El primer tramo de las elecciones se completa hoy a las 9.30. Funge como preludio de la discusión fina por la conformación de las listas que culmina el 24 de junio. 

Varias incógnitas se van despejando dentro de un cuadro de situación provisorio e incompleto. La más abierta, todavía, atañe al peronismo bonaerense, aunque ayer parece haber enfilado hacia su forma definitiva. 

La vida te da constantes o, por lo menos, tendencias. Una es la capacidad territorial del oficialismo. El Frente para la Victoria (FpV) fue en muchas votaciones desde 2005 la única fuerza con implantación en todos los distritos o en su abrumadora mayoría. La alianza Cambiemos cumple ahora ese rol, conducida por el PRO del presidente Mauricio Macri. El manejo del Estado otorga iniciativa, recursos económicos, centralidad. La lógica política induce los compañeros o correligionarios de ruta a no romper ni alejarse de una coalición fuerte, como Cambiemos aquí y ahora.

El Gobierno y sus aliados han optado por listas de unidad, que seguramente crujirán sin romperse cuando se poroteen los puestos en los centenares de boletas que hay que consensuar. Según se va conociendo, los radicales irán en cabeza de la mayor parte de las listas para diputados nacionales, con la sensible excepción de dos o tres de las cuatro provincias más pobladas: Córdoba, Ciudad Autónoma (CABA) y, factiblemente Buenos Aires. Sus dificultades, quizás, crecerán cuando se diriman cargo a cargo el resto de las listas. De cualquier modo, el costo de enojarse y abrirse es, al día de la fecha, inferior a los beneficios de ser socio minoritario.

En el otro extremo del arco ideológico (y con ambiciones de menor rango) el Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT) concertó listas de unidad, aplicando el sentido común de la etapa. Nicolás del Caño (PTS) será primer candidato a diputado en Buenos Aires, relegando al histórico Néstor Pitrola (PO) al simbólico espacio de primer aspirante a la senaduría. Myriam Bregman (PTS) punteará en la lista de legisladores porteños y Marcelo Ramal (PO) pugnará por la diputación en la CABA. El mantenimiento de la coalición y la emergencia de esos dirigentes, relativamente nuevos, diestros en el manejo mediático y con una agenda ciudadana muy amplia comprueban la adaptabilidad de la izquierda radical a nuevas reglas prácticas del juego político. 

 Los gobernadores que llegaron en 2015 con la insignia del FpV optaron usualmente por procurar listas de unidad. 

El peronismo porteño, a su vez, congregó una coalición bastante vasta, que incluye “a todos los compañeros” y fuerzas de izquierda local. El objetivo es a la vez modesto y trabajoso: recuperar el segundo puesto en la Capital. 

El Frente Renovador del diputado Sergio Massa juega casi todas sus fichas en Buenos Aires. En 2013 y 2015 se ingenió para construir y sostener una cuña en la polarización, que otra vez será clave en la disputa. Su movida más vistosa fue sumar a la diputada Margarita Stolbizer, una de tantos dirigentes que necesita ser frentista a como hubiera lugar para conservar una banca, objetivo inviable si porfiara en seguir “sola”, con su partido.


La novedad de ayer fue la confirmación del lanzamiento del frente Unidad Ciudadana (UC), que aglutina al kirchnerismo y partidos aliados, reconociendo a la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner como conductora. Esta se reunió con dirigentes e intendentes del “palo” ante quienes repitió lo que viene enunciando desde semanas atrás. Está dispuesta a ser candidata pero también a resignarlo hipotéticamente, en aras de la unidad del peronismo bonaerense. Los asistentes insistieron en el clamor: ella es la candidata necesaria del espacio. Todos se llevaron la impresión de que lo será pero no una frase textual que lo expresara. Y la consigna de no anunciarlo y seguir mocionando la unidad. Ese desenlace no es imposible, todavía… pero cada día parece más difícil. Un acto en la cancha de Arsenal de Sarandí el 20 de junio pinta como escenario del lanzamiento de Cristina.

 El Partido Justicialista no integra UC, lo que le deja margen al ex ministro Florencio Randazzo para participar, no en Primarias Abiertas contra Cristina (su anhelo obsesivo), pero sí en las elecciones generales. Sería, salvando las distancias, una interna peronista heterodoxa como las que disputaron Antonio Cafiero versus Herminio Iglesias en 1985 o la propia Cristina contra Hilda Chiche González de Duhalde 20 años después. 

La hipotética división del peronismo es vista con satisfacción en la Casa Rosada y zonas de influencia cuya enemiga favorita es Cristina.

La táctica actual de Randazzo consiste en avanzar con el sello del PJ. Los dos sectores se enrostran ser funcionales al macrismo. Este cronista algo opinó al respecto y volverá en cualquier momento pero desiste en esta nota de hacer el minuto a minuto de la polémica, sin todas las cartas sobre la mesa. Solo dirá que la mejor medida de la funcionalidad al adversario será el resultado de la elección. También se irá orejeando durante la campaña. 

El kirchnerismo, previsiblemente, levantará el estandarte de la plataforma presentada ayer: ser el principal partido de la oposición a Macri, desde diciembre de 2015. Amarreteará o silenciará del todo las referencias a Randazzo. Transmitirá que no es ese el adversario a vencer.

Habrá que ver qué discurso elige Randazzo, silente hasta hoy, para diferenciarse de ese rival, de Massa (todo un detalle) y del macrismo. 

La apuesta del “Flaco” es imantar votos peronistas-no kirchneristas y hacerse fuerte en el interior provincial. El Conurbano y en particular sus pobladores más humildes son bastiones de Cristina. 


El Gobierno apuesta al conformismo, al rechazo al pasado “populista”, a promesas vaporosas sobre un futuro cuyos brotes verdes siguen en veremos. El presente, los resultados tangibles de un año y medio de gestión, le juega en contra.

En general, en democracias instaladas las elecciones las gana o las pierde el oficialismo. La apatía, el conservadorismo o la desesperanza pueden ser sus soportes.

Más allá de denunciar los males presentes, el desafío para la oposición es seducir y galvanizar mayorías, convencerlas de que hay un futuro mejor y posible a la vez

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