"Si Pac-man nos hubiera afectado de niños, hoy estaríamos corriendo en cuartos oscuros, morfando píldoras mágicas y escuchando música electrónica repetitiva." La cita es de 1989 y se le atribuye a Kristian Wilson, un vicepresidente de Nintendo que, en realidad, nunca existió. En cambio, quien asegura haberla pronunciado es el humorista británico Marcus Brigstocke. Pero como suele pasar, era un chiste y quedó. Y quedó, sobre todo, porque resuena. Además de ser crucial para la evolución del medio, Pac-man fue durante muchos años uno de los videojuegos más populares, y la música electrónica -y las pastis que venían con ella- estalló en los parlantes poco después.

Pac-man ya tiene 42 años. Pero está lejos de ser cosa del pasado. Millones en todo el mundo siguen jugando cualquiera de sus variantes. E incluso Bandai Namco, la empresa dueña de sus derechos, lanzó recientemente Pac-man Museum, una especie de fichín virtual con 14 iteraciones famosas del comecocos, cuyo entorno se puede adornar con parafernalia pacmaníaca a gusto. Ahí destacan el Pac-man original, pero también otros como Pac-land, Pac-in-time, el Championship Edition, el Pac’n roll remix y el Battle Royale.

Ahora, ¿por qué sigue siendo tan popular? Hay múltiples razones. Por un lado, Pac-man consiguió imbricarse en nuestra cultura. Es sencillo y adictivo, es suficientemente concreto como para que cada quien le dé su propia bajada a tierra y suficientemente abstracto como para no atar ni limitar demasiado esas interpretaciones. Tiene una enorme rejugabilidad y, como su creador Toru Iwatari pretendía, apela a algo que todos los seres humanos hacen: comer.

► Qué hacés, personaje

En su momento de apogeo, allá por 1982, el 94 por ciento de la población estadounidense sabía quién era Pac-man. Probablemente, un porcentaje bastante menor supiera quién era el presidente de turno. Y solo en Estados Unidos, había 30 millones de personas que lo jugaban. Para poner las cosas en perspectiva, ese año Argentina no alcanzaba los 29 millones de habitantes (28.790.000). De aquellos 30 palos, la mayoría eran mujeres. Y aquí está una de las grandes revoluciones -de varias- que supuso el juego de Iwatari.

Hasta su lanzamiento, los juegos de moda eran deportivos o bélicos. Había que romper cosas (Space Invaders era EL gran juego del momento), matar al del otro lado o ganarle una competencia. Ese tipo de juegos atraía sobre todo a varones adolescentes y adultos. Los salones de videojuegos eran antros bastante roñosos.

Pac-man fue el primero que rompía ese concepto e invitaba a comer esos puntitos (que, según la idea original, eran galletitas, aunque para cualquiera eran pastillitas), huir de Blinky, Pinky, Inky y Clyde hasta volverse fuerte y poder devolverles gentilezas. Con eso cambió groso la demografía de los arcades.

Pac-man también popularizó una nueva tecnología en el tratamiento del color (hasta entonces eran todos videojuegos en escala monocromática y con colores apagados) y, aunque no fue el primero, popularizó la idea de tener secuencias animadas entre niveles. Además, innovó en la utilización de power-ups y fue el primer videojuego en poner un personaje como protagonista. No una nave genérica, sino un personaje reconocible, con nombre propio. Esa idea, por sencilla que parezca, revolucionó el medio y abrió todo un mundo de posibilidades: series de TV y merchandising a paladas.

► La personalidad de un clásico

Desde lo gráfico, el diseño de los personajes es impecable. El "héroe" es apenas una boca. La leyenda alimentada por el propio Iwatari sostiene que surgió cuando vio una pizza a la que le faltaban una o dos porciones, pero en alguna entrevista le bajó la espuma a eso y reconoció que también era una simplificación gráfica del kanji que el japonés usa para la palabra "boca". Como sea, ese diseño simple permite que cualquiera se identifique con él, algo que también está en la raíz filosófica detrás del (mal) llamado estilo manga de dibujo.

Los fantasmitas, en tanto, fueron otro gran acierto. Cada uno tiene su propia inteligencia artificial y su propia estrategia para perseguir al pac. Su idea surgió tanto del folklore hogareño con el que se asustaba a los niños nipones como del manga Obake no Q-Taro y de Casper. Originalmente iban a ser todos rojos, pero su creador insistió en particularizarlos con colores diferentes, algo que, a la larga, resultó otro enorme acierto pues los jugadores reconocen en ellos distintas "personalidades".

En cuanto a los otros elementos, la idea de los power-ups por ejemplo fue tomada de Popeye el marino, y hay quien cree que la idea de recorrer laberintos fue inspirada por Head On, un juego de Sega que precedió a Pac-man en dos años. Por separado, ninguno de los elementos era demasiado original y de un modo u otro, ya estaban presentes en el ambiente. El genio de Iwatari fue reconocerlos y reunirlos en una magnífica ensalada. Una lista para comer y comer, hasta que nos dé fuerzas para perseguir a nuestros propios fantasmas.