La historia ya es parte de la cultura pop mexicana. Gael García Bernal y Diego Luna, hoy ambos en sus 40, son dos de los galanes latinos más populares de principios de este siglo, y además son amigos –-mejores amigos insisten ellos-- desde la infancia. Se los vio crecer en público en telenovelas y películas locales, y para agregar un poco de dramatismo al asunto, sus padres dicen que Gael y Diego se vieron por primera vez cuando eran bebés, que cada uno iba en su coche y ni bien se cruzaron sacaron sus cabezas para agarrarse mutuamente las caras de alegría. Claro que para Luna, esa infancia no fue idílica, y según cuenta su padre, escenógrafo, la actuación fue el modo catártico que tuvo el niño para sobrellevar la muerte de su madre en un accidente de tráfico. Dice que hasta que Diego no empezó a hacerlo, no era raro encontrarlo sonámbulo en medio de la noche, o hablándole a las paredes, al aire, teniendo diálogos imaginarios con esa madre ausente.

Tanto la amistad como el despegue actoral de la dupla Bernal-Luna también tuvo una sublimación conjunta. Fue en Y tu mamá también (2001), la película de Alfonso Cuarón que hace poco fue celebrada por sus 20 años y que ambos protagonizaron. La película se convirtió en un clásico instantáneo de la época, y además los dos compartieron el premio Marcelo Mastroianni a mejor actor revelación, pero mientras Gael García despegó con rimbombancia –estuvo en una decena de películas nominadas al Oscar, fue el Che Guevara, fue estrella de González Iñarritu y de Pedro Almódovar y de Pablo Larraín– Diego Luna, un chico gracioso y distendido a pesar de su infancia problemática, y tan alto como un basquetbolista, se interesó en otro tipo de proyectos. Tampoco es que estuvo ausente de Hollywood; fue el novio de Harvey Milk en la biografía dirigida por Gus Van Sant, fue el novio de Kathy Perry en uno de los videoclips más vistos de Kathy Perry. Incluso Steven Spielberg se fijó en él. Pero digamos que nunca se convirtió, bueno, en Gael.

Ahora, como una de las caras en Star Wars, Diego Luna atraviesa una ola de popularidad que lo tiene como uno de los actores más solicitados del momento, quizás sobrepasando a su amigo de infancia. Esta semana se estrenó Andor, la última serie del universo Star Wars. En la historia, que se desarrolla cinco años antes de los eventos de Rogue One, la película que en 2016 lo tuvo como protagonista, Luna vuelve a interpretar a Cassian Andor, espía rebelde, a lo largo de 12 episodios.

A Diego Luna el llamado de Star Wars le pareció bastante extraño, casi irreal, y lo dudó un poco: “Pensé que yo pertenecía mucho al cine independiente. Ese era mi lugar. El teatro era mi hogar. Una película como Star Wars estaba muy, muy lejos de lo que yo creía que era capaz de hacer”, dijo. Pero le salió muy bien porque, finalmente, Rogue One (2016) fue una de las películas más festejadas de la saga contemporánea. Valorada por la crítica “no-fan” y hasta por George Lucas, bien lejos del lado oscuro contra la fuerza del bien, la película fue notoria por ser algo así como un drama de guerra que, por primera vez en 40 años, se alejaba de la familia Skywalker para centrarse en los detalles de la resistencia y su periplo antiimperialista. En personajes sin poderes, comunes, con deseos ambivalentes, que empujados por las circunstancias, se animaban a situaciones extraordinarias: “También se trata sobre la potencia de la comunidad. Creo que es una historia bastante pertinente en estos días. Y este formato largo nos ha traído una libertad bastante única”, dijo entonces Luna.

En 2016, Rogue One se convirtió además en un éxito rotundo que generó más de mil millones de dólares en taquilla, aun con una conclusión audaz, en la que Cassian Andor y compañía se sacrificaban para lograr su misión. “Es interesante contar una historia sobre acciones heroicas que trascienden el momento en el que el héroe recibe la medalla y se aleja hacia el atardecer diciendo: ‘¡Lo hemos conseguido!’. En Rogue One no lo consiguieron. Pero aún así valió la pena, ¿no? Es un momento interesante para enviar ese mensaje”. Star Wars también tuvo que acoplarse a tiempos donde la lucha entre los buenos y los malos ya no alcanza para explicar el mundo. Y esos monjes con sables láser, aislados, ascéticos, al borde de la locura, parecen tener cada vez menos sentido. Son personajes más bien ambivalentes los que han dominado las historias nuevas que han revitalizado la saga. The Mandalorian, por ejemplo, cuyo protagonista es un antihéroe improbable: un mercenario conmovido por un bebé –-mínimo, de la especie de Yoda y apadrinado por Werner Herzog para amplificar la rareza-- y ahora Cassian Andor, un héroe un poco reticente que no quería serlo y que se ve empujado por circunstancias que lo exceden. “Además no se trata sólo de él, sino del comienzo de una revolución, y de los muchos personajes que se necesitan para desencadenar ese tipo de cambio", dice Luna.

A todo esto, una vez inserto en Hollywood en una mega franquicia, Diego Luna hizo lo contrario a lo que haría una estrella de Hollywood en una mega franquicia. Es decir: se fue de Hollywood. En 2017, apenas después del big bang Star Wars, juntó a su familia y volvió a México. Dice él, inquieto con la idea de quedarse como espectador, mirando de lejos su lugar de origen. “México es un país en el que estás realmente expuesto al contraste. Es muy rico culturalmente, pero al mismo tiempo es un lugar muy injusto. Yo pertenezco a México, pero para pertenecer hay que activarse. Tienes que involucrarte."

Y bueno, nunca lo había dejado realmente. Con su pana, García Bernal, tiene hace años una productora de cine, pero junto a él también se puso manos a la obra en proyectos más altruistas para la comunidad. Se involucró en manifestaciones populares. Creó una organización sin fines de lucro con la que juntó, por ejemplo, un millón de dólares para los afectados del terremoto en Ciudad de México. En Estados Unidos le preguntan si su devenir es acaso inspirado en su personaje heroico, si se sintió interpelado por la resistencia Star Wars. Algo bastante norteamericano para decirle. Él usualmente se ríe y responde: “Si puedo utilizar mi perfil para desviar la atención hacia las personas y las cosas que creo que merecen atención, entonces me gusta hacerlo”.