En la provincia de Buenos Aires, para fortalecer a los almacenes que venden alimentos cooperativos, la subsecretaría de Economía Popular comenzó a entregarles kits tecnológicos. Así pueden aceptar medios de pago como la Tarjeta Alimentar -que aunque moviliza fondos del estado, en su mayor parte es captada por los grandes formadores de precios y no llega casi a la economía popular-, o aumentar sus ventas aprovechando otros mecanismos estatales de ampliación del consumo, como los descuentos del Banco Provincia.

Los kits tienen una computadora, una impresora, un teléfono, un lector de barras y un postnet. Daniel Yusé, de la localidad de Navarro, cuenta que para El Mercadito -una comercializadora creada por las cooperativas productoras de alimentos locales- incorporar esta tecnología aumentó sus ventas en un 30 por ciento; un salto significativo. “Además, las familias se llevan otros productos. Hoy la mayoría de la gente que tiene una Tarjeta Alimentar nos compra carne”, agrega.

En Tigre, Patricia Loperena trabaja con un grupo de cooperativas que abrieron el almacén Despensa y Delicias. Indica que “tener una computadora y un celular propio, para el local, nos permitió pasar de las ventas de subsistencia a un público que está fuera del barrio”, ya que en la zona “mucha gente, especialmente el que vive en un country, acostumbra a hacer pedidos por teléfono o sigue las promociones hechas a través de redes como Instagram”.

El mercadito o Despensa & Delicias son casos que muestran cómo los espacios de comercialización popular son creados a pulmón, por la necesidad de las organizaciones sociales de vender la producción de sus cooperativas.

“Nosotros empezamos con una mesa debajo de una media sombra, al costado de los viveros. Era una cosa muy precaria en todos los sentidos”, cuenta Yusé.

Añade que en Navarro “una parte muy importante de la población vive del trabajo informal, de changas. Con el armado de cooperativas pudimos crear 400 puestos de trabajo”. Arrancaron con huertas sobre tierras fiscales en desuso, con el apoyo del programa Protaal y utilizando el Potenciar trabajo como salario complementario; por eso lo primero que se pusieron a vender fue verduras. Después incorporaron productos de otros emprendimientos -quesos, mermeladas-, de Pymes locales y finalmente la carnicería.

La cooperativa Delicias nació haciendo panificados. “Hoy tenemos tres almacenes, uno en la zona céntrica y los otros en barrios populares”, indicó Loperena.

Los trabajadores de estos emprendimientos suman ingresos. Tienen como base un Potenciar Trabajo y cobran los retiros de sus cooperativas.

Un dato interesante asociado a la incorporación de estos kits son las prácticas que dejó la pandemia.

Federico Ugo, subsecretario de Economía Popular bonaerense, explica que el kit incluye un teléfono porque en los barrios “se está vendiendo mucho por facebook, o por los estados de whatsapp, y en las recorridas vimos que esto se hacía usando el teléfono de la personas que atendía, limitado al momento en que atendía. El teléfono del kit queda en el almacén de forma permanente para vender, para mandar ofertas, para entrar a aplicaciones virtuales como la Cuenta dni o Mercado pago”.

“El kit también tiene un posnet que acepta todas las tarjetas de débito, desde la Alimentar a la cuenta sueldo de cualquier banco, y una computadora y una impresora. Esto permite al almacén popular ir construyendo un ordenamiento de stock, una registración del proceso de comercialización que muchas veces está anotado en un cuaderno. Ordenar te permite después, cuando lo ves en perspectiva, pensar mejor la manera de comprar y vender”.

Antes del equipamiento tecnológico, la subsecretaría implementó una primera etapa de fortalecer a los almacenes proveyéndolos de productos de la economía popular. “Ahora, con el kit tecnológico aparece la necesidad de que estén registrados, que no vendan en negro, que emitan factura y tengan tickeadora de AFIP. Estamos en ese proceso. Para eso los comercios tienen que estar inscriptos fiscalmente, tener un monotributista o responsable inscripto, o ser una cooperativa. En muchos casos empezamos a hacer la vinculación con algún responsable del almacén que sea monotributista y ayudamos a hacer el proceso de armado de cooperativas. La idea es que puedan avanzar también con el proceso de inscripción fiscal”, explicó Ugo.

El paso a la economía formal encarece los costos. Yusé dice, sin embargo, que aunque hay más gastos se compensan con las mayores ventas. Loperena considera que “más que caro, el problema es que es un proceso complejo”.

“Lo que se complica a la economía popular es aprender cómo tener todas las inscripciones al día, la rúbrica de los libros. En nuestro caso nos acompañó el Inaes, que nos ayudó con capacitaciones para armar las cooperativas. Tuvimos que aprender a llevar los libros y registrar las asambleas. El Inaes da un curso de administración de cooperativas y una de nuestras compañeras lo hizo. La subsecretaría de Economía Popular de la provincia está también presente, nos va guiando”.

Para la entrevistada el acompañamiento del estado resultó clave. “Nuestra cooperativa, Delicias, existe hace once años y recién en 2022 pudimos tener todos los papeles para poder facturar las ventas”. Agrega que es un esfuerzo que vale la pena porque “estar registrado es el único modo de acceder a los programas que desde el Estado dan apoyo al sector, así como de emitir facturas para venderle a otros sectores. Lo que habría que hacer de acá a 2023 es que todas las unidades productivas cuenten con las herramientas legales que te da el hecho de estar registrado”.