El taxista que nos llevaba a la cancha decía que la tenía clara. “Hoy golea Boca, sin dudas. Acá más de la mitad de los hinchas de Aldosivi son hinchas de Boca, empezando por el Pototo (Moscuzza, el presidente del club), y este equipo levantó un poco, pero es un desastre.” Y ganó Boca por goleada nomás, no porque Aldosivi no pusiera todo lo que hay que poner, pero sí porque lo que tiene no es demasiado, y encima el arquero cometió errores vitales, como el pelotazo en las piernas de Centurión que puso el 2 a 0, selló todo y abrió el camino para la goleada.

Había alguna equivalencia en las tribunas (media platea descubierta y toda la platea cubierta de supuestos neutrales, una cabecera de locales y otra cabecera libre). Pero no había equivalencia en los colores (los de Aldosivi pintaron sus sectores de amarillo y verde y los neutrales no pudieron llevar hasta su ubicación nada de azul y oro –secuestraron cientos de camisetas–). Tampoco hubo equivalencias en el juego. Fue ahí donde se dieron las diferencias más notables.

Boca jugó bien y tal vez alcance con decir que cuesta encontrar a la figura. Puede ser Pavón, que hizo un golazo y abrió el partido cuando se demoraba demasiado la llegada que se intentaba por la vía del toque asociado en tres cuartos de cancha. O Gago, que las hizo todas sencillitas y metió pases profundos como estiletazos. O acaso Wilmar Barrios, que cada día rinde más tapando rivales, cubriendo errores y entregando limpita. O Magallán, que sacó todo  y mostró gran personalidad. Y no desentonaron Pablo Pérez, Jara, Silva (hizo un golazo) y Centurión (notable generosidad al forzar el error  en el segundo gol). La figura hay que encontrarla por el lado del funcionamiento de un equipo que se agrandó tras la victoria ante Independiente, que se sabía superior y supo demostrarlo, sin cancherear, jugando con la seriedad que exigía saber que ganar en Mar del Plata era meterse más de medio campeonato en el bolsillo.

El único manchón pudo ser que con el 2 a 0 en la chapa algunos jugadores se empezaron a cuidar del juego recio del rival y regularon demasiado. Un cabezazo de Lugüercio (lejos el mejor de los locales) en un palo era el 2 a 1 y pudo cambiar  la historia. Para suerte de Boca, el segundo error grave del arquero (penal a Centurión que maniobra  de espaldas y sin posibilidades en la puerta del área) puso al encuentro en  los carriles normales y lo que siguió fue floreo.   

La diferencia parece abultada, pero la realidad es que pudo ser mayor, porque Pavón primero y Bou después perdieron sendos mano a mano con Matías Vega, que en estas oportunidades sí respondió muy bien. En su favor también hay que decir que casi le tapa el penal a Gago (sorprendió que no lo pateara Benedetto, que lucha por ser el goleador).  El pobre Vega no es muy dúctil con los pies y Boca, que lo sabía, lo presionó varias veces en los pases atrás antes del gol de Centurión. De ahí lo de error forzado al que hacíamos referencia.

Boca le lleva cinco puntos a Banfield y siete a River (que juega hoy). Con esa diferencia puede darse el lujo de perder con Olimpo el miércoles próximo y salir campeón siempre y cuando supere a Unión el próximo domingo. Pero todo indica que no habrá que esperar una semana más para la alegría de todos los hinchas de Boca, incluido el Pototo Moscuzza.