Carissimi lectori in situ: leyendo una bellísima nota de Hugo Soriani publicada en este mismo diario días atrás, no pude menos que retrotraerme a mi infancia (y no voy a decir “lejana infancia", porque de eso, nada; ¡gracias, licenciado A.!). Fui (y sigo siendo) un niño coleccionista: revistas (mexicanas, argentinas, chilenas, lo que venga), estampillas, libros, discos, DVD y, por supuesto, ¡figuritas!

La nota de Hugo me llevó a 1965, con aquellas “Fulbito”, donde además de las clásicas “redondas” con los jugadores de la A y algunos de la B, estaban las "cuadradas”, con, por ejemplo, el trío “Rudsky-Veglio-Valledor”, de Deportivo Español, que aterrorizaba a las defensas rivales y llevó a ese equipo a primera un año después.

Las más difíciles, inconseguibles, eran, tal como dice Hugo, Puntoriero (Atlanta) y Horster (Sarmiento de Junín), y en mi recuerdo también Recúpero, de Chacarita. No llegué a completar el álbum, pero pasé horas y horas jugando, intercambiando, y cada paquete nuevo era “un misterio, un momento sublime” hasta que se develaban las nuevas figus, que iban directo al álbum o al intercambio o a jugarlas. El punto, la tapadita, el espejito, el chupi, mil variedades lúdicas: horas, meses. Con un paquete de figuritas y, por supuesto, amigos, compañeros, socios (solíamos juntarnos entre dos y cuatro), alcanzaba.

Y aunque más tarde leí aquello de “el imperialismo es la etapa superior del capitalismo” (Lenín, que nunca fue figurita porque no jugó en Boca ni en River), mi cercana infancia se resiste a entender este fenómeno actual donde, según me dicen kiosqueros amigos, la empresa productora no les distribuyó las figus del Mundial 2022, y la única manera de conseguirlas es pagar una pequeña fortuna por “el álbum lleno”. ¡Sabrán mucho de negocios, pero, de niños coleccionistas y de obsesivos crónicos, lo ignoran todo!

Sé que la causa son los poderosos de siempre (y no “la época"), pero pensé que hasta ellos tenían un límite. Sacarles a los chicos el placer de abrir el misterioso paquete, pegar las figus nuevas y canjear o jugar las repes es como no cuidar la alimentación, la arquitectura y el buen estado de las escuelas. "¡Vaya coincidencia!", dirían Les Luthiers.

En tiempos en que un intento de magnicidio conmueve a nuestra sociedad (o a lo que queda de ella) ni siquiera perdonan a los niños. ¿O será al revés? ¿Será que la falta de figuritas es un hecho provocado para que no nos ocupemos de los hechos graves que ocurrieron y ocurren? Si así fuera, ¡por favor!: los niños somos niños, pero no somos…, no somos… ¡Disculpen, quisiera poner una palabra que no ofenda a nadie, pero no me aparece ninguna, espero que entiendan qué es lo que no somos!

En mi habitual trabajo con Daniel Paz para elaborar los chistes que aparecen diariamente en la tapa de este diario fue inevitable que “se nos cruzara” el tema de las figuritas inconseguibles. Imaginamos un día al mismísimo presidente preguntándole al ministro de Economía: “¿Cómo le fue en Estados Unidos?” y al ministro respondiendo: “Más o menos: conseguí millones de dólares, pero paquetes de figuritas, ni uno”.

Y no pudimos dejar de pensar al país, o al mundo, como “el álbum donde transcurre la realidad actual”. Y no sé qué pensará usted, lectorísime, pero yo creo que si la Argentina fuera hoy un álbum de figuritas, la más difícil, la más buscada, la queridísima, pero a la vez odiada (tal vez por lo difícil de conseguirla), sería Cristina. Hay quienes se creen “dueños de la colección” y se la imaginan sin ella; la quieren fuera del álbum, quieren cambiarle la camiseta, disfrazarla, poner otra figurita mucho más fácil en su lugar, ocultarla, olvidarla, disimularla y cosas mucho peores. Por suerte, no lo han logrado.

No puedo terminar esta columna sin imaginar a algún pichoncito de neoliberal diciéndole a algún pibe: “¿En serio tenés a Cristina? ¡Te la cambio por todo el equipo del Liverpool completo!”. Y al pibe , iluminado con su propia sonrisa, respondiendo: “¡Andááá! ¡No te la cambio ni por toda la Lawfare League junta!”.

Para empezar octubre, el mes nacional y popular por excelencia, sugiero al lector acompañar esta columna con el video La vacuna Evita, de RS+ (Rudy-Sanz):