Al borde de la medianoche la militancia empezó a volver a la esquina de Juncal y Uruguay. No había banderas desplegadas y los cantos a esa hora duraban apenas un respiro callados por otros, entre los que estaban ahí, mientras se extendía una sensación de duelo colectivo. “Sin banderas, nada, no había nada, era como un velorio, como la entrada de un hospital”, dice Thiago Rodríguez, uno de los cronistas presentes en el espacio. “Los cantos duraban segundos, la misma militancia los paraba diciendo que por favor se callen, que no es momento de cantar”.

En el lugar permanecieron los medios de prensa. Todos los canales mientras iban y venían varios integrantes del espacio del Frente de Todos. Mayra Mendoza se acercó a la puerta del edificio de CFK, y cuando uno de los cronistas se acercó a preguntarle algo ni siquiera pudo hablar. “Tenía lágrimas en los ojos, estaba muy angustiada, como en estado de shock”. Pasaron también el diputado Leopoldo Moreau, el Tano Catalano, Horacio Pietragalla, Cristina Alvarez Rodríguez y hay abrazos con otros de Roberto Baradel.

Nadie entró a la casa de la Vicepresidenta. Ni entraban ni salían y lo que pasaba adentro permaneció en estricto hermetismo. La Policía Federal siguió apostada en el lugar, con unos cincuenta efectivos, a ojo de los cronistas, desplegados en la calle. Una hora después de la cadena nacional pronunciada por el Presidente Alberto Fernández, los grupos de chat comenzaban a darse cita para el viernes en la Plaza de Mayo. “Convocó Alberto”, decían. En la noche de Recoleta seguían llegando más militantes. Una marea que no parece cesar ni siquiera bajo la amenaza de una bala.