Parecería que hacen falta muchas cosas para que una obra que hizo funciones por primera vez hace más de diez años y dejó de hacerlas hace cinco decida volver a escena. Hay que desempolvar la escenografía –a veces incluso repararla, sustituir algunas piezas, o reemplazarla por completo–, volver a juntar todas las piezas del vestuario, hacer coincidir las agendas de todo un equipo creativo que siguió con su vida y con otros proyectos. Pero en realidad hay una sola que es fundamental: las ganas de volver a encontrarse y de darles a los materiales que se habían puesto en escena una nueva chance de ser vistos, una nueva vida. El equipo de Impalpable, bellísima creación colectiva inspirada en el universo de Manuel Puig que se estrenó originalmente en 2011, coincide en que las ganas de trabajar de forma conjunta siguen intactas y que ese fue el gran motor de su regreso a escena, en principio por unas pocas semanas. Prueba de ello es que todo el ensamble original (sus directores Sergio Calvo y Nacho de Santis, sus tres actrices Elisa Bressan, Paula Manzone y Malena Schnitzer y los pianistas en escena, Nicolás Bari y Matías Niebur, que rotan de función a función) se organizó para volver a hacer una temporada a modo de celebración de su década ganada. Podrían haberse juntado a hacer algo nuevo, pero la idea de ir en contra de la acumulación de títulos nuevos para la compañía los tentaba un poco más, y los espectadores vienen acompañando esa tentación: viernes tras viernes, el público de Impalpable se compone de varias personas que van a ver la obra por primera vez y muchos reincidentes que, guiados por el recuerdo cariñoso que le tienen a la obra, vuelven a zambullirse en ese mundo de tres mujeres de pueblo que encuentran en el cine, cada una a su manera, una forma de inventarse una vida que les gusta.

Foto: Natalia Rubinstein

La historia que se cuenta en Impalpable es, digamos, bastante sencilla. Lili (Elisa Bressán) llega a una pastelería de pueblo para reemplazar a Blanca (Paula Manzone), que viajó a “la gran ciudad” con el sueño de triunfar como estrella de cine. Estela (Malena Schnitzer), empleada antigua del lugar y excompañera de trabajo de Blanca, no le hace las cosas fáciles a la nueva. Sueña con seguir a su amiga en la huida a Buenos Aires para escapar de la vida rutinaria en el pueblo. Y mientras tanto, desahoga sus frustraciones en esa empleada novata, a la que le hace saber constantemente que jamás van a ser amigas. Así, entre las charlas telefónicas entre Estela y Blanca, y la forzada convivencia laboral entre Lili y Estela, se van sucediendo las escenas. Poco a poco, Blanca comienza a hacerse un lugar en Buenos Aires, y a medida que va obteniendo oportunidades en el mundo artístico con el que tanto había soñado, se va olvidando de su lugar de origen y de su amiga. Estela, con el corazón roto por los desplantes de Blanca, finalmente empieza a acercarse a Lili y a compartir con ella lo que más le gusta hacer: ir a ver los estrenos al cine del pueblo.

Esta referencia constante al cine no está solamente enunciada desde lo temático, sino también en el trabajo visual y sonoro de Impalpable: el diseño de luces invita a jugar con la fantasía de que estamos viendo a las actrices en distintos planos, iluminando por momentos solamente sus caras, enmarcándolas; mientras se oyen el sonido del proyector y el piano tocado en vivo, que evoca la musicalización del cine mudo. Y estos son solo algunos de los procedimientos de los que se vale Impalpable para trabajar el cruce entre el lenguaje escénico y el audiovisual.

Foto: Natalia Rubinstein

Un cruce que, a su vez, permite a quienes vieron la obra hace años y la vuelven a ver en esta temporada pensar cómo es ese reencuentro con un hecho artístico en un caso y en otro. A diferencia de lo que sucede con el rewatch de una película o una serie, en el acto de volver a ver una obra de teatro hay un doble movimiento hacia adelante. Por un lado, la mirada del espectador cambia necesariamente con los años, y es por eso que en el encuentro posterior con cualquier obra que uno ya vio, esta se presenta distinta: la mirada alterada por el paso del tiempo siempre descubre cosas nuevas y soslaya otras. Pero también es la misma obra la que cambia en tanto quienes la hacen, aunque se trate de las mismas personas, son otras diferentes. En el caso de Impalpable, actrices diez años más grandes: de chicas de veintilargos a mujeres de casi cuarenta, y es imposible que eso no repercuta en cómo miramos a los personajes. “Yo siento que antes mi personaje todavía tenía chances de que algo pasara en su vida, que las cosas cambiasen para ella; no parecía ser solamente la amiga de una chica que se fue a probar suerte a la Capital que se queda esperándola en el pueblo”, dice Malena, que compone a Estela desde los inicios del proyecto. “Y esta versión tiene algo un poco más definitivo, como si la suerte ya estuviera echada, como si los destinos de los personajes ya estuvieran marcados de forma más profunda”.

Esa conciencia de que la obra no iba a ser exactamente idéntica a la que había sido fue la que en esta nueva ronda de ensayos guió a los directores, que vienen de montar Impalpable en Madrid con un elenco de actrices argentinas residentes en España, y por eso, también, la tenían bastante fresca. Lo explica Sergio: “Si bien la obra tiene un texto, exige un recorrido y pide ser contada en un determinado tono, nos fuimos permitiendo actualizarla y pensar qué cosas siguen funcionando y cuáles no van más. Lógicamente, el universo Puig que está puesto ahí sigue funcionando de la misma manera. Pero las chicas fueron creciendo y muchos de los textos hoy suenan de otro modo. No nos interesaba cristalizarla, sino encontrar la forma de hacerla con eso que somos hoy”.

Foto: Natalia Rubistein

Impalpable se puede ver los viernes a las 21 en Nun Teatro Bar, Juan Ramírez de Velzco 419, Villa Crespo. Entradas a la venta por la web de Alternativa