Poca diferencia haríamos a esta altura analizando una vez más el contexto generalizado de homolesbotransfobia y machismo en que el rap y el hip hop norteamericanos construyen sus historias y fabrican sus ídolxs. Aunque hace cerca de un lustro ciertas voces de la diversidad vienen abriéndose paso (Frank Ocean será quizás el nombre que mejor sirva de ejemplo), no parece estar cerca ese panorama de aceptación cotidiana con el que muchxs hubieran deseado toparse a estas alturas del año 2017. 

El rapero norteamericano JAY-Z es, sin dudas, una de las personas más poderosas de la industria del entretenimiento actual. Suma prestigio artístico a una historia de superación personal no menos que épica: comenzó en las calles de Brooklyn y New Jersey como vendedor de crack y es hoy empresario y presidente de una de las discográficas más importantes del mundo. Su matrimonio con la cantante Beyoncé viene a ser un colmo posible del poder concentrado, con monitoreo total de sus vaivenes románticos y familiares lindante en lo absurdo: tan en la mira se han ubicado que, por caso, vienen litigando hace varios años para obtener los derechos comerciales absolutos sobre el nombre de su primera hija, Blue Ivy, luego de que aparecieran marcas de ropa infantil llamadas de idéntica forma. Rumi y Sir, su hermana y hermano mellizxs nacidxs hace días nomás, cayeron al planeta con la incomparable bendición de tener asegurados, ya desde el útero, todos esos mismos derechos que papi y mami exigen para su hermana mayor.

Coincidiendo con los natalicios, el rapero editó el disco “4:44”, que solamente puede escucharse vía streaming en su plataforma Tidal y mediante el servidor Sprint, y que entre sus temas incluye un dúo que viene siendo el punto focal de atenciones: Jay rapea junto a su madre, que se asume lesbiana públicamente. “Viviendo dos vidas, feliz, pero no libre”, dice Gloria Carter sobre el final de la canción. Estamos frente a una figura pública (enorme) que hace uso de su plataforma (inamovible) y su dominio de los medios (tenaz) para visibilizar una historia de lesbianismo contada en primera persona y en tándem. Pensándolo bien, ¿quién se animaría a meterse con JAY-Z y su mamá?