Cyrano de Bergerac vivió a mediados del siglo XVII, fue militar, escritor, poeta y filósofo. Pero es más conocido por la obra que Edmond Rostand estrenó sobre su vida en París en 1897, basada en su doble personalidad guerrera y poética. Y, claro, en el tamaño de su nariz como marca física que le impide ser feliz. A casi quinientos años del nacimiento del protagonista, se estrenó Cyrano de más acá, una adaptación criolla de la obra de Rostand con música en vivo. “Es tan compleja y simple al mismo tiempo”, analiza en diálogo con PáginaI12 Emiliano Dionisi, director de la puesta. “Habla sobre el amor, la belleza, las frustraciones, los miedos. Es una obra muy poética y al mismo tiempo muy brutal; esa duplicidad entre ser poeta y guerrero lo convierte en un personaje ideal. Me encanta que en el teatro no se pueda encasillar a los protagonistas”, explica sobre lo que puede verse los fines de semana a las 15 y en vacaciones de invierno de miércoles a domingo a la misma hora en la sala principal del Teatro Cervantes (Libertad 815).

Cyrano de más acá es la cuarta obra clásica que Dionisi adapta para toda la familia. A El atolondrado de Molière le siguieron Romeo y Julieta de bolsillo y La comedia de los errores de Shakespeare. ¿Cómo contarles a los más chicos los temas que tratan estas obras? “Para mí no hay tema que no se pueda tocar”, se planta. “Cyrano es un poeta y un guerrero, los personajes se hacen viejos... Hay temas como el amor, la vejez y la muerte que existen en la vida de los pibes, y que el teatro pueda tratarlos me parece que funciona como un espejo muy potente”. El director cuenta la manera en la que él aborda este “desafío”, que tiene que ver “con la belleza y los velos”: “Es ponerle cierto velo de representación para darle al espectador cierta sensación de seguridad, de que lo que está viendo es un hecho artístico porque exuda belleza y logra conmovernos resignificando cada cosa”. 

La historia de este guerrero y poeta que debe comandar un batallón en la guerra, y que a la vez no se anima a declararle su amor a una mujer por sentirse avergonzado por su gran nariz, implica la ambigüedad del ser en su firmeza y sensibilidad. Y una serie de vaivenes en la vida del protagonista genera que los espectadores le tomen cariño. “Nos conectamos en nuestras debilidades –afirma Dionisi–, en esa debilidad del personaje sobre su propia imagen, sobre su proyección sobre los demás”. Pero esa debilidad está reforzada por el contexto de la historia para generar el contraste. “Es lo que le termina de dar una vuelta de tuerca, que no se queda en una historia de amor y de enredos. No es un vodevil, teatralmente atractivo, sino que lo empapa de una realidad cruda y hace que los personajes sigan conviviendo con sus problemas alrededor de un mundo más oscuro. La obra plantea un mundo injusto... ¡como el que vivimos! Ahí es donde radica su atractivo más fuerte”, señala.

Dionisi combinó en esta puesta la tragedia clásica que implica la obra con una interpretación más local, a través del drama criollo y el humor grotesco, lo que acerca un poco la historia de la Europa medieval a estas tierras. “Me interesaba ese tipo de representación que nos resulta más cercana”, explica, y confiesa que de ahí el “más acá” del título. “No cambio ni la estructura ni la locación de la obra, porque Cyrano no vive en La Pampa (risas), sino lo que traslado es un estilo interpretativo y de humor para hacerla más cercana, porque eso está más arraigado en nuestra historia. El drama criollo, inconscientemente, funciona en el reconocimiento”, sostiene. El director quiere que en esta versión el público “no vea una pieza de museo europea sino el potencial de esta obra hecha por actores argentinos”. “Hay algo transversal que lo hace nuestro, y que al oído suena a algo nuestro sin pasearlo por Caminito”, compara.

–¿Es importante para los chicos ir al teatro?

–Puedo sonar anticuado, pero todo el tiempo tenemos una pantalla adelante, y nos comunicamos mucho a través de ese filtro. Es maravilloso por un lado, pero hay algo que vuelve a juntarnos a la misma hora en el mismo lugar a ver todos juntos una historia que nunca se repite tal cual, que tiene el valor de lo ancestral, el valor del encuentro, de la comunicación directa. Es una experiencia emotiva muy fuerte. El teatro es un abrazo. Yo no tengo familia teatrera y de chico se me ocurrió que quería ser actor; no sé de dónde lo saqué. En mi escuela había un grupo de teatro y la primera vez que vi el salón de actos convertido en sala teatral fue muy fuerte. A partir de eso, mis viejos empezaron a ir más al teatro, para llevarme a mí primero y después por ellos. Y como no había con quién dejarme, me llevaban también a obras de adultos. Así vi El diario de Adán y Eva, cuando (Miguel Ángel) Solá la hizo con (Blanca) Oteiza. ¡Me impactó muchísimo! Me acuerdo que los pies no me llegaban al piso desde la butaca. Esto me da cierta responsabilidad: tengo muchas ganas de generar con Cyrano... el mismo impacto. ¡Que les vuele la peluca!