El desprendimiento del glaciar de la Marmolada, en el norte de Italia, causó el fallecimiento de siete personas, heridas de gravedad en otras ocho (dos que permanecen en cuidados intensivos) y, al menos, 19 desapariciones. El fenómeno, al mismo tiempo, también trajo consigo otro debate en torno a las causas. Aunque la naturaleza está colmada de eventos imprevisibles, sobre los que es difícil --si no imposible-- planificar, existe un detonante de carácter estructural que está directamente relacionado al desprendimiento del glaciar: el cambio climático.

El primer ministro, Mario Draghi, visitó los Alpes italianos y relacionó la avalancha de hielo, nieve y rocas con el calentamiento global: "Esta es una tragedia que seguramente tenía un elemento de imprevisibilidad, pero también está sin duda relacionada con el deterioro del medio ambiente y la situación climática". El Papa, a través de sus redes sociales, hizo lo propio: "Las tragedias que estamos viviendo con el cambio climático deben impulsarnos a buscar urgentemente nuevas formas que respeten a las personas y la naturaleza". Un dato elocuente es que el desprendimiento se realizó al día siguiente de registrarse el récord de 10°C en la cima del glaciar, fenómeno que pudo haber acelerado el deshielo.

“Hay que pensar que el cambio climático es lo que nosotros le estamos haciendo al clima, en términos de emisiones de gases de efecto invernadero. Es un condicionante que genera un montón de situaciones. La de los Alpes italianos puede caratularse como la catástrofe de montaña más trágica del siglo en Europa”, advierte Lucas Ruiz, investigador del Conicet en el Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales de Mendoza. En el presente, el especialista realiza una estadía de trabajo en el Laboratorio de Glaciología de la Universidad de Grenoble, una de las instituciones del rubro más importante del mundo y que se sitúa relativamente cerca del lugar de los hechos.

Los rescatistas aún recorren la zona en busca de rastros y nuevas pistas que puedan dar con el paradero de los excursionistas desaparecidos desde el domingo. Sin embargo, por las condiciones del lugar, señalan que las chances de hallarlos “son casi nulas”. De hecho, el primer ministro no pudo descender en la zona con helicóptero. Debió modificar la ruta trazada y llegó en automóvil previo descenso en una latitud cercana.

El foco en la acción humana

Aunque establecer relaciones causales en el campo científico suele ser tentador, a menudo resulta más complejo de lo que parece. Los científicos no se animan a hacerlo si no existe una evidencia contundente, y prefieren aportar matices que, de cualquier manera, pueden funcionar como pistas. En esta línea, Ruiz comenta: “En el presente, me encuentro muy cerca de la zona y desde hace una semana estamos afrontando una ola de calor impresionante. Si bien es muy difícil asociar esta ola de calor puntual al cambio climático, lo que sí podemos afirmar es que los eventos climáticos extremos ocurren con más frecuencia gracias al cambio climático”. Y continúa su razonamiento, enfocándose en la tragedia: “De la misma manera, no podemos decir que se cayó este pedazo de hielo por culpa de que emitimos más dióxido de carbono, pero repito: está comprobado que este tipo de desprendimientos en los glaciares ocurren con mayor frecuencia debido al cambio climático”.

Si bien los deshielos de los glaciares responden a una variabilidad natural; en el presente, de acuerdo al último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, sus siglas en inglés), “existe un grado considerable de certeza para afirmar que la tasa a la que actualmente se derriten no tiene precedentes en los últimos 2.500 años”. Y la señal es clara: cuanto más dióxido de carbono se libera a la atmósfera, el retroceso de estas masas inmensas de hielo y nieve se torna cada vez más significativo.

Precisamente, en términos de retracción de glaciares por el cambio climático, la región de los Alpes italianos es una de las más perjudicadas y, según las proyecciones que realizan los equipos internacionales, será una de las más afectadas de cara al futuro. “Si en los Andes, el retroceso que veremos en los próximos años será de un 40 por ciento con respecto al volumen actual, en los Alpes alcanzará entre un 60 y un 90 por ciento. Es una región que sufrirá muchísimo y, además, hay que tener en cuenta que está muy poblada”. Por este motivo, es muy común que cuando sucede algún fenómeno de este calibre, se observen infraestructuras afectadas. El obstáculo adicional para esta ocasión es que no hubo aviso: no se estaba monitoreando esa porción del glaciar ni se consideraba un potencial desprendimiento.

Bajo esta premisa, como a los fenómenos hay que observarlos de manera integral, los efectos se retroalimentan. También participa un factor determinante relacionado a la actividad humana como es la contaminación. “Hay que pensar que la nieve y el hielo se van poniendo más oscuros con la polución y eso provoca que absorban más calor. De esta manera, los glaciares se derriten más rápido y nieva menos”, explica el experto. Una cadena de acontecimientos que se acumulan y ruedan como avalancha irrefrenable.

Un problema por varios motivos

El retroceso de los glaciares representa un conflicto por varios aspectos. Por un lado, constituyen reservas de agua fundamentales para la vida. Así lo describe Ruiz: “No contar con ellos significa que parte del agua que la humanidad pensaba que iba a tener en el futuro, ya no la tendrá. Constituyen una fuente de agua limpia y cristalina, a una temperatura cercana a 0° C, que favorece una cadena trófica que puede habitar la Tierra gracias a que existe esa calidad del recurso”. E insiste: “Todos los organismos que se favorecen y componen este ecosistema, con estas características, ya no van a estar más”.

Los glaciares actúan, asimismo, como mitigadores de las sequías: los ríos que no cuentan con glaciares en sus cabeceras, en el verano tienden a secarse. “Cuando se producen las sequías hidrológicas (aquellas asociadas a la falta de precipitaciones), los ríos alimentados de nieve y de lluvia vienen secos, a diferencia de los que cuentan con glaciares, que disponen de un reservorio de agua en estado sólido que se derrite”, puntualiza. Como resultado, al no disponer de los glaciares, las sequías podrían volverse más severas en el mediano plazo. En regiones con climas áridos, sobre todo, su rol es “superlativo”.

En noviembre de 2022, Egipto será sede de una nueva Cumbre de cambio climático (COP27). Los Estados, una vez más, deberán rendir cuentas sobre lo que estuvieron haciendo en materia de mitigación de los efectos del cambio climático durante los últimos cinco años. Acontecimientos como el desprendimiento del glaciar de la Marmolada en los Alpes italianos o los incendios en la Amazonia constituyen pruebas fehaciente de que el rumbo actual está lejos de no desembocar en una catástrofe.

[email protected]