Julián Varsavsky brindó una conferencia exclusiva para Soci@s de Página/12 y ahora la compartimos con el resto de los lectores.  Japón: etnografía del hotel cápsula tomó forma a partir de su investigación durmiendo 35 días en ese diseño arquitectónico japonés, resultado de la adaptación a la circunstancia de la escasez espacial. Allí -mientras produce su libro de crónicas Japón desde una cápsula (Adriana Hidalgo Editora)- convive con quien metafóricamente llama el homo capsulae, que en general es un empleado de oficina que hizo muchas horas extras y perdió el último tren a casa. El periodista encuentra que en cada uno de los hoteles cápsula donde durmió en las grandes ciudades, hay un tradicional onsen -spa con piscinas de muy frías a muy calientes donde la desnudez es obligatoria- en el cual cada mañana muchos japoneses realizan un extenso y exhaustivo baño, que de alguna manera es un ritual de purificación shintoista, consiente o no. A Varsavsky le lleva unos días adaptarse al encierro en lo que le parece un agradable bunker nuclear sin ventanas, un opción razonable si el accidente de Fukushina hubiese pasado a mayores. Pero termina sintiéndose a gusto: todo allí está diseñado para la relajación y el placer.

El hotel cápsula es una pieza maestra de pragmatismo oriental aplicado a la arquitectura. Su interior remite al modelo de cárcel panóptica con celdas individuales superpuestas, salvo porque faltan la torre central de vigilancia y sobran las cámaras. Lejos de parecer una aldea o un vecindario, esta es más bien la metáfora de una ciudad menguada, una “minilópolis” asocial con cápsulas como rascacielos.

Japón cabe 45 veces dentro de Rusia y casi no queda espacio libre sin cubrir con algún tipo de civilización: la insólita invención del hotel cápsula es casi una decantación.

En Japón hay 176 hoteles cápsula y el modelo se expande por Asia, América, Europa y Oceanía. Varias empresas fabrican estos habitáculos y el primero se inauguró en Osaka, en 1979. Para algunos, son el paso previo a convertirse en homeless. Es una habitación reducida a lo esencial, la negación misma del diseño limitado a la función: una caja de zapatos aumentada. Partiendo de una arquitectura hogareña donde tradicionalmente el área se medía en tatamis, en este hotel el cuarto es un tatami: la mínima expresión del espacio, el ahorro extremo.

En los hoteles cápsula, Varsavsky se sorprende ante la presencia de videos porno en los pasillos -no solo en la TV de cada cápsula- y experimenta los rígidos pero funcionales reglamentos de cada espacio social japonés. Y ve que algunos huéspedes pasan horas en la sala de juegos electrónicos -algunos protagonizados por lolitas en bikini- donde transcurren sus poco venturosas noches como narcotizados: “es curioso cómo se aburren cuando se divierten”. El hotel cápsula le resulta práctico y limpio en el sentido radical de la asepsia japonesa: es un modelo a escala, un micro Japón comprimiendo aspectos clave de su cultura. Dormir en este hormiguero futurista es un ejercicio de antropología urbana.