Todavía conmocionado por el intento de magnicidio de la Vicepresidenta de la Nación, comparto algunas reflexiones con la intención de comprender el hecho desde un punto de vista estructural, más allá de las particularidades individuales del perpetrador y sus cómplices. Estas reflexiones solo son posibles porque el sujeto no logró su cometido por razones de ineptitud y/o fallas en el arma o las municiones utilizadas, que las respectivas pericias aclararán. De haber logrado su cometido, se estaría frente a un escenario dramático de la historia nacional que impediría, seguramente, cualquier tipo de intento de reflexión mesurada y analítica.
El tomar cabal dimensión de que la impericia del perpetrador fue la que se interpuso frente al asesinato, conduce a profundizar en los encadenamientos grupales que confeccionaron la logística que le permitió ubicarse en la circunstancia del hecho. También obliga a ahondar en el análisis de las redes políticas y sociales en las que se movía el sujeto y su novia, la cual en estos momentos ya adquiere una relevancia central en la materialización del pretendido magnicidio.
Odio
La dirección de las pesquisas y las consecuentes interpretaciones en la línea de encontrar entre el entramado de relaciones del sujeto y su novia a quienes puedan haber colaborado logística o ideológicamente en la preparación y concreción del evento permitirá contribuir a una explicación que exceda las características psicológicas de Sabag Montiel y sus colaboradoras/es. Un exceso de "psicologización" en la explicación del evento no permitiría ubicarlo en el entramado político-estructural de la Argentina.
Asimismo, hay una sobreutilización explicativa de los aspectos discursivos e ideológicos en los que el perpetrador y su banda se habrían basado para llevar adelante este episodio de connotaciones tan dramáticas. Se tata concretamente a la apelación explicativa de los “discursos del odio" o lisa y llanamente al odio como fundamento final del intento de magnicidio. Acompañando una utilización acotada de las particularidades psicológicas de Sabag Montiel y su banda, resulta importante evitar una suerte de "esencialización" indeterminada de la noción de odio, que aparecería entonces casi omnipresente en ciertos ámbitos de la sociedad desprovista de todo anclaje material.
Nada más alejado de estas reflexiones que desconocer la existencia de una orquestada campaña política, mediática y judicial de desprestigio sobre la figura de Cristina Fernández de Kirchner. No caben dudas de que estas sistemáticas acciones de descalificación, que traspasan los límites éticos de la convivencia democrática cuando se ensañan con sus atributos personales, interpela a ciertos sectores de la ciudadanía y configura un clima cultural que habilita la reproducción de este ensañamiento discursivo que tiene una incidencia en el marco explicativo del atentado perpetrado.
Dispositivo
Estos ataques forman parte de un dispositivo ideológico que comenzó a desplegarse a nivel mundial y en la Argentina desde fines de la década del setenta del siglo pasado. En efecto, es necesario interpretar este "clima de odio" en el marco de la racionalidad neoliberal que conforma la hegemonía cultural del presente. Los discursos contra la figura vicepresidencial deben ser leídos como parte del repertorio del neoconservadurismo moralizante que propugna la apología del libremercado y la irrestricta libertad individual.
Es un encadenamiento discursivo que lleva años atacando al Estado y a la política porque ha sido y es funcional a una acumulación capitalista que, librada de las ataduras keynesianas y bienestaristas del siglo pasado, tiene como proyecto político el debilitamiento y asfixia de la democracia. Hegemonía discursiva y simbólica (“mapa cognitivo”) que en su exacerbación del individualismo enfrentando los dispositivos colectivos alimenta la “antipolítica neoliberal”: el ataque al Estado y las instituciones públicas, la desconfianza en la política y consecuentemente la hostilidad hacia la democracia.
¿Y qué simboliza y sintetiza la figura de Cristina Fernández de Kirchner? Precisamente la antítesis simbólica y material de la hegemonía neoliberal en la fase actual del capitalismo en el país. Representa --y reivindica con acciones y discursos-- los momentos históricos en los que las mayorías populares nacionales lograron por la vía democrática llevar a la práctica políticas públicas que concretaron el bienestar de las clases populares mediante el despliegue de regulaciones estatales a la acumulación capitalista vernácula. Este es el conflicto estructural al que remite el oprobioso suceso del jueves 1 de septiembre de 2022.
* Sociólogo