Cuando se modifican los precios, cambian las porciones de riqueza que poseen los diferentes sectores de una sociedad. Estos vaivenes afectan la distribución de los recursos. De modo que los precios son un instrumento eficaz para distribuir y reasignar el producto generado en la economía.

Al mediar entre la parte vendedora y la compradora, el precio genera ingresos y egresos respectivamente en cada una de las mismas, trasladando los recursos económicos desde el sector que compra hacia el que vende.

Para fabricar bienes y servicios, las empresas compran factores productivos, entre los cuales tiene un peso determinante la fuerza de trabajo. Por ello se paga un precio peculiar, que es el salario. Asimismo, por la venta de estos bienes y/o servicios producidos, las firmas cobran un precio.

Como contraprestación al esfuerzo aportado en favor del proceso productivo, las personas trabajadoras cobran el salario y con ello compran bienes y servicios para su consumo, necesarios para vivir y reproducir sus capacidades para trabajar, pagando por ellos el precio al que las empresas los venden.

Cambios

Cuando se dan diferentes crecimientos en los niveles de los salarios respecto de los bienes y servicios, se altera la proporción que del producto o riqueza social reciben los sectores del trabajo y el capital. En los últimos años, los aumentos de los salarios no han logrado alcanzar a las subas de precios de los productos y servicios. El precio de la fuerza de trabajo no ha crecido ni a la par del incremento de los precios de los bienes.

Como los aumentos de los precios vienen superando al avance de los salarios, las trabajadoras y trabajadores reciben menor parte de la riqueza que han creado con su trabajo. En términos económicos, se achica el salario real, al poder acceder a menos cantidad de bienes y servicios. 

Como expresó Adam Smith, el trabajo tiene un precio real y otro nominal. El precio real consiste en la cantidad de cosas necesarias que mediante él se consiguen. El nominal, la cantidad de dinero. El trabajador es rico o pobre, se halla bien o mal remunerado, en proporción al precio real del trabajo que ejecuta, pero no al nominal.

Si el sector asalariado percibe menos parte de la riqueza creada, otro sector de la sociedad se está apropiando de esa porción. Es decir, hay una mayor concentración de los recursos económicos en el sector empresario, en contraste con la baja de estos recursos en el resto de la sociedad.

La consecuencia es que se produce un aumento de la desigualdad. Ante ello, se abre la necesidad de que la sociedad a través del Estado genere iniciativas que achiquen aquella creciente brecha. En la espiral de crecimientos de los precios se viene cumpliendo el refrán popular: a río revuelto, ganancia para el pescador.

* Docente en la UBA y de Economía y de Impuestos en la UNQ.