Treinta kilos de cocaína mal escondidos en una modesta casita de Puerto Gaboto, alquilada por un puestero de hacienda en la isla, al otro lado del río Coronda, es algo que suena muy fuerte, tanto en ese pueblo a 60 kilómetros al norte de Rosario como también en escritorios lejos de allí. El hallazgo fortuito por un allanamiento destinado a un motivo ajeno al narcotráfico reinstaló en primer plano la sospecha de que por el río circula algo más que soja y sus derivados. 

Una partida de agentes policiales de la comisaría 12ª, de Gaboto se apostó el miércoles a primera hora de la mañana en una vivienda de Solís al 600, a dos cuadras de la calle principal. Tenían la misión de cumplir con un allanamiento ordenado por la Fiscalía de San Lorenzo. Iban en busca de un arma de fuego a secuestrar, luego de que un hombre denunciara al morador de la casa por haberlo amenazado de muerte, pistola en mano, por un conflicto del que no trascendieron detalles. 

Como en la casa no había nadie que abriera la puerta, los policías entraron por la fuerza y con licencia. Así, bastó una simple requisa en busca de la pistola para descubrir algo mucho más gordo. En uno de los dormitorios, debajo de la cama de dos plazas, había  tres paquetes grandes envueltos con bolsas de nylon negro, con 28 paquetes que contenían clorhidrato de cocaína. En conjunto, todo sumaría casi 30 kilos. A razón 7 mil dólares cada uno, más de 50 millones de pesos al valor de menudeo. 

Eso atesoraba el puestero de la isla que ahora está prófugo y con pedido de captura del juzgado federal n°2 de Santa Fe, a cargo de Carlos Villafuerte Ruzo en subrogancia.

Los panes de cocaína estaban bien embalados de manera hermética con cinta azul y con un curioso sticker a modo de etiqueta: "Emirate - Qatar", decía cada paquete rectangular, como la sede del Mundial de Fútbol que empezará en noviembre. El peso exacto que midió personal de Drogas de la Agencia de Investigaciones Criminal dio 29.468 gramos de clorhidrato de cocaína de alta pureza.  

Del inquilino de la casa, ni rastros. Se llama Diego T., tiene más de 30 años y es un muchacho ya conocido en el pueblo. Los gabotenses lo conocen de pibe, como también a su familia. Alguna vez se ganó unos días en la comisaría por otros delitos, nada en comparación con lo que ahora se le ha caído encima, una tenencia de estupefacientes que por su volumen configura narcotráfico, directamente. 

T., alias Pepe, no volvió a la casa desde el martes a la mañana, y Gaboto descuentan que no lo hará. Hay policías buscándolo en la isla, hasta ahora sin éxito. La preocupación extra de un investigador que habló con este diario es que quienes le confiaron a Pepe 30 kilos de cocaína, ahora perdidos definitivamente, lo encuentren antes que la policía.

La noticia de semejante hallazgo corrió rápido en la localidad, y hasta ayer era tema de conversación obligado en sus calles. Si bien Puerto Gaboto no es ajeno a la crónica narco reciente –tuvo procedimientos importantes en 2016 y 2018–, nunca hubo un decomiso tan grande de estupefacientes. 

La investigación pasó ahora al fuero federal, al juzgado n°2 de Santa Fe, que está vacante desde 2020, cuando su titular, Francisco Miño se jubiló. Luego lo tomó en subrogancia el juez rosarino Marcelo Bailaque, y desde abril, el nicoleño Villafuerte Ruzo.