La circulación comercial de cine latinoamericano es una de las tantas falencias de una distribución y exhibición regional cada vez más concentrada en pocas producciones (todas ellas pertenecientes a franquicias, animación familiar y/o superhéroes) capaces de traccionar público a las salas. Una tendencia previa a la proliferación de sitios de streaming y que ahora, con los ecos de la pandemia todavía resonando, no hizo más que acentuarse. En este contexto de falta de diversidad audiovisual, la tercera Semana del Cine Latinoamericano, que se realizará entre el 11 y el 17 de julio en El Cultural San Martín (Sarmiento 1551), asoma como un pequeño aunque atendible paliativo, con sus más de 20 cortos, un par de mediometrajes y seis largos provenientes de todo el subcontinente, que podrán verse en pantalla grande con entrada libre y gratuita.

“Desde 2017 nos impulsa el deseo de generar un espacio en el que el cine latinoamericano de autor se encuentre con el público. Nos gustan las películas donde sentimos que el autor nos abre su mundo, una mirada personal y comprometida sobre su entorno, y donde se distinguen marcas propias de un estilo”, dicen los organizadores sobre el ciclo que abrirá fuego este lunes a las 18 con un programa de cortos integrado por Todos los rostros que amo se parecen, de los brasileños Davi Mello y Deborah Perrotta, y las producciones nacionales Algunas cosas que sabíamos sobre la miel, de José Luis Santos; No es un Juego, de Lucas Olivares; Gualicho, de Damián Mastroleo, y Reina, de Florencia Calcagno. Pautada para dos horas más tarde, la segunda función tendrá al corto local Un niño solo, de Miguel Garcés, y La francisca, una juventud chilena, del chileno Rodrigo Litorriaga, una ficción centrada en una chica que sueña con abandonar su ciudad y ayudar a su hermano autista, quien tendrá un nuevo profesor que cambiará el panorama de ambos.

Al igual que el lunes, el martes habrá una selección de cortos a las 18 y un combo corto + largo a las 20. En ese primer turno se verán La gran juntaza: Crónica de un país en resistencia, del colombiano Tomás Méndez; Carta de Licanantai, del colectivo chileno VlopCinema; y las argentinas Amor de verano, de Eline Marx, y Excelentísima señora, de Ana Sol Alonso y Teresita Cherry. El doble programa nocturno tendrá dos producciones nacionales: el corto En este momento las cataratas están sonando, de Josefina Horquin, y el largo Israel, de Ernesto Baca, uno de los referentes de la experimentación fílmica gracias a sus intervenciones en rollos de 16 mm y filmaciones en Súper-8.

Tarará

En la primera función del Ecuador de la semana laboral se verá el mediometraje mexicano Temazcal Toci, de Laetitia Guerin, y el corto brasileño Urubá, de Rodrigo Sena, mientras que dos horas más tarde será el turno de la brevísima (apenas dos minutos de metraje) Cuando fuimos felices, de la argentina Felicitas Victoria Páez, y el documental nacional Tarará, en la que el realizador Ernesto Fontán recupera lo ocurrido con miles de niños afectados por la explosión de la central nuclear de Chernóbil que llegaron a la ciudad cubana del título, donde se organizó un programa integral de recuperación. El resultado es un film con el mérito de “hacer visible unos sucesos sobre los que no existe mucha información, o bien se encuentra atomizada y dispersa, pero que vale la pena conocer”, en palabras de Juan Pablo Cinelli

La agenda del jueves tiene, a las 18, el corto francés La Mina de Sonido, de Romina del Rosario, en conjunto con Lobo Solitario, del argentino Javier Beltramino; mientras que a las 20 será el turno de otro combo corto+largo, integrado en este caso por el corto local De acá y de allá, de Mauricio Clavijo Velasco, y el largo guatemalteco Roza, de Andrés Rodríguez, cuya trama gira alrededor de la vuelta de un hombre a su pueblo de origen luego de una larga emigración. 

Las vísperas del fin de semana comenzará con los cortos Este título está aquí, de la colombiana Raquel Páez Guzmán; Leave, de la venezolana Sioly Amundarain, y Breve historia de la mariposa de alas mojadas, del bonaerense Ivo Turre Mascardi. Y cerrará con Origen familiar, del peruano Roberto Flores Muñoz, y Lleno de ruido y dolor, un “western patagónico” a cargo de Nacho Aguirre que incluye los temas habituales del género de las espuelas, aunque “aggiornados con una impronta gauchesca y un entramado narrativo que vuelve a esa geografía rocosa y seca, siempre gris, de espacios tan abiertos como solitarios, un personaje de enorme relevancia en el devenir de los protagonistas”, tal como se escribió en la crítica de Página/12

Reloj, Soledad

El cronograma del sábado y el domingo tiene una única función diaria pautada para las 20. El primer día se verán el corto hondureño Háblame, de Violeta Mora, y Reloj, Soledad, de ese artista multifacético que es César González. Como ocurre con toda su obra, el realizador y escritor describe los modos de vida de los sectores más populares evitando “el etiquetado fácil y superficial del llamado cine social”, en palabras de Diego Brodersen en su crítica. Lo hace, en este caso, siguiendo a una empleada de limpieza de una imprenta que toma una decisión que pone en peligro tanto su futuro laboral como su vida cotidiana en el barrio. El ciclo culminará al día siguiente con Documentos escaneados, del costarricense Alonso Segura Mora, y el largometraje brasileño Zapatos 36, de Petrônio Freire de Lorena.