Los números de casos suben, el porcentaje se sigue disparando y la inacción se paga en los cuerpos de maricas, putos, trolos, bi, hombres que tienen sexo con hombres, gays, gueis y todo aquello que haya osado traicionar el pacto de “hombría” y se fugó para construir algo cuir, algo propio.

¿En qué momento todo empezó a depender de una cifra tan despersonalizada? ¿Qué pasa cuando uno de esos algoritmos es mi amiga? La viruela del mono produce fiebres muy altas, lesiones muy dolorosas, un aislamiento de tres a cuatro semanas, y un sello de punitivismo moral: “algo habrás hecho”.

¿Cuántas personas no LGBT+ tienen que tener viruela del mono para que los Estados empiecen a vacunar? Mientras el Gobierno espera que los casos suban hasta declararse una emergencia nuestras vidas son las que pagan las consecuencias. Y esto también recae sobre otros números que manejan nuestros destinos: la plata. Reconocer que esta viruela es un mono con navaja significaría tener que comprar vacunas, pero nosotres somos un gasto, las sugerencias y recomendaciones solo parecen decir: “Dejá de ser vos para no contagiarte”

Los jueces de la supuesta moral se masturban pensando en nuestros cuerpos sudados enlechándose en saunas, oficinas, hoteles, calles oscuras, túneles, boliches y más. Llegan al orgasmo imaginando nuestros agujeros negros fagocitándose la vía láctea. Y les da tanta culpa que se contentan con el castigo. Nuestra vida, nuestra libertad, nuestra vincularidad ofende sus hipocresías, entonces se regodean al saber que vamos a pagar con mucho dolor el celebrarnos. Ellos podrían detener esto que padecemos, desde nuestros cuerpos dolientes hasta nuestros terrores vinculares que nos van nuevamente aislando, podrían tejer para conseguir vacunas, pero no: se va salvar quién deje de ser.

Un mono bate sus alas en la tierra de Oz y en San Telmo una amiga se contagia. Las distancias se van disipando y además de las consecuencias llegan las voces y acciones. Desde México en las calles las hermanas maricas le dicen al Estado que van a empezar a presentar recursos de amparo contra ellos si las respuestas no aparecen. Desde Alemania otra amiga me cuenta que le dieron una sola dosis porque hay faltante para cubrir el tratamiento completo. En Nueva York los bares se repiensan para fomentar la vacunación. Estamos ante un problema mundial y solo en red vamos a poder superarlo. Porque no alcanzará que erradiquemos esta nueva pandemia si no repensamos temas como el acceso a las vacunas, la producción de medicación, ¿por qué solo un laboratorio que no da a basto puede fabricar la respuesta urgente? A nadie le importó esta viruela cuando atacaba en África y ahora quieren que tampoco les importe mientras viva en los cuerpos insurrectos y maricones.

La frase “De esta salimos mejores” que alguna vez aminoraba la angustia pandémica hoy es una decoración de navidad en pleno junio olvidada y decolorándose. Mientras sostenemos las medidas de cuidado colectivo que adoptamos no por sugerencia de una organización mundial o de un ente de gobierno sino por el instinto de supervivencia que tenemos, la pregunta es: ¿cómo logramos que lleguen las vacunas? El faltante es mundial pero países como Chile ya anunciaron que las darían, entonces imposible no es. ¿Cuál es la estrategia a seguir? ¿Cuáles las alianzas y dónde debemos depositar las denuncias para que sean efectivas? El tablero de este juego de estrategia está servido y tenemos que habilitar el diálogo colectivo para obtener resultados. Mientras tanto nuestros egos son nafta para la burocracia que nos odia.