“No hubo una conspiración gigantesca para sacarle fondos al Estado y apropiárselos. Mi defendido, Raúl Daruich, nunca tuvo que ver con los pagos ni los contratos ni las adjudicaciones ni hay relación alguna con un enriquecimiento personal. No tuvo en ningún momento el manejo o la administración de las obras que se hicieron en Santa Cruz”. Con esta descripción, el defensor de quien fuera titular del Distrito 23 de la Dirección Nacional de Vialidad, el distrito de Santa Cruz, la emprendió contra la teoría que los fiscales expusieron en su histriónico alegato. Diego Luciani y Sergio Mola, los fiscales, pidieron una pena de cinco años de prisión para Daruich por el delito de fraude a la administración pública. "Eso equivale a un robo con armas. Pedir esa pena es una crueldad, una desmesura. Y no hay mayor corrupción que condenar a un inocente", afirmó el defensor, Mario Ganora, en su alegato. 

Con un tono muy académico, pero demoledor Ganora, fue leyendo las normas de la Dirección Nacional de Vialidad (DNV) que, según dijo, fue producto de una ley de la época de la llamada Revolución Libertadora, que derrocó a Juan Domingo Perón. Por lo tanto es una estructura de verticalismo absoluto en que las sucursales, como el Distrito 23, tienen un papel muy menor. En ese marco -concluyó Ganora-, los distritos no participan de decisiones que puedan tener relación con un mega-complot delictivo. 

“Daruich no pone ni quita nada. En 2003, ante una situación de hambre y saqueos, el gobierno de ese momento utilizó la obra pública, como muchos otros países, para empezar a recuperar el país y lo hizo con la estructura que tenía, la estructura verticalista de la DNV. Los distritos no tenían personal ni técnicos para tener una intervención de relevancia. En Santa Cruz, según contaron los testigos en este juicio, había ratas en las oficinas del Distrito 23”, ejemplificó Ganora.

“Hay una incoherencia en la acusación -razonó Ganora-. Pensar en una superconspiración en la que está metida una presidenta, un ministro, un titular de Vialidad, que engañaron a los diputados y senadores, que condicionaron a los medios y al mismo tiempo, que eso lo pudiera impedir un funcionario que está en una oficina llena de ratas es pensar que Daruich era una especie de D’Artagnan. Eso sólo está en las novelas de Alejandro Dumas”. 

El abogado desplegó un enorme nivel cultural, citando libros, códigos, películas. Pero nunca perdió la calma. Recurrió poco a una prueba incontrastable que fue la auditoría ordenada por el macrismo y que concluyó que las obras estaban bien hechas y que no se pagó nada que no estuviera construido. Pero sí mencionó los testimonios de los tres profesionales que hicieron aquel estudio ordenado ya en tiempos de Mauricio Macri. Ganora, en dos horas de alegato, hizo algo que los fiscales no hicieron en nueve días: citó lo que dijeron los testigos una y otra vez. Luciani y Mola no pudieron mencionar nada de lo ocurrido en el juicio, porque las audiencias les fueron muy desfavorables.

“La idea de que algo hay que entregar a las fauces de la opinión pública sería convertir este juicio en las ceremonias antiguas de los sacerdotes -finalizó el letrado-. Hay algo que es la peor forma de corrupción: condenar inocentes. Daruich es una persona de trabajo, no es un individuo de avería. Pedirle cinco años de prisión es equivalente a un robo con armas. Es una desmesura, una crueldad”, finalizó Ganora.