La Argentina enfrenta una situación de paradójica de "fuga centrípeta de divisas". Las tenencias de divisas de particulares, que están en el país y no en el exterior, representan una buena parte de la deuda externa bruta. En efecto, Argentina aprovechó la mejora de precios internacionales, pero no para acumular reservas en el Banco Central sino para hacerlo en manos del sector privado.

El Instituto Nacional de Estadística y Censo (Indec) releva la información referida a las relaciones económicas de Argentina con el resto del mundo en tres registros: la balanza de pagos (BdP), la posición de inversión internacional (PII) y la evolución de la deuda externa (DE), pública y privada.

En la BdP se registran todas las operaciones que generan movimiento (flujo) de divisas, comerciales y financieros, y en la PII se informa cómo queda la situación de acreencias y deudas (activos y pasivos) de residentes con respecto al resto del mundo, después de esos movimientos. Obviamente, los saldos (stocks) de la PII dependen de cómo se hayan movido en cada período los flujos de la BdP.

Haciendo un parangón con las técnicas contables, la BdP sería algo así como la cuenta de resultados de una empresa y la PII el estado patrimonial al terminar cada ejercicio. El registro de la DE surge de la PII, pero sólo incluye los pasivos financieros de los residentes en el país con el resto del mundo.

El flujo

Del último informe del Indec sobre las cuentas internacionales correspondiente al cuarto trimestre de 2021 surge que en los últimos dos años la cuenta corriente con el resto del mundo mostró un superávit de algo más de diez mil millones de dólares, producto de un superávit comercial de más de 27.500 millones menos un déficit de las cuentas de ingresos (transferencias de ganancias, intereses y remuneraciones) de alrededor de 17.500 millones.

Si se retrocede un año más atrás (2019), el resultado comercial de bienes y servicios reales acumuló en tres años un superávit de casi 41 mil millones de dólares que, con un déficit de las cuentas de ingresos de 34.500 millones dejó un superávit acumulado de sólo 6.500 millones en la cuenta corriente de ese lapso. Nótese que sólo en 2019 hubo un déficit de ingresos por transferencias de ganancias e intereses de alrededor de 17 mil millones.

Aquí se nota la primera manifestación de la restricción externa del país, que es que por más que la economía nacional tenga importantes superávits comerciales, el movimiento negativo de los ingresos de no residentes absorbe la mayor parte de ese superávit, lo que no permite acumular reservas de divisas. Con un detalle no menor, y es que en el saldo comercial se netea el superávit del comercio de bienes con el déficit recurrente del comercio de servicios reales, donde el principal componente es el turismo.

Si se toman en cuenta los últimos diez años desde 2012 a 2021, se observa en la BdP que el superávit acumulado del comercio de bienes en ese lapso fue de 74.200 millones de dólares y el déficit del comercio de servicios reales fue de más de 57.500 millones, con lo cual el superávit comercial neto no llegó a 17.700 millones. Restando a esto el déficit por el movimiento de ingresos por algo más de 126.600 millones, se llega al déficit acumulado en la cuenta corriente externa de 109 mil millones en esa década, y como las reservas cayeron en casi 8 mil millones, se deduce la necesidad de incremento del endeudamiento externo por más de 100 mil millones de dólares en diez años.

El patrimonio

Cuando vamos a la PII nos encontramos con una sorpresa: a fines del año pasado el "patrimonio neto" de los residentes argentinos con el resto del mundo arrojaba un saldo positivo por algo más de 122 mil millones de dólares, producto de activos (acreencias con respecto a no residentes) por 417.500 millones menos pasivos (compromisos) por 295.400 millones, con la aclaración de que los pasivos no son sólo deuda financiera porque incluyen también las inversiones de empresas extranjeras radicadas en el país, por ejemplo.

La pregunta que corresponde hacerse entonces es si verdaderamente se está en una situación de virtual quiebra, como parece surgir de los avatares de la "impagable" deuda externa y de la permanente escasez de divisas que se padece. En la nota de elevación del proyecto de ley presentado por legisladores oficialistas para gravar los capitales fugados en el exterior se hizo mención precisamente a la cifra del saldo de activos externos por 417.500 millones, dando a entender que gran parte de eso eran los capitales fugados por los cuales el país está endeudado.

Analizando más en detalle los activos externos se observa que casi 123 mil millones son inversiones directas o financieras de residentes argentinos en el exterior que, si están en este registro oficial, difícilmente sean capitales fugados no declarados. Y otros casi 40 mil millones corresponden a las reservas de divisas oficiales, que tampoco son capitales fugados.

Quedan por analizar alrededor de 255 mil millones del rubro Otra Inversión, de los cuales casi 20 mil millones corresponden a tenencias de entidades financieras y organismos públicos en cuentas del exterior; tampoco parece haber fuga aquí.

Atesoramiento

La clave parece estar en la subcuenta denominada Monedas y Depósitos de Otros Sectores, es decir particulares, sean empresas o personas, que tienen un saldo de poco más de 235.500 millones a fines de 2021, de los cuales casi 20 mil millones son depósitos de divisas en bancos locales y el resto, más de 215 mil millones, son las divisas en poder de residentes, es decir en cajas de seguridad, en el colchón o encanutadas en algún rincón inaccesible. El saldo de esta cuenta en 2012 era de 138 mil millones, lo que implica que hubo un aumento del atesoramiento de casi 100 mil millones en diez años, casi igual que el déficit de la cuenta corriente externa en ese lapso; qué casualidad.

¿Por qué se considera la tenencia de moneda extranjera como un activo con respecto al resto del mundo? Porque el dinero es un título de deuda de quien lo emite sin interés. Cuando se tiene un dólar se le está prestando recursos a la Reserva Federal de Estados Unidos sin cobrar interés por eso. 

Si en la PII se resta estas tenencias de los activos, el "patrimonio neto" de los residentes argentinos con el resto del mundo pasaría a ser negativo por algo menos de 100 mil millones de dólares. Pero, ¿por qué se tendría que restarlas? Porque al estar encanutadas (atesoradas) salieron del circuito económico y están por lo tanto esterilizadas lo que, según decía J.M. Keynes, es la peor forma del ahorro ya que no recicla al proceso productivo a través del sistema financiero.

En el mismo registro, el Indec informa que a fines de 2021 la deuda externa bruta de la Argentina era de 266.740 millones de dólares, de modo que las tenencias de divisas de particulares en el país representan más del 80 por ciento de la deuda externa bruta, con el agravante de que el grueso de esas tenencias no sólo no está declarado impositivamente, sino que en muchos casos proviene de actividades ilícitas (narcotráfico, contrabando o trata de personas, por ejemplo). Alguien podría preguntarse si es para esto que el país se endeuda con el resto del mundo, para atesorar y no para invertir y crecer.

Esto deriva en varias conclusiones. La primera es que la mayor parte de los capitales fugados no están en el exterior, sino que están dentro del territorio nacional, o sea que se fugaron hacia dentro. Otra es que esto dificulta bastante el loable objetivo de tratar de que la deuda la paguen quienes fugaron esas divisas, porque están acá y, salvo que se esté dispuesto a abrir compulsivamente las cajas de seguridad o allanar los domicilios privados, no hay maneras sencillas de recuperarlas.

Una tercera conclusión es que hay que investigar más a fondo y neutralizar los mecanismos a través de los cuales resulta tan fácil transformar los excedentes financieros líquidos en divisas ("formación de activos externos", le dicen) burlando las regulaciones cambiarias. 

Y la cuarta es más bien una reflexión sobre la forma en que esa masa inmensa de divisas atesoradas, que equivalen a alrededor del 40 por ciento del producto interno bruto anual del país, pueda ser recuperada, aunque sea paulatinamente, para el proceso productivo y económico, porque a pesar de que hay quienes dicen que Argentina no aprovechó la mejora de precios internacionales para acumular reservas, la realidad es que sí las acumuló, pero en manos del sector privado.

 

Para esto último parece que no bastaría con las viejas y gastadas ideas de los blanqueos impositivos y cambiarios, sino que probablemente haya que diseñar una reforma monetaria que tenga en cuenta el grado efectivo de dolarización de la economía argentina y genere un signo monetario que reemplace con eficacia el uso de las divisas para una cantidad cada vez mayor de transacciones dentro del territorio.

Docente de la Universidad Nacional Arturo Jauretche, Coordinador de la Licenciatura en Economía. @novak_daniel