Si hay una certeza, en lo que va de Sergio Massa como movida o intento de súper-algo, es la acumulación de interrogantes.

¿Muestra la solvencia política y el equipo que se aguardaban para tomar resoluciones contundentes? ¿Se revela que había más humo que otra cosa? ¿Es demasiado pronto para juzgar, si se mide que nadie podría tener una estructuración perfecta al hacerse cargo de la noche a la mañana?

Y en todo caso, ¿la responsabilidad por lo que hay y lo que falta es de Massa? ¿O es del conjunto de quienes conducen la coalición gobernante?

La inflación oficial de julio fue tan tremebunda como se estimaba, y es difícil presagiar que tendrá una baja significativa en lo inmediato.

Nada, tampoco, fue capaz de conmover entre los anuncios, o los anuncios de anuncios, del ministro de Economía y Aledaños. Al revés: hubo el blooper de dejar trascender un número dos, un odiador antikirchnerista serial, que no podía resistir el más mínimo archivo.

La sobreactuación acerca del poder de Massa, que incluyó tomar el cargo con una escenografía digna de la asunción de un Presidente, invita a examinar si va primero lo tejido por sus ambiciones. O si antecede que debe estar el convencimiento explícito de todo el peronismo, y de los socios menores del Frente, para respaldarlo.

Por el momento, manda el cúmulo de preguntas cuando se esperaba (o se quería esperar, y aún espera) que haya siquiera signos firmes.

Desde ya que hubo uno considerable: evitar la devaluación hecha y derecha del tipo de cambio oficial. Todo por ahora, pero vale frente al abismo que asomaba y que puede reaparecer.

El resto son las incógnitas. Si se conseguirán de dónde los dólares para reconstituir arcas públicas casi vacías. Si de veras hay en marcha algún intento de “pacto social” para frenar la inflación. Si en serio, en la alianza gubernativa, se pusieron de acuerdo con algo más de confianza que de resentimientos.

La única ¿novedad? interpuesta entre lo preocupante o directamente angustioso del escenario económico –lo es para la población del medio hacia abajo y no para el conjunto, excepto creer que hay una unidad “pueblo”- es el nuevo capítulo de la interna cambiemita. Presos de excitación, algunos colegas del propio palo opositor se apresuran a definirla como “estallada”.

Que sea noticia merece estar entre signos de interrogación porque no se advierte cuál es el suceso de que Elisa Carrió, según lo hace periódicamente y desde el fondo de sus tiempos como dirigente política, manifieste el empeño de derrumbar o perjudicar todo aquello que -acaso- haya contribuido a construir.

Tanto dentro como fuera de Juntos por el Cambio, Cambiemos, Juntos o el título que tenga, la coincidencia “reservada” y absoluta es que a Carrió debe interpretársela, con prioridad total, desde sus aspectos psicológicos. Jamás a partir de alguna seriedad política de sus acciones comunicacionales.

Sin perjuicio de “sentencias” como ésas, que son comidilla en los ámbitos palaciegos, es aceptable que Carrió cuela acusaciones y denuncias (muy) verosímiles respecto de las corruptelas pequeñas y enormes de sus compañeros cambiemitas. Tiene capacidad de carpetear a la bartola intimidades de ese tipo, y de otros, a través de medios y periodistas amigotes que ceden a la zanahoria del sensacionalismo.

Carrió es eso. Es espectáculo, mucho antes que “política” en el sentido alto o rosquero de la palabra.

Las conjeturas acerca de que obró como “agente” de Macri para ensuciar a Larreta (por razones que nadie acierta a explicar, justo cuando Larreta “derechiza” su discurso para contener a Macri, a la Comandante Pato y a restantes “halcones”) son secundarias. O ni tan sólo eso.

Si Macri puede carpetearlo a Larreta, es y será en volumen similar o idéntico al que Larreta puede emplear para socavar a Macri.

Uno tiene medio propio con gurkas varios a disposición.

Y el otro dispone de una pauta de publicidad oficial que le hace amigables o distraídos hasta a medios kirchneristas, u oficialistas, o como se quiera.

Esas probabilidades o concreciones de empiojamiento mutuo tendrán el límite que les establezca el Poder verdadero que simbolizan. No el de la tele.

Ese Poder irá midiendo si le conviene estimular que el Gobierno quede asfixiado ya mismo por vía devaluatoria.

O si -de vuelta reiterado- le es más práctico que “lo de Massa” se desgaste, para arribar al vacío de poder que “justifique” resoluciones bruscas. Antipopulares, pero con (eventual) apoyo o resignación popular.

Los grandes actores que resuelven el devenir económico tienen con eso una dificultad acentuada: los cambiemitas, que son la única representación político-institucional de sus intereses, (les) demuestran ser tan o más mamarrachescos que el Frente de Todos.

No les dan garantías. Y, de hecho, ya gobernaron con resultados horrendos a la vista porque, entre otras cuestiones pero no la menor, Macri (el presunto líder “desarrollista” que no necesitaba robar) fue confirmadamente el tilingo vago que, en cuanto a robustez de liderazgo, gracias si alcanza a la cancha de fútbol de Los Abrojos.

Salvo, claro, insistir con que sí les fue bien porque ganaron y se la fugaron toda. Es válido. Pero como clase dirigente y no solamente dominante, en aptitud de edificar un capitalismo más “en serio”, son una lágrima interminable.

El Frente de Todos, definible así ya no por circunstancias de ofensiva sino de resistencia, habilita algunas consideraciones que de optimistas tienen casi nada. Pero sí podrían servir para agarrase de algo, que no sea exclusivamente el pesimismo de la inteligencia.

El panorama económico ofrece tanto de acogotamiento, en materia de divisas para hacerlo funcionar y de proceso inflacionario, como de recuperación sostenida tras la pandemia y en medio de las restricciones por la guerra.

Con un poco de creatividad y decisión política, apenas un poco, debería haber espacio para que -por ejemplo- la economía popular diga lo suyo sobre estímulos a la producción y comercialización de cercanía.

¿Cómo es posible que ni siquiera haya gestos para que el precio de los alimentos no constituya un escándalo en un país como éste?

Cristina, a su vez, está en una encrucijada de aquéllas, de la que su situación judicial sería “lo de menos” si no fuera porque sus silencios son más abultados que su accionar.

¿Dónde está el kirchnerismo para promover que se salga a las calles que perdió, con el objetivo de respaldar al Gobierno que integra? ¿Dónde están los guapos que se oponían a la ortodoxia de Martín Guzmán, ahora que el aumento en las tarifas de luz y gas será más pronunciado y la palabra es o pinta ser “ajuste”?

Cristina sigue siendo el faro para mucha gente. Le sobra historia de poner el cuerpo en defensa de los más postergados. Y un poco más también. Ni duda de que la persiguen judicialmente sin pruebas sostenibles, porque no se trata de demolerla a ella sino a lo que ella representa.

Pero las cosas están demasiado jodidas como para sólo aparecer con imprescindibles cadenas de tuiteos acerca de esa persecución.

Como de costumbre y dicho con toda la humildad que es menester desde un rol de mero comentarista: la mejor manera de defender(se) frente a la perversión de los partidos Judicial y Mediático es abroquelarse en un resguardo integral del Gobierno. Y no dejar la impresión, el flanco, de que sólo importa su situación personal.

Si es Massa, es Massa. Sommeliers de pureza ideológica, abstenerse.

Con una inflación bestial y ya recurriendo al swap chino, colgados del travesaño con las reservas monetarias agotadas, queda lugar para recomponerlas a como venga y describir la situación sin medias tintas. No con chiquitajes.

¿Eso incluiría explicar que la decisión es enfriar la economía con tasas de interés altísimas para evitar más corridas, también por ejemplo?

Sí. Pero que expliquen eso o lo que fuere unificadamente, con convicción y no por descarte, llamando a tales y cuales metas porque se cometieron tales y cuales errores; y porque hubo tales y cuales imprevistos que supondrán tales y cuales penurias, que hacia abajo serán amortiguadas de tal y cual manera.

Si el Gobierno no muestra decisión de querer enfrentarse con alguien mediante algunos pasos, quizá efectivos y quizá ineficaces pero decisión al fin, que no pretenda más que suicidarse.

Tiene condiciones objetivas a favor: economía en recuperación o crecimiento, bien que con profunda injusticia distributiva. Una líder de sectores populares. Las centrales sindicales que no se paran en contra. Los gobernadores dispuestos a apoyar.

Más una oposición patética que se conserva sin crisis en su núcleo gorila inconmovible. Y porque el electorado fluctuante, concluyente y despolitizado, que tanto puede votar a Cristina como a Macri con una diferencia de cuatro años, hoy está embroncadísimo y hacia la derecha.

Ergo, lo dramático más parecería radicar en las condiciones subjetivas.

¿Qué disposición tienen las todas y todos del “frente” gobernante para articular señales y medidas que den imagen de fortaleza?