acceso fueron cerrados, mientras aviones Pucará de la Brigada Aérea sobrevolaban la zona.

En ese clima de terror, el 19 de febrero de 1976, Marita pasó a disposición del Poder Ejecutivo (decreto S 689). Su marido ya había escapado hacia el Chaco. Y el hijo de ambos, Mario Andrés, de un año, quedó con los abuelos, Carlos y Carmen Cattáneo. Amalia Antonini se fue de Reconquista con Aníbal, de 10 meses. La razzia del 30 de enero y el escape increíble de Mario Cuevas fueron contados con detalles por el investigador Raúl Héctor Borsatti, otra de las víctimas de la persecución política, en su libro “Solo digo compañeros”.

El 27 de febrero de 1976, la patota del Ejército y la Policía Federal atacó la casa de Primera Junta al 3400. Cattáneo fue asesinado en la vereda. Su pareja, María Inés Gutiérrez, sufrió una herida gravísima en la pierna izquierda que la obligó a una internación de meses, inmovilizada, en el Hospital Piloto, donde estuvo al borde de la muerte. La beba de ambos nació prematura, el 6 de junio de 1976. Sobrevivió 16 días, hasta el 22. La pérdida de Livia –el nombre elegido- “fue más de lo que yo podía soportar. No tengo palabras para explicarlo", les dijo Inés a los jueces. La misma tarde del operativo, Amalia era secuestrada en Paraná y su hijo quedaba a cargo de los abuelos Cattáneo que ya cuidaban a su otro nieto, Mario Andrés. 

Después del golpe del 24 de marzo, otra incursión punitiva en Reconquista allanó la casa de los Cattáneo y secuestró a Carmen, la madre de Carlitos y Marita, que estuvo presa durante meses en la Guardia de Infantería Reforzada en Santa Fe. Carmen falleció en julio de 2016. Una de sus compañeras de cautiverio, Silvia Abdolatif, la recordó en estos días del juicio al que no llegó a dar testimonio. "No olvidamos tu presencia, tu mirada, tus silencios, tu canto en el corto recreo. Tampoco olvidamos tu risa y tu profundo dolor".

El 16 de noviembre de 1976, Mario Cuevas ingresó a la Unidad Penal 7 de Resistencia con una herida en la rodilla izquierda. Tenía 28 años, 60 kilos. El 31 de marzo, a la semana del golpe, el capitán Danilo Sambueli, que era el jefe de inteligencia de la III Brigada Aérea y asumió como interventor de la Municipalidad de Reconquista ya había decretado su cesantía en el municipio. Si iba a trabajar, lo hubieran desaparecido. Uno de sus compañeros en la prisión de Resistencia, Ricardo Ilde, contó que lo vio muy mal. Le dijo: “No doy más, me torturaron en el hueso de la herida, me pegaron un balazo”. El 13 de diciembre de 1976, Mario fue uno de los 22 presos políticos fusilados por personal del Ejército que respondía a VII Brigada –a cargo del general Cristino Nicolaides- en cercanías de la localidad de Margarita Belén.

Amalia Antonini dijo que tras salir libertad en abril de 1977 regresó a Reconquista, donde se quedó “a vivir hasta hace cuatro años”. “Me reencuentro con mi hijo, que ya tenía dos años”. Aníbal y su primo Mario habían quedado con el abuelo, Carlos Cattáneo, el único libre. En meses, habían fusilado a su hijo en Santa Fe y a su yerno en Margarita Belén, mientras todas mujeres de la familia eran presas políticas: Carmen, Marita, Amalia y María Inés Gutiérrez.

Ante una pregunta, Amalia dijo que era la primera vez –en 46 años- que relataba ante los jueces su secuestro y los tormentos en la dictadura. A pedido del fiscal Martín Suárez Faisal, el Tribunal ordenó entonces remitir copia de su testimonio en el juicio a la unidad de derechos humanos de Paraná para que “se inicie la investigación de los hechos padecidos por la testigo”.