Desde Londres

Cerrado el largo paréntesis por la muerte de la Reina Isabel II, el Reino Unido tuvo un aterrizaje forzoso a la realidad con el presupuesto de emergencia anunciado este viernes por el flamante gobierno de Liz Truss. El ministro de finanzas de Truss y co-guionista de su credo ultra neoliberal, Kwasi Kwarteng, no se guardó ninguno de los preceptos de la fe Thatcherista: radical disminución de los impuestos a los ricos, eliminación del techo a las bonificaciones de los banqueros y creación de decenas de zonas francas. “Necesitamos una nueva política para lidiar con esta nueva era. Este es un presupuesto para el crecimiento. Durante mucho tiempo estuvimos debatiendo la necesidad de redistribución. Tenemos que terminar con este debate. Lo importante es que la economía crezca”, proclamó Kwarteng a la Cámara de los Comunes.

Los mercados, siempre tan dóciles a los mensajes conservadores, huyeron aterrorizados. El valor de la libra esterlina, que ya estaba en su nivel más bajo en 37 años, descendió un punto más respecto al dólar a lo largo del día, acercándose a la paridad: 1 libra vale 1.09 dólares. “Esta caída de la libra se debe en parte a la fortaleza del dólar, pero también a que los mercados no creen en nuestros números. El dinero se está yendo: no está entrando”, dictaminó el diario Evening Standard.

La deuda pública superó el 100 por ciento del PBI (rondaba el 60 pre-pandemia). El jueves un dato trastornó las páginas económicas: solo en agosto los intereses de la deuda habían rozado las 9 mil millones de libras. Con este dato a mano se comprende el espanto de los mercados ante un presupuesto que desfinancia al estado con una baja espectacular de los impuestos y, al mismo tiempo, promete una asistencia masiva que solo se puede cubrir emitiendo más deuda. 

El mensaje de Kwarteng es el que machacó su jefa Liz Truss primero en la campaña que la llevó a reemplazar a Boris Johnson, luego en sus dos primeros días en el puesto antes de la muerte de la reina, finalmente esta semana en Naciones Unidas. Según Truss-Kwarteng la salida a la actual crisis se logrará “aumentando el tamaño de la torta” gracias a la reducción impositiva a las grandes empresas y los más afluentes (unas 27 mil millones de libras que treparán a 45 mil millones en 2026). No sorprende que la BBC lo haya calificado de “la disminución impositiva más grande en 50 años de presupuestos”. La premisa teórica es la gastada teoría del “trickle down” en los 80: el recorte impositivo estimulará la inversión que hará crecer la economía derramando (trickle down) prosperidad en el conjunto de la sociedad.

La realidad y el dogma

En medio de este dogma vetusto la realidad se hizo un hueco en el presupuesto. Con precios de gas y electricidad que se iban a duplicar el 1 de octubre, el gobierno confirmó para los próximos seis meses un congelamiento parcial de las tarifas tanto para las empresas como para las personas. El congelamiento impone un techo a las cuentas que no pueden superar las 2500 libras y será financiado por el estado con un costo estimado de 150 mil millones de libras.

En el verano la entonces candidata a primera ministro Liz Truss en plena campaña partidaria para suceder a Johnson se había opuesto a una intervención estatal en el mercado y a la entrega de ayudas a pesar de que, a raíz de la guerra, las cuentas de gas y electricidad habían aumentado un 54 por ciento. El anuncio del regulador en agosto de un nuevo aumento del 80 por ciento puso a los conservadores entre la espada y la pared: miles de pequeñas y medianas empresas quebrarían, millones de personas se sumarían a la tenebrosa categoría de "pobreza energética" (destinar más del 10% de los ingresos a luz y electricidad). Truss no adoptó las propuestas de la oposición laborista o los grupos de consumidores (congelamiento total de tarifas, renta extraordinaria para las energéticas), pero con sus anuncios de ayuda y control de precio máximo, dio una muestra de pragmatismo ausente en el resto de un presupuesto dominado por la dogmática fe neoliberal.

A la luz de la reacción de los beneficiarios de la medida, es un típico caso de “very little and too late”. La CEO de la British Beer and Pub Association, Emma Mc Clarkin dijo que se necesitaba mucho más. “Es un alivio inicial frente a este período crítico, pero se necesita mucho más para lidiar con los costos y formular un plan para cuando termine este período de seis meses de ayuda”, dijo Mac Clarkin. Muniya Barua, directora de política y estrategia de una organización de empresarios en Londres, BusinessLDN, coincidió. “Evita bancarrotas masivas por el momento, pero no es suficiente para muchas empresas ahogadas por las deudas contraídas con el Covid”, señaló Barua.

¿Alguien cree en este presupuesto?

En la Cámara de los Comunes el ministro Kwarteng intentó demarcar al flamante gobierno de Luz Truss de los 12 años previos de reinado conservador y presentarse como el cambio y la renovación necesaria para lidiar con la actual crisis.

La portavoz en temas económicos del laborismo, Rachel Reeves le recordó que las políticas que anunciaban no contenían nada nuevo. “Son un regreso a la política del “Trickle down” del pasado y una admisión que los últimos 12 años de gobierno han sido un fracaso. La idea de que beneficiando a los ricos se beneficiará el conjunto de la sociedad es una ideología vetusta que no dio resultado en ningún lugar,”, dijo Reeves.

Los escoceses y galeses denostaron un presupuesto que “profundizaría la desigualdad”, es “moralmente reprobable” y “financieramente insostenible”. “En vez de ayuda a los que más lo necesitan, el ministro le da prioridad a los más ricos, a los banqueros y a proteger las ganancias de las empresas energéticas”, dijo el ministro de finanzas escocés Johns Swinney. “En Gales se nos viene un terrible invierno de cuentas impagables y una inflación por el cielo. La respuesta del gobierno es esta fantasía económica del “trickle down” para complacer a los ricos”, condenó Ben Lake, portavoz económico de Palid Cymru, los autonomistas galeses. Ni siquiera las filas propias rebosaban de optimismo.

Críticas conservadoras 

En la campaña partidaria para encontrar un reemplazante a Boris Johnson, la mayoría de los diputados tories se inclinaron por el ex ministro de finanzas, Rishi Sunak: fue la membresía del Partido Conservador la que le dio la victoria a Truss. En los debates posteriores a la renuncia de Johnson en junio, Sunak calificó el programa económico de Liz Truss como un “cuento de hadas económico”. Sus seguidores no han cambiado de opinión y no parecen dispuestos a callarse.

Mel Stride, del equipo de campaña de Sunak, dijo que había un “agujero gigantesco” en el presupuesto porque los números no habían sido analizado, como se suele hacer, por la autárquica Office for Budget Responsability. “Necesitamos transparencia. Tenemos que calmar a los mercados”, le dijo Stride a Kwarteng en el debate parlamentario. Otros diputados señalaron off the record al diario The Guardian que estaban “absolutamente desesperados” porque los conservadores “debían representar a los sectores medios y no a los más ricos: esto es políticamente tóxico y económicamente dudoso”.

“Invierno de descontento” 

Al gobierno le costará sacarse el título de gobierno de los ricos. En momentos en que el conjunto de la población está experimentando la mayor caída del poder adquisitivo en décadas, niveles de inflación que no se conocían desde fines de los 80 y salarios congelados o rezagados, algunas medidas, son especialmente ofensivas, casi una provocación, como decir, tenemos el gobierno, hacemos lo que queremos. La eliminación de los límites para las bonificaciones de los banqueros es una de las más simbólicas.

El Servicio Nacional de Salud tiene 100 mil vacantes sin llenar por la combinación de bajos salarios, aumento del costo de la vida y altísimos niveles de estrés laboral que han impactado la salud física y psíquica de los trabajadores que están renunciando a su trabajo. “El servicio de enfermería está espantado por esta decisión de dar prioridad a los banqueros sobre el Servicio Nacional de Salud y el personal de Cuidados Sociales, algunos de los cuales tienen que ir a los bancos de alimentos para sobrevivir. El gobierno se ha aprovechado de la abnegación del personal por demasiado tiempo. Exhortamos a nuestros miembros a que voten a favor de la huelga este 6 de octubre”, dijo la representante del Royal College of Nurses Pat Culllen.

Este llamado a la huelga es otro de los paréntesis abiertos por el fallecimiento de la reina que se cierra. Al llamado “summer of discontent” (verano de descontento), seguirá ahora un “Winter of discontent”. El sector del transporte ferroviario y de subtes irá a la huelga a principios de octubre. Los conflictos que se suspendieron por respeto al fallecimiento de la reina, volverán a activarse. A las medidas de fuerza del sector público, que viene con salarios prácticamente congelados desde que asumieron los conservadores en 2010, se plegarán muchos del sector privado cuyas remuneraciones fueron quedando rezagadas en este período, en particular con el aumento inflacionario del último año.

El director del respetado Institute for Fiscal Studies Paul Johnson señaló que la apuesta al crecimiento vía reducción impositiva para salir de una crisis ha sido usada en el Reino Unido sin mucho éxito. “El gobierno de Ted Heath a principios de los 70 intentó lo mismo y terminó en desastre. Aquel presupuesto es conocido como el peor de los tiempos modernos. Sinceramente, espero que este termine mejor”, dijo Johnson.