Con un cambio de gabinete inédito por la forma de comunicarlo, que se pareció a un hilo de tuit de la red social del pajarito al difundir partes oficiales con renuncias y designaciones en intervalos de minutos, la administración de Alberto Fernández intenta abordar una condición básica de supervivencia del Frente de Todos: superar la crisis política de la coalición de gobierno.

El desembarco de Sergio Massa en el Ministerio de Economía es la carta política para ordenar lo que estaba fuera de foco: la coordinación de la gestión en un área clave de cualquier gobierno. Decisión que se tomó ante las urgencias del momento debido a un contexto de corrida cambiaria, estrés en el stock de reservas en el Banco Central y tasas de inflación muy elevadas con la consiguiente dificultad en la recuperación del poder adquisitivo de los sectores populares.

Un aspecto que merece precisión es que no hay un superministerio, como es presentado mediáticamente y por quienes orbitan el universo massista. Lo que se definió es la recuperación de tradicionales atributos para el diseño de una política económica integral. Las carteras de Industria (denominada Producción o Desarrollo Productivo, según el momento), de Agricultura y de Turismo fueron desprendimientos del Ministerio de Economía como concesiones políticas a esos sectores para reconocerles una jerarquía superior a la de simples secretarías.

Esta fragmentación ha debilitado la capacidad de intervención efectiva y de coordinación de la gestión económica, no solamente en este gobierno. Ahora se recomponen las funciones básicas de un Ministerio de Economía, lo que no significa que esto implique buenos resultados. Pero, al menos, se empieza a reconstruir la administración de la cuestión económica.

Sergio Massa será el 129 ministro de Economía desde 1854 (el primero fue Mariano Fragueiro) y de los pocos no economistas en este cargo desde entonces. Afirma que en estos años ha estudiado mucho pero, además de conocimientos económicos, la clave será la efectividad de las medidas iniciales que permitan estabilizar el frente financiero-cambiario acumulando reservas en el Banco Central para evitar una devaluación (brusca, administrada o discreta, según las especulaciones de la city). Esta es la condición básica para que estos cambios de gabinete cumplan con el objetivo de superar la crisis política de la coalición de gobierno.