Barricadas y paros sectoriales marcaron la jornada de movilización convocada por los sindicatos brasileños contra las medidas de ajuste y flexibilización laboral y jubilatoria que busca imponer el presidente sustituto Michel Temer junto a la alianza conservadora que respaldó el impeachment contra Dilma Rousseff. Mientras los trabajadores salieron a las calles en todo el país, se difundió el índice de desempleo que mostró una mejora de sólo 3 décimas en mayo y una alarmante comparación interanual, con 2 millones más de personas sin empleo, el 13,3 por ciento de gente sin trabajo. 

Las centrales gremiales habían convocado inicialmente una huelga general, que hubiera sido la segunda del año después de la del pasado 28 de abril, pero la transformaron en una jornada de protestas más modesta, principalmente por la negativa a adherirse al paro del vital sector de los transportes en Sao Paulo.

Las protestas ocurren en un momento clave, ya que Temer espera la decisión de la Cámara de Diputados, que por orden constitucional, debe aprobar o no la continuidad de la denuncia por corrupción que carga el actual mandatario, y que podría en caso de validarse, suspendido del cargo. El fiscal general, Rodrigo Janot, acusó a Temer de recibir un soborno de 500.000 reales de la empresa JBS. Luego, la policía fotografió a Rodrigo Rocha Loures, uno de sus asesores más cercanos, recibiendo una maleta con ese dinero.

Mientras ocurrían las marchas y protestas, la Corte Suprema decidió otorgar la libertad condicional a Loures y reponer en su cargo de senador al excandidato presidencial y referente del golpista PSDB Aécio Néves. El senador había sido suspendido de su banca y se había alejado de la presidencia del partido luego de que se filtrara un audio en el que pedía coimas en el marco de la causa Lava Jato.

En ese contexto, Temer aún espera reunir los votos necesarios de la mayoría oficialista en la Cámara baja para evitar su procesamiento. Aunque una eventual delación premiada de Loures, que empieza a ser rumoreada en medios locales, complicaría mucho las cosas para el debilitado mandatario.

Decenas de manifestantes bloquearon por la mañana el acceso al aeropuerto paulista de Congonhas y al aeropuerto internacional de Rio, generando varios kilómetros de colas de automóviles. En el centro de Sao Paulo, la capital económica del país, la policía dispersó con bombas de estruendo a manifestantes que habían cerrado varias calles, mientras en Brasilia la paralización de los transportes públicos era total.

Gremios bancarios, de petroleros y de la salud anunciaron su adhesión al paro y las centrales convocaron marchas por la tarde. "Los paros y manifestaciones son los instrumentos que estamos usando para presionar y tener una negociación más seria con Brasilia, que no perjudique a los trabajadores", afirmó Carlos Gonçalves, secretario general de Força Sindical.

La movilización apuntó contra la flexibilización de la legislación laboral --que debe ser votada próximamente en el Senado-- y contra la reforma del régimen de jubilaciones. Esas medidas, según el presidente de la Central Única de Trabajadores (CUT) Vagner Freitas, amenazan "el empleo formal, que garantiza derechos adquiridos como vacaciones y aguinaldo".

El único dato que podría haber celebrado Temer fue el difundido por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), que señaló que el desempleo había disminuyó en mayo, por lo que el número total de personas sin empleo había pasado de 14 millones a 13,8 millones. La cifra queda más opacada cuando se observa la comparación interanual: Brasil sumó en un año más de dos millones de desempleados.