Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) están muy cerca de escribir una marca importante en la convulsionada historia colombiana. Siete meses después de la histórica firma del acuerdo de paz con el gobierno de Juan Manuel Santos, la guerrilla colombiana –la más antigua del continente–, que surgió en 1964 para intentar tomar el poder por la fuerza, dejará de ser un grupo armado para dar sus primeros pasos como movimiento político legal. Su alejamiento de la ilegalidad se concretará mañana en una ceremonia en la que se formalizará la entrega de la última parte de las armas a Naciones Unidas (ONU), que debe sacarlas de los campamentos para fundirlas y construir con ellas monumentos a la paz. 

Las FARC empezaron el martes pasado el proceso de entrega del último 40 ciento de su armamento (ya había entregado el 60 por ciento de las cerca de 7.000 armas personales). El vicepresidente de Colombia, Oscar Naranjo, resaltó el viernes el abandono definitivo de las armas por parte del grupo rebelde. “No podemos olvidar que estamos en las próximas 72 horas al borde de dar el paso fundamental que muchos soñábamos, que acariciábamos como un imposible, y es que terminara un conflicto armado de 52 años”, afirmó el funcionario en un acto en el departamento de La Guajira.

Con todo, el procedimiento de desarme resulta por demás complejo: se llevó a cabo de forma simultánea en 26 campamentos donde 6.800 miembros de las FARC y poco más de 2.200 milicianos (integrantes de redes de apoyo del

grupo) se mantienen concentrados desde febrero cumpliendo con el plan de desmovilización en las zonas de veredales transitorias de normalización (ZVTN). Cada guerrillero entrega su arma de dotación, que debe ser registrada con su número de serie y otros datos por parte de los delegados de la ONU. Luego, el organismo internacional entrega un certificado al miembro de las FARC, que firma un documento mediante el cual se compromete a no volver a tomar las armas y a cumplir el acuerdo de paz. 

Se trata de un procedimiento que culmina hoy para dar paso mañana a una ceremonia que tendrá lugar cerca del municipio de Mesetas, en el departamento de Meta, en el campamento que más guerrilleros tiene alojados, cerca de 520. Allí acudirán el presidente colombiano, Juan Manuel Santos, y el máximo líder de las FARC, Rodrigo Londoño, quien de a poco ha dejado de usar los alias de “Timochenko” y “Timoleón Jiménez” que lo identificaron como guerrillero, para encabezar la ceremonia junto con delegados de la ONU. El tramo final de la entrega de armas contó con la supervisión del secretario general adjunto de Asuntos Políticos de la ONU, Jeffrey Feltman, quien no ahorró elogios en el cumplimiento del acuerdo de paz que Santos y Londoño firmaron en Bogotá el 24 de noviembre de 2016.

Las armas entregadas en esta fase corresponden a las de dotación personal que tenía cada guerrillero. Otras armas, además de explosivos, están alojadas en un millar de escondites cuya ubicación ya fue suministrada por las FARC a la Misión de Verificación de la ONU, que espera tomar control de los pertrechos antes de septiembre. Esa tarea acarrea ciertas dificultades porque muchos de los escondites están en terrenos de difícil acceso y se requiere de coordenadas exactas para ubicarlos.

Aunque el presidente Santos afirmó que el final del desarme representa la desaparición de las FARC, jefes de la guerrilla aseguran que esta etapa del proceso de paz no significa la muerte de ese grupo, sino el ingreso a una etapa de cambio para pasar a ocupar un sector político legal. “Las FARC no se acaban hoy, se transforman, se convierten en una organización legal que pronto va a conformar un partido que sale a la acción política. Nosotros no nos vamos a desmovilizar, nos vamos a movilizar hacia la legalidad”, advirtió Seusis Pausivas Hernández, conocido con el alias de “Jesús Santrich”.

Los plazos del cronograma de implementación del acuerdo de paz se modificaron varias veces, aunque las partes coincidieron en que se trata de algo normal por la complejidad del proceso que busca acabar con 53 años de confrontación. Por ejemplo, todos los miembros de las FARC tenían que estar concentrados a más tardar el 31 de diciembre en los 26 campamentos, pero esa fase se cumplió a mediados de febrero, pues el gobierno no concluyó a tiempo las adecuaciones de los servicios de salud, electricidad y agua potable en esos lugares.

El proceso de desarme debía culminar el 30 de mayo, pero las partes decidieron que la última fase de entrega de armas comenzaría el 20 de junio para finalizar una semana después. Tras la entrega de armas, los miembros de las FARC pasarán a la etapa de desmovilización y de sometimiento a una Jurisdicción Especial de Paz para solucionar sus problemas con la Justicia, en una fase que se extenderá durante varios meses.

En este contexto, el vicepresidente colombiano saludó la nueva etapa que se inicia en el país con “la dejación definitiva de las armas de quienes las empuñaron para desafiar al Estado, declararse en rebeldía y también desafiar la sociedad colombiana”. En opinión de Naranjo, el nuevo marco de oportunidades sin conflicto armado debería llevar a todos los colombianos a ver que hay un horizonte de oportunidades para la transformación. “Hoy, con el fin del conflicto, también se abren oportunidades definitivas para el cierre de brechas en un país caracterizado por el centralismo, con unas regiones que parecían ser parte de una Colombia profunda y distante, hoy sin conflicto con las FARC estamos llamados a cerrar brechas de inequidad”, aseguró.

El ministro del Interior de Colombia, Guillermo Rivera, dijo que es imposible volver atrás con el acuerdo de paz con las FARC. En ese sentido, Rivera recordó que la primera fase de la implementación del acuerdo de paz son los cimientos del mismo, los cuales ya fueron aprobados por el Congreso de Colombia. Entre esos cimientos están Ley de Amnistía; el Sistema de Verdad, Justicia, Reparación y Garantías de no Repetición, que incluye la Justicia Especial para la Paz (JEP), así como el acto legislativo que le da estabilidad jurídica a los acuerdos.