Por todos lados alertan que no se debe dormir al lado del celular, Nos asustan de todas las maneras posibles y por cierto de las peores, nos dicen que este hábito tan arraigado en grandes y chicos podría aumentar no solo el cáncer de glándulas salivales y del nervio acústico sino que podría acarrear, por la energía de la radiofrecuencia, problemas cerebrales y de fertilidad.

Hasta la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) clasificó a este tipo de aparatos como «un posible carcinógeno humano», agregando que está todavía “en evolución” pero esta noticia tan contundente no mosquea a la mayoría de los seres humanos, los únicos animales tan pensantes como suicidas, tan optimistas como frágiles que no descubren la manera de no dormirse esperando la respuesta del otro y dejan caer el celular a su lado y, al final, lo llevan a la cama todos y cada uno de los días, y lo usan como prueba del "último mensaje conectado" y como despertador del día siguiente; es lo último y lo primero que tocan día a día.

La condición tóxica de ese manoseo parece ser inexorable, ¿cómo alejarnos de algo que nos da tanto? Si hasta algunos esperan tenerlo como injerto en alguna de las manos para que no se nos caiga atrás de la cama y se rompa el cristal. Y sostienen que no conviene apagarlo pues después hay que esperar que se prenda, y si no lo hace, ¿qué haremos? No apagarlo es estar seguros de que no será necesaria esa espera, ¿a quién no se le percudió el botoncito del on, y sintió ese resquemor apocalíptico? 

Ni off ni modo avión

No queremos que esté off ni en modo avión, nadie quiere quedar desconectado, ni aun cuando duerme; podría pasarle algo al ser querido, y quién si no "yo" lo tengo que saber en primer lugar, ya no existe el teléfono de línea y si existe ya nadie se da por aludido ¡si yo tengo mi teléfono personal porqué atender eso que puede ser para otro!

Ya se ha demostrado esa cualidad "invertida" del celular, no se trata de que nosotros lo llevamos sino contrariamente él es quién nos lleva. Y nos da tanto, mucho y más de lo que podemos aceptar y si con la drogas ilícitas se sabe que nos pueden hacer mal, del gadget tecnológico no nos quejaremos si se queda esta noche a dormir en nuestra cama.

No hay gato encerrado en sus intenciones, levantaremos la voz en su defensa, inmediatamente miraremos cuántos likes tenemos y cuántos comparten nuestra opinión. Tendremos siempre la oportunidad de preguntarle dónde acomodarlo para que no nos haga tan mal y una mujer con voz robótica responderá acerca de la distancia óptima de su nocividad.

Somos seres susceptibles, que intentamos ocultar nuestras debilidades, mejor dicho mi "castración" porque esto no se comparte, es lo más singular que tenemos. Finalmente mi celular y mi castración no se comparten. Es más mi celular sabe, lo que puede saberse, de mis temores; guarda con delicadeza las claves de nuestra frágil inmortalidad, de nuestras caídas, y parece susurrarnos cada noche como el tango arrullándonos: “Contame tus secretos, decime tus fracasos", escucha a través de su superficie opaca y traslúcida.

Mi celular, mi cómplice y espía

El movil sólo espera que pases tu mano como una caricia pidiéndole algo, siempre espera que descargues todas tus amorosas demandas (o de las malas). Le importa que lo incluyas, y responde al instante como si fuera una orden, para nosotros seres tan doloridos por el paso del tiempo, creemos ver indicios de su amor en la prontitud de sus respuestas, y guarda esas búsquedas en el historial de los tesoros preciados.

Si bien ofrecen las respuestas que ya le han pagado para tus problemas claves, quién lo recibe cree encontrar la salida al laberinto personal. El celular no engaña, sólo quienes lo programan pero están lejos; gracias a él tratarás de ser escuchado, buscarás a alguien con sugestivos emojis, tirarás a la nube la señal para que te vean pero sólo el celular sabrá cómo caminamos tan mortales como lisiados, cada uno a su manera, y protegerá tus secretos, ubicándose amorosamente como tu "complemento", una necesaria prótesis; por eso se ha pegado tanto a nuestra piel en estos últimos años, y pocos quieren dejar de dormir con él.

Luego tendremos tiempo de averiguar si hay libros de quejas, pero ahora que estamos en la adolescencia del tiempo tecnológico no nos importa lo que pasará dentro de unos años, lo que nos importa ahora es que esté a nuestro lado cada día y cada noche, y a cada cual le dé en forma invertida lo que le pide y eso es la fórmula de la demanda.

 Esperaremos antes de dormir la respuesta, su voz te ayuda a sobrevivir en este mundo tan lleno de necesidades y sabremos desde bebés que no es un objeto como cualquiera para dejarlo tirado o acomodado en alguna repisa lejana, no lo dejaremos ni un minuto lejos de nuestras manos aun cuando nos asusten con posibles contraindicaciones médicas-psicológicas.

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