​“Devociones religiosas, procesos de identidad y relaciones de poder en Salta: desde la colonia hasta principios de siglo XX”, es el titulo de la obra de Telma Chaile, doctora en historia por la Universidad Nacional de Salta (UNSa), quien realizó una metódica investigación, apuntando al núcleo de los procesos y devociones populares de la provincia de Salta.

Chaile aclara en primer lugar que toda su trayectoria académica fue gracias a la posibilidad de concurrir a una universidad pública, algo que subraya y la llena de orgullo: “Mis padres son de clase popular, y la religión siempre estuvo presente en la familia, pero también en la comunidad en la cual vivíamos. En Salta la religión está impregnada en muchos aspectos de la vida social”. Pero es enfática en aclarar que “El Milagro excede la división que podemos establecer entre popular y sectores dirigentes o acomodados, está presente en toda la sociedad, traspasa las capas sociales”.

Recuerda también como su abuela materna solía visitar grutas, llevar velas y rezar a vírgenes y santos, mientras Telma la acompañaba en ese trayecto. También recuerda con claridad que en la primaria y la secundaria asistía con la institución escolar, en los días previos a la procesión del Milagro, al rezo de la novena y a la Catedral: “En este contexto, el ingreso a la universidad fue central, me abrió la cabeza en el sentido de permitirme pensar cómo los procesos sociales y culturales son construcciones de las personas, de hombres y mujeres, desde las infancias, en un proceso histórico”.

El temor fundante

La historia cuenta que para septiembre de 1692 un temblor azotó la tierra salteña. La ciudad de Salta resultó dañada, aunque el epicentro del sismo fue en la ciudad de Esteco, al sur de la actual capital provincial. El movimiento telúrico resultó de tal magnitud que hubo réplicas hasta varios días después. Ante los cimbronazos de la tierra, la población apeló a la fe para frenar las consecuencias de dicho evento. Comenzó entonces a orar y peregrinar confiada en que ese era el único camino. El Milagro comenzaba a construirse.

Es central pensar el evento del Milagro en un contexto crítico, porque el terremoto y las réplicas que continuaron los días posteriores generaron una situación de crisis. Son fenómenos imprevistos que provocan repuestas espontáneas de las personas. Se da entonces un temor, el pedido de ayuda, de misericordia, de salvación. Eso también es posible de entender en la sociedad colonial de 1692, fines del siglo XVII”, comienza a esbozar Chaile en su indagación histórica sobre esta devoción salteña.

Procesión año 1910 - Extraida de Nuestra Salta de Ayer.

El terremoto, que tuvo una intensidad significativa, provocó daños en algunos edificios, y en este sentido la historiadora comenta: “Si bien no hubo decesos en Salta, sí hubo daños en los edificios, principalmente en los religiosos. Entonces, frente a un acontecimiento sobre el cual no se tenía control, y en el que seguía el temor con las réplicas, se generaba la cuestión de que probablemente pudiera ocurrir una muerte imprevisible. En este contexto, donde lo que predomina es la religión católica, se le pide a aquellas figuras celestiales que son las que pueden brindar una respuesta reconfortante y salvadora”.

La construcción del Milagro

Las historias que llevan cantidad de años transmitiéndose de boca en boca, con pocas fuentes y, sobre todo, tensionadas por diversos grupos de poder, generan que la construcción de los sentidos, a partir de un hecho fundante y central para la vida social salteña, vaya modificándose con el tiempo a través de distintas interpretaciones.

“Es importante destacar que en los primeros momentos, hay una serie de acciones, de intervenciones de distintos actores sociales, que generan una interpretación en ese momento. El terremoto se interpretó como un castigo divino, entonces las personas se sintieron culpables y que debían redimir esa culpa”, dice Telma Chaile adentrándose en los primeros sentidos dados al acontecimiento.

Reconoce la historiadora que aquellos primeros que llegaron a la imagen de la Virgen, comenzaron a moldear una interpretación primaria del hecho. “Al haber daños en la iglesia matriz, que era la iglesia más importante de la ciudad, ingresan dos personas a ver cuáles habían sido los daños producto del movimiento telúrico. Estas dos personas eran un sacristán y su ayudante, ambos de los sectores populares. De hecho, se menciona que el sacristán era un pardo, lo cual implica que es una persona afrodescendiente”.

Esta imagen de la Virgen con la que se encuentran, que en ese momento todavía era la Inmaculada Concepción, una advocación muy extendida en las colonias españolas, les resulta particular en sus daños y postura, “se encuentran con esta imagen de la Virgen, que a pesar de la altura considerable de la cual cayó, no tiene grandes daños. Además, la divisan mirando hacia el sagrario. Ahí aparece la primera interpretación, en el hecho de mirar al sagrario que es donde está Cristo Sacramentado, el Hijo de Dios. Esto se interpreta como una súplica”.

Circa 1920 - Imagen Eduardo Ibarra.

Acto seguido, se comunica el evento al alcalde, que en ese momento era la máxima autoridad de la ciudad, y este, según comenta Chaile, “manda a levantar un acta que dé cuenta del suceso. Ahí también ingresa un segundo testigo, que era un médico peruano, quien termina de completar la situación en la que estaba la Virgen. Entonces hay una serie de elementos que permiten interpretar que el hecho de que no sufriera daño, a pesar de la altura de la cual cayó, a diferencia de otras imágenes que sí se dañaron y que estaban a menor altura, es un indicio, un elemento clave. Al mirar al sagrario, suplicando por la salvación, se van entrelazando elementos en estas interpretaciones que son comunicadas a la autoridad máxima en la ciudad”.

¿Qué hubiera sido de nosotros si esta soberana señora no nos hubiera amparado?, le dicen las mujeres que están rezando al vicario y cura rector, que era la máxima autoridad local de Salta cuando arriba a la ciudad. Entonces esta persona, que es Pedro Chávez y Abreu, se encuentra con una serie de sentidos, donde ya hay una construcción de la Inmaculada Concepción, pidiendo amparo para los habitantes de la ciudad de Salta frente a la situación de desasosiego, culpa y miedo que generó el terremoto “, agrega Chaile.

(Gentileza del Archivo y Biblioteca Historicos de Salta).

Es así que, muy prontamente, aparecen actas del Cabildo con el nombre de Nuestra Señora del Milagro, siendo una consagración prácticamente inmediata, ese mismo año. Como lo resalta la historiadora salteña: “Deja de ser de la Inmaculada Concepción para pasar a ser del Milagro, se singulariza la imagen. La Inmaculada Concepción estaba presente en muchas ciudades, entonces adquirir una denominación particular, le otorga singularidad, asociando su nombre a un hecho particular”.

Institucionalización y variaciones históricas de la devoción

El primer hito de institucionalización es el reconocimiento de la Virgen como patrona de la ciudad. En esa consagración participa el Cabildo, que es el órgano del gobierno de la ciudad, donde está representada la élite local, y son quienes tienen injerencia en ese sentido para designar la patrona y también para incluirla como una fiesta obligatoria en el calendario religioso local”, destaca Telma Chaile.

En este primer hito de institucionalización por la devoción del Milagro es donde participan varios actores sociales de diferentes sectores, y que dan el paso al reconocimiento como festividad que debe ser recordada y anualmente rememorada.

También resalta la historiadora que “En este proceso de institucionalización es significativa la participación de las autoridades religiosas y políticas, pero también lo que comienza a escribirse y registrarse, en definitiva, lo que va a quedar como escrituras que construirán una narrativa del Milagro”.

Resulta importante tener en cuenta que por más que la devoción tenga su inicio con el terremoto de 1692, ubicándola a comienzos o fines del siglo XVII, no siempre tuvo la misma significancia o devoción. Chaile subraya que gracias a la documentación histórica se puede interpretar que la devoción tuvo momentos de mucha trascendencia, y otros en los que no aparece tanto la presencia en el registro documental, cuestión que hace pensar que no gozaba de gran masividad.

Algo que la historiadora de la UNSa resalta en cuanto a su construcción histórica, es el lugar de Jesús crucificado, “¿qué pasa con el Cristo y cómo es que aparece formando parte de esa devoción? El Cristo es una figura que, a diferencia de lo que sucede con la Virgen, que son feligreses quienes construyen el sentido de lo milagroso, para el caso del Cristo la intervención proviene de los sectores religiosos especializados, es decir los sacerdotes. Son el cura Chávez y Abreu y los jesuitas, aquellos que incorporan que esa súplica de la Virgen era hacia su hijo y estaba orientada hacia el Cristo”.

El Cristo comienza a aparecer a fines del siglo XVIII, incluso la novena, que es importante en la institucionalización del culto del Milagro, se escribe el 1760 y se publica en 1784. La novena que nosotros conocemos hoy, sí tiene la denominación de ambos, incluso la centralidad está puesta en Jesús Señor del Milagro, pero esa denominación fue de fines del siglo XVIII”.

Las reflexiones de Chaile muestran como una celebración de tanta centralidad para el pueblo salteño fue necesariamente modificada, por una lado por el aggiornamiento de una devoción que comenzó hace más de 300 años, así como también la intervención de diferentes poderes sociales, políticos y eclesiales, que pujaron por agregar sentido propio a la festividad. “No podemos pensar que lo que se configuró en 1692 es exactamente igual a lo que asistimos en el siglo XXI, hubo transformaciones, hubo elementos que se fueron incorporando”.

El poder está presente en El Milagro desde que se configura la devoción, y en la actualidad queda muy claramente diagramado, por ejemplo, quiénes portan las imágenes y todo ese esquema que las rodea durante la procesión. Pero también hay que decir que es un culto que pertenece a las personas del común, si solo hubiera sido un culto impuesto desde el poder, no se hubiera sostenido en el tiempo por más que tuviera altibajos a lo largo de la colonia hasta el presente, porque hay un involucramiento de los creyentes que es significativo en la construcción de sus creencias en torno al Milagro”, subraya la investigadora completando la idea.

Sin duda que analizar el Milagro adquiere una gran complejidad. Esta festividad no es solamente un acto de fe religiosa, sino que en ella están condensados y sincretizados muchos de los sentidos que adquiere la sociedad salteña de hoy, a través de años de construcción simbólica, social y política.