A comienzos de semana se publicó un artículo en la revista académica Nature Climate Change que invita a científicos y científicas a la “desobediencia civil”, con el objetivo de ser escuchados por las autoridades gubernamentales sobre los efectos devastadores del cambio climático. Al mismo tiempo, la publicación llama a repensar por qué las evidencias científicas no modifican las acciones de los decisores de política pública en relación a modificar la matriz productiva; y, en simultáneo, advierte que los hombres y mujeres de laboratorio, de tomar una actitud politizada, podrían comenzar a ser juzgados por la “pérdida de su imparcialidad”. Si bien los jefes y las jefas de Estado se comprometen en cada encuentro internacional a reducir la emisión de gases de efecto invernadero, en contadas ocasiones cumplen con sus promesas. Esta publicación se difunde en el marco de una nueva cumbre climática (COP27) que se desarrollará en noviembre y tendrá a Egipto como sede.
“El tiempo es corto para asegurar un futuro habitable y sostenible; sin embargo, la inacción de los gobiernos, la industria y la sociedad civil está marcando el rumbo de un calentamiento de 3,2 °C, con todas las consecuencias catastróficas y en cascada que esto implica. En este contexto, ¿cuándo se justifica la desobediencia civil de los científicos?”, así inicia el artículo difundido en la prestigiosa revista y echa luz sobre la imposibilidad de cumplir con el objetivo de evitar superar el 1.5°C de incremento de la temperatura global con referencia a la era preindustrial. Los investigadores firmantes proponen llevar a las calles un reclamo justo, a través de estrategias de disrupción pacífica en el espacio público.
Apartheid climático
Calores extremos en Europa, incendios que arrasan el Amazonas, deshielos en Groenlandia que incrementarán el nivel del mar 30 centímetros en un futuro próximo, sequías que vuelven imposible cualquier cultivo y desprendimientos de glaciares provocan consecuencias de impacto social. Movimientos forzados de poblaciones, transformación de ecosistemas, cortes de electricidad, desabastecimiento de insumos básicos y la profundización de las brechas sociales constituyen algunos de los efectos que ya comienzan a observarse. De hecho, Naciones Unidas ya señaló que este último fenómeno potenciaría la desigualdad y llevaría a un “apartheid climático”: solo los grupos sociales con recursos podrán subsistir ante la crisis. En este escenario, los científicos ya no se estacionan en la descripción del problema sino que llaman a la participación activa en el cambio, la denuncia de las acciones de los sectores concentrados de poder y el requisito medular: transformar la matriz productiva.
“En la actualidad, la pregunta por el rol de la comunidad científica en el contexto de crisis climática se ha vuelto fundamental. En general, surgen proyectos productivos que prometen paliar los problemas actuales pero no siempre lo hacen”, señala Guillermo Folguera, biólogo y filósofo (Conicet-UBA). Luego continúa: “Pienso que es necesario rediscutir el aporte de los científicos en las políticas públicas que tiendan a frenar la deforestación, cuidar el agua, disminuir la contaminación química, así como disminuir la inequidad social directamente vinculada con los problemas ambientales”.
Desde hace décadas la comunidad científica brinda evidencias robustas acerca de la participación de los seres humanos en el cambio climático de esta época. No por casualidad, la humanidad atraviesa el Antropoceno: época geológica propuesta para describir un contexto que se destaca por el impacto significativo de las acciones de las personas en la naturaleza y los ecosistemas. En este marco, los investigadores firmantes invitan a sus colegas a “cometer actos de desobediencia civil” con el objetivo de despertar a los tomadores de decisiones que no contemplan la verdadera magnitud del problema que supone el calentamiento global.
“Lo que decimos en el artículo es que involucrarse en este tipo de cosas puede sumar peso al mensaje de que esto es una crisis; que estas son personas decentes que saben más que cualquier otro sobre lo hundidos que estamos en la mierda, y que están realizando este tipo de acción, acción directa no violenta, desobediencia civil", dice Oscar Berglund, cientista político (Universidad de Bristol), autor del artículo. Y agrega: “Tenemos aquí lo que llamamos una autoridad epistémica: la gente escucha lo que estamos diciendo, como científicos, y se vuelve una manera de mostrar lo grave que es la situación, que nos vemos obligados a llegar a estos extremos”.
En el presente, según los especialistas, la ciencia goza de mayor legitimidad que la política y ello puede traducirse en un argumento suficiente que invite a los expertos y expertas a emplear sus credenciales para alertar en la escena pública sobre las acciones urgentes que requiere el conflicto. “Los proyectos que responden a formas que invitan a rebelarnos son centrales. ¿Cuál es el papel que tenemos como comunidad científica latinoamericana? ¿Qué lugar geopolítico desempeña Argentina en la región? Los científicos ya no podemos habitar torres de cristal; existe una necesidad imperiosa de trabajar en conjunto con las comunidades”, apunta Folguera. Y destaca: “No solo se trata de hablar y explicar alguna cosa, sino también de escuchar; y de luchar hombro a hombro en pos de mejorar la calidad de vida de las personas y la naturaleza”.
Antecedentes y ejemplos
La joven activista sueca Greta Thunberg puede operar como inspiración para muchos jóvenes alrededor del mundo que se proponen influir en las decisiones políticas al respecto. En Argentina, el colectivo “Jóvenes por el Clima” se presenta como un movimiento social y político encabezado por la juventud del país que “lucha por revertir los efectos de la crisis climática” y tiene el objetivo de “introducir la cuestión climática en la agenda pública de manera permanente, e instalar la problemática como un eje central de las políticas públicas tomadas por los gobiernos”.
En abril, más de mil científicos y científicas de Reino Unido y de otras latitudes se movilizaron con el objetivo de concientizar sobre el cambio climático. Como resultado, un grupo fue detenido tras pegar los resultados de un artículo científico que denunciaba la acción humana en el calentamiento global sobre la fachada del Departamento de Negocios, Energía y Estrategia Industrial. Por la misma época, cientos de investigadores e investigadoras de España marcharon al Ministerio de Transición Ecológica con consignas del tipo “La ciencia sin activismo es impotente y el activismo sin ciencia no tiene precisión en sus reivindicaciones”. Bajo esta premisa, ya no alcanza con documentar los factores de la crisis climática sino también se trata de tomar cartas en el asunto.
Desde la perspectiva de los autores del artículo publicado en Nature Climate Change “las formas tradicionales de investigación y comunicación” pueden no estar siendo efectivas. Este aspecto es discutido desde mediados de siglo XX en el plano internacional y también en el doméstico. El matemático Oscar Varsavsky, hacia fines de los 60s, ya pugnaba por la formación de científicos politizados capaces de explicitar su ideología como una vía de honestidad intelectual.