La dictadura cívico-militar fue una de las etapas más oscuras y sangrientas que sufrió nuestro país. Es importante recordar este período para no olvidar las violaciones a los derechos humanos y sobre todo, a lxs personas 30.000 desaparecidas.

Por los traumas ocasionados, mucha gente recibió una indemnización. Hasta hace un tiempo, yo desconocía que a lxs perseguidxs y exiliadxs se les otorgaba una reparación histórica. Dicha compensación es solicitada por las propias víctimas y algunos casos llevan años en la justicia. Uno de los fallos más divulgados fue el de la actriz y cantante Nacha Guevara, a quien le fue otorgada una gran suma de dinero.

Muchas personas cuestionaron la noticia de esta resolución en medio de una situación de crisis, pobreza y un país que parece estar en llamas. Nacha decidió llamarse a silencio, ya que, según trascendió, este pedido en la justicia lleva varias décadas. En su última aparición pública, de hecho, le preguntaron si ya había recibido el dinero y ella respondió que aún no. Me imagino que vivir en el exilio no debe ser nada fácil: tener que huir con la familia, en medio de la noche, como si unx fuera un delincuente para evitar la muerte no debe ser algo que se borra de la mente tan fácilmente. Son heridas que quizás quienes hayan pasado por eso carguen toda su vida.

Como Nacha, muchas personas fueron hostigadas. Ya sabemos que este tipo de persecuciones no solo afectaron a artistas, a militantes que por alguna razón caían en las agendas de los milicos: cualquiera que representara una amenaza al orden estaba a merced del aparato del Estado. Me interesa señalar puntualmente el caso de las travestis, ya que —como se imaginarán— eran blanco y presa fácil. En este caso, no por una suscripción partidaria, sino por una militancia de identidad. Porque ser travesti en esa época era no solo un gesto de valentía absoluta, también era un tremendo acto político.

Son pocas las que sobrevivieron, y las que lo hicieron cargan con muchas secuelas. Una de ellas es Karina Pintarelli, que eligió ser ella misma en una época en que esa elección le podía costar la vida. Karina tenía 22 años cuando comenzó a ser sistemáticamente detenida y torturada, en la mayoría de los casos bajo la figura de los atroces edictos de la Policía Federal Argentina. Su nombre está en los medios desde hace unos días, ya que se conoció la resolución del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de atender un reclamo suyo y por primera vez en nuestro país, una mujer trans recibirá una reparación histórica por haber sido víctima de violencia y torturas en el marco de la última dictadura a causa de su identidad de género.

El logro tiene toda una trayectoria. El puntapié lo dio AboSex, que junto con más de doscientas organizaciones, en 2015 lanzó la campaña «Reconocer es Reparar» para exigir una ley que reconociera a las víctimas de la violencia institucional por motivo de identidad de género. Esta organización se alió con No tan distintes y el Observatorio de Género en la justicia de la CABA para acompañar a Karina desde 2018 en la lucha por la restitución de sus derechos. La resolución obtenida por ella le otorga el beneficio previsto en la ley 24.043, que contempla a personas detenidas por motivos políticos en el contexto de la dictadura cívico-militar.

Siempre hay urgencias en nuestro país, pero me parece atinado que leamos con el corazón la palabra que lo dice todo: «reparación». Sería bueno que observáramos estos reconocimientos con humanidad y sin prejuicios.