Mi primer perro fue un pequinés hermoso que se llamaba Bumer. Me lo había regalado mi padrino, que tenía a la madre.

Bumer fue el primero de una larga lista de perros que acompañaron mi infancia. Este pequinés fue el único de raza: los demás fueron todos de la calle, cuzcos. Cuando te gustan los perros como a mí, siempre va a haber uno que puede formar parte de la familia.

¿Por qué les cuento esto? Porque no recuerdo en mi infancia haber escuchado que mis amigxs, vecinxs o gente cercana comprara un perro como mascota. En mi barrio eso no pasaba. Me parece que es una moda más de los años 90 que creció de manera desmedida, que hizo que se crearan cientos de lugares, la mayoría ilegales, que les roban la vida a las paridoras y lucran con sus crías a la vista de todos.

Esta semana quedé muy impactada con una noticia que vi en el noticiero y que me conmovió hasta las lágrimas. Estoy segura de que habrán oído de ella, ya que se viralizó por redes sociales. Fue el allanamiento a un criadero clandestino en Villa Crespo donde encontraron a 130 perros chihuahuas en jaulas y en muy mal estado de salud. Los perros eran vendidos entre 80 y 360 mil pesos. La investigación habría comenzado a partir de la denuncia de vecinos del lugar por ruidos molestos y malos olores. Un día antes, en un criadero clandestino de Temperley, otro operativo había rescatado a 100 perros salchichas.

Las condiciones en las que encontraron a estos pobres animalitos demuestran niveles de insensibilidad que nadie se imagina. Los perros no solo vivían y dormían sobre sus excrementos, también eran utilizados como máquinas de parir. Se encontraron perras con más de tres cesáreas, por ejemplo.

La tarea de las personas involucradas en estos rescates me parece heroica y sumamente útil para visibilizar algo que muchísima gente desconoce: detrás de la compra de un animal de raza puede ocultarse un escenario sumamente cruel y oscuro. Por más triste que haya sido la noticia, a muchxs les abrió los ojos.

Muchas personas desconocen por completo las realidades que están detrás de la reproducción de ciertas razas que se ponen de moda. No me refiero únicamente a las consecuencias de la recruza para mantener el linaje, que provoca que muchas enfermedades y problemas genéticos se transmitan y amplifiquen de generación en generación. También hay una ignorancia extendida sobre cómo el hecho de que una raza se popularice alimenta rápidamente la proliferación de toda clase de espacios clandestinos inescrupulosos. Ingenuamente muchxs compran por internet una mascota en lugares sin ningún tipo de control ni habilitación para criar perros y sienten que como cuidarán con mucho amor al cachorro, están haciendo un bien.

El refugio El Campito resumió en sus redes mejor que nadie lo que supone, en realidad, este tipo de circuitos: quien compra se convierte en cómplice, roba la libertad y la salud que no tendrán los reproductores. El hecho de darle una buena vida a la cría no redime a nadie, ya que no existe una forma correcta de hacer lo que no se debe.

¿Hasta dónde puede llegar la crueldad humana por el afán de lucro? ¿Cuán grande puede ser vanidad de quienes compran perros como para exhibirlos como símbolo de estatus sin que les importen las consecuencias de la transacción?

En una semana se realizaron dos allanamientos en lugares clandestinos de venta de perros de raza. Las modas y las películas hacen que este negocio siga creciendo. ¡No seas parte! Quizás nunca te pusiste a pensar que para tener ese perro en tu cartera hay una historia de esclavitud, hoy lo sabes: ¿lo vas a comprar igual?