En la madrugada del 18 de octubre de 2009, en una ciudad francesa cercana a las fronteras de Suiza y Alemania, un médico alemán llamado Dieter Krombach fue lanzado desde un auto, atado y amordazado. El responsable de semejante escena era un modesto contador de Toulouse que estaba convencido de que Krombach había asesinado a su hija de 14 años, 27 años atrás. Con un llamado anónimo a la policía local, insistió en que finalmente había entregado a la justicia a un notorio fugitivo.

André Bamberski, el contador en cuestión, es ahora el tema de un extraordinario nuevo documental de Netflix titulado El asesino de mi hija, el más reciente de una interminable serie de productos "true crime" de la plataforma. Recorre la incansable persecución de Krombach a lo largo de casi tres décadas por varios países. "No se trataba de venganza, sino de encontrar justicia", dice Bamberski ahora, bien entrado en los 80 años.

Bamberski y Krombach se cruzaron por primera vez a través de la misma mujer. Mientras trabajaba en Marruecos, a comienzos de los '70, la esposa de Bamberski, Danièle, tuvo un romance con Krombach, entonces un apuesto y respetado médico. Bamberski, Danièle y su hija Kalinka dejaron el país rumbo a Toulouse a causa de ese romance, pero Krombach los siguió. El asunto siguió, y el matrimonio se rompió. Bamberski se quedó en Toulouse, y Danièle se mudó con Krombach a Lindau, un pueblo lacustre en Bavaria, donde Kalinka pasaría sus veranos. El 10 de julio de 1982, Bamberski recibió una llamada de Danièle. Kalinka había muerto. Krombach señalaba que había sido un ataque cardíaco. Bamberski no estaba convencido.

Sucedió que Krombach le había inyectado a Kalinka un cóctel de drogas. El admitió haberle administrado un misterioso compuesto -que no identificó, pero aseguró que la ayudaba a broncearse más fácilmente-, así como hierro y cobalto para tratarla de anemia, algo que ella no sufría. Cuando encontró inconsciente a Kalinka, le dijo a la policía que le había inyectado dopamina, un neurotransmisor que incrementa el ritmo cardíaco, y Dilaudid, un opiáceo para tratar dolores severos. Más tarde, la investigación francesa descubrió que también le había inoculado Novidigal, Isoptin y cortisona, una combinación peligrosa e inexplicable para los expertos médicos.

En la autopsia de Kalinka se descubrió que había sufrido abuso sexual. Algunos observadores creen que Krombach estuvo presente en la autopsia, y es citado en el reporte haciendo observaciones médicas. Las autoridades alemanas aseguran que él estuvo fuera de la sala. El detalle más perturbador, de todos modos, es que los genitales de la joven fueron removidos durante el examen y luego desaparecieron. En uno de los momentos más difíciles para ver del documental, Bamberski le dice a la cámara: "Kalinka fue descuartizada como un cerdo en el matadero, pero nadie quiso saber cómo y por qué murió".

Bamberski no supo nada de esto hasta tres años después de la muerte de Kalinka, cuando finalmente recibió una copia del reporte de la autopsia. Era suficiente evidencia para concluir que Krombach era responsable del abuso sexual y muerte de su hija, pero aparentemente no para las autoridades alemanas. No hicieron mucho más que entrevistar al doctor. Nunca se inició una investigación criminal, y el caso estaba cerrado. Allí comenzó la búsqueda de justicia de Bamberski.

En la conversación, Bamberski habla con el aire triunfante de un hombre que finalmente demostró tener razón, aun amargado por la burocracia con la que luchó tanto tiempo. Tomaría 29 años que Krombach fuera finalmente declarado culpable del asesinato de Kalinka, con una sentencia de 15 años de prisión dictada por una corte francesa. No es exactamente lo que Bamberski quería. "Estuvo teñido de una gran tristeza", dice. "Para alguien que envenenó a una persona, la sentencia mínima debería ser perpetua o 30 años. Con lo que me entristece que no le hayan dado el castigo que merecía."

En 1988, los expertos forenses franceses establecieron que la inyección de hierro y cobalto había sido la causa de la muerte de Kalinka, produciéndole asfixia y shock cardiovascular. Tomó años citar a Kromback a la corte de París y cuando finalmente fue hallado culpable en ausencia en 1995, Alemania se negó a extraditarlo. El Ministro de Justicia francés también se negó a emitir una orden internacional de arresto. "Esos procedimientos legales me causaron un enorme sufrimiento", dice Bamberski en el documental. "Sentí que ya no podía confiar en nadie."

Su preocupación quedó comprobada en 1997, cuando Krombach fue arrestado por drogar y violar a una paciente de 16 años. Aparecieron otras cinco acusaciones de violación, pero fueron rechazadas por la corte alemana por falta de evidencia forense. De manera asombrosa, Krombach recibió el equivalente a una palmada en los nudillos, una sentencia de dos años en suspenso y la prohibición de ejercer la medicina por dos años. En ese momento del documental llegan algunas de las imágenes más inquietantes, una entrevista televisiva en la que Krombach se burla de su víctima. "Ella nunca dijo que sí, pero tampoco dijo que no", se ríe. El presentador apunta que él la había drogado, a lo que el doctor replica: "Como decían en la antigua Roma: 'quien calla otorga'". Es un momento palpable de pura maldad.

En 2006, Krombach fue atrapado de nuevo, tras ser contratado como médico suplente y ser identificado por una bibliotecaria. Desde 1997, Krombach había viajado por Alemania en ese rol, tomando posiciones de médico sustituto utilizando su vieja licencia. Al arrestarlo encontraron una valija llena de dinero y una bomba peneana. En sus viajes, Krombach siguió abusando sexualmente de pacientes. Es un fuerte recordatorio de la importancia de la cruzada de Bamberski. Mientras las autoridades miraban a otro lado, fue él quien siguió cada movimiento de Krombach, visitando los lugares donde el médico se instalaba.

"Bamberski fue quien vio lo que estaba pasando tras puertas cerradas", dice James Rogan, productor de El asesino de mi hija. "Lo vio en la evidencia que reunió sobre el caso Kalinka y confió en su instinto." Tal como señala una de las sobrevivientes en el documental: "El señor Bamberski sabía que algo estaba mal, y tenía razón. Toda la razón."

A Krombach le dieron una sentencia de 28 meses, y cumplió solo 11. Fue en ese punto que Bamberski decidió tomar las cosas en sus propias manos. Siguió a Krombach a Scheidegg, en Alemania, y descubrió que el médico estaba a punto de volver a esfumarse. Sintiendo que se le terminaba el tiempo -Francia tiene un límite de 20 años para sus procedimientos legales-, Bamberski puso anuncios publicitarios cerca de Bregenz (Austria), cerca de la frontera alemana, buscando asistencia para trasladar a Krombach a Francia. Uno de los que respondió fue Anton Krasniqi, un kosovar que vivía en el pueblo.

Anton Krasniqi (Imagen: Netflix)

Krasniqi es el personaje más excéntrico del documental. Con una sonrisa confiada, dice que si Kalinka hubiera sido su hija Krombach hubiera recibido "un juicio breve, limpio y rápido". Krasniqi se rehusó a aceptar un pago por el secuestro. "Se comportó de manera muy diferente a otras personas que se me acercaron antes", dice Bamberski. Krasniqi enroló a dos mafiosos rusos que atraparon a Krombach fuera de su casa, lo metieron a un auto y lo llevaron a través de la frontera a Francia. Al escuchar a Bamberski, parece impensable que este contador de bajo perfil pueda haber sido responsable de un violento secuestro. "Antes de dar este gran paso, básicamente decidí no estudiar y no saber cuáles podrían ser las consecuencias legales para mí de instigar la remoción de este sospechoso de un país a otro", explica. "De hecho, en última instancia fui muy afortunado por no haberlo hecho. Si lo hubiera hecho no hubiera seguido adelante. Y si no hubiera seguido adelante, nunca hubiera alcanzado la justicia."

El 22 de octubre de 2011, Krombach fue sentenciado a 15 años de prisión por causar un daño intencional que resultó en una muerte no intencional. No fue el cargo de asesinato que Bamberski quería, pero hará que Krombach pase sus próximos años en una celda. Danièle defendió antes a Krombach, hasta que durante los testimonios de testigos descubrió que había sedado a una joven de 16 años para tener sexo en su propia casa. En cuanto a Bamberski, le dieron un año de prisión en suspenso por orquestar el secuestro. "Respeto plenamente a la gente que puede estar moralmente en desacuerdo con mis acciones para llevar al doctor de Alemania a Francia, pero todos deben respetar que legalmente no hice nada malo", dice. "Eso fue probado por el sistema judicial."

Bamberski ganó, pero el costo que pagó por ello nunca podrá ser estimado. "La verdad es que él aún lo está viviendo", dice Rogan. "Todavía tiene un montón de preguntas que siguen sin respuesta... sigue teniendo conflictos sobre la naturaleza de pelear por justicia, aun cuando se siente satisfecho de haber hecho todo lo posible por su hija." A lo largo de nuestra conversación, "justicia" es la palabra clave. A pesar de todo, él no quería venganza; solo quería que la gente supiera que tenía razón.

Le pregunto de dónde viene este sentido innato de lo justo e injusto. "Soy polaco", dice. "tengo antecedentes eslavos, y mis padres siempre me enseñaron a actuar con honestidad. Estoy orgulloso de haber sido siempre honesto."

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.