Velocidad, admiración, respeto, pasión, pánico, muerte. ¿Quién sabe cuántas cosas más? Cada uno podrá hacer el ejercicio y responder qué le genera escuchar el sonido de esas dos letras juntas: 'TC'. Porque ni siquiera se debe oír por completo "Turismo Carretera" para que afloren recuerdos de padres o abuelos con la oreja pegada a la radio escuchando qué intrépida aventura enfrentaban los pitucos de Caballito, como se les decía a los hermanos Gálvez, o los Emiliozzi bautizados como los gringos de Olavarría. Apodados por el ingenio de la popular, otro significado tenía hablar de 'la garrafa, la empanada o la galera' entre los fervientes seguidores de las carreras. Después de abrir rutas revolucionando cada rincón del país se viajó al futuro viendo pasar los coches modernos como el 'Trueno Naranja' hasta que lenta y trágicamente se afianzó la época de los autódromos que hoy reciben prototipos desarrollados con la última tecnología. La evolución en sí misma fue mutando cada parámetro de estas competencias que tienen aún la piedra fundacional en la sangre del argentino con el gen activo del TC.

¿Cómo conmemorar esos 85 años de historia desde el 1er Gran Premio que se largó el 5 de agosto de 1937? Un recorrido por diferentes puntos del país con los autos emblemáticos comenzó meses atrás, pasando por La Pampa, Neuquén y diferentes escenarios que fueron recibiendo las competencias del torneo oficial en curso. Pero antes del acto final, que será con la competencia del domingo 7 de agosto en el circuito internacional San Juan Villicum, el TC tomará las calles porteñas haciendo vibrar el concreto en la medianoche del domingo 31 de julio con una docena de vehículos del Museo del TC.

Largarán en la esquina de Cerrito y Av. Córdoba para recorrer un circuito que los llevará directo a la Av. Corrientes junto al Obelisco. Una vez rodeado el emblema porteño regresarán por Carlos Pellegrini hasta Tucumán para contornear al Teatro Colón pasando por calle Libertad y Viamonte justo antes de recibir la bandera de cuadros del Mini GP nocturno. Fans de Chevrolet podrán ver sus símbolos modernos, como los autos Guillermo Ortelli, Agustín Canapino o Christian Ledesma representados, la gloria de los nueve títulos de Juan Gálvez con su coupé recordando al "genuino" TC de las Vueltas y Grandes Premios entre montañas, llanuras y ante cualquier clima. El llamativo Falcon 'angostado' de Carlos Reutemann, las evoluciones del Torino 380W denominadas Liebres, la reconocida 'coloradita' de Juan Manuel Bordeu que se desarrolló con mejoras en la coupé para sostener los veloces ritmos de los autos modernos o la Chevy con el que se recuerda eternamente a Roberto Mouras, entre otros. Todos ellos dormirán en la Plaza Vaticano como en un parque cerrado rutero repleto de público para apreciarlos y hacer juntos la vigilia para la fiesta que reunirá a los artífices del TC dentro del Teatro el lunes 1° de agosto a las 19 horas. Artistas populares se darán cita, como Raúl Lavié y Soledad Pastorutti, en el encuentro que tendrá a Hugo Mazzacane, presidente de la asociación de corredores ACTC como anfitrión, recibiendo una distinción especial de la legislatura porteña por la vigencia de la categoría.

Han pasado 1920 carreras desde aquél GP de 1937 y solo 38 pilotos han sido capaces de lograr al menos un campeonato, como Fangio, Di Palma o Traverso y los anteriormente mencionados. Algunos de ellos representan el ingenio desafiante del pago chico frente a los conocimientos de la gran urbe capitalina, que ha convivido a los largo de los años entre las peñas que reunían el apoyo para sus pilotos y hoy están prácticamente extintas. Sin embargo, en medio de tantas influencias posibles entre redes sociales y un mundo que parece ir más rápido que las mismas carreras, continúan los fines de semana del TC siendo un imán embelesador que convoca multitudes. No se espera menos en las calles del microcentro, con una ciudad de Buenos Aires jugando entre la nostalgia de viejas épocas y la emoción de saber que en el año 2023 regresará al calendario oficial de TC con una carrera en el autódromo.

Quien esté cerca de esos bólidos logrará describir la sensación que despiertan, pues el espectador es artífice de esta historia de desafíos entre gloria y tragedia. Mucho más podrá decir aquél que enfrentó la temeraria adrenalina de ir sobre uno de esos autos, arriesgando en algunos casos hasta el valor más alto posible. Porque la muerte ha sido el rival más duro de esta aventura de 85 años y, tal vez, parte de la veneración que estos pilotos reciben se debe a ese riesgo constante a velocidades inigualables que elevó el mito interminable del TC.