La sexualidad del ser hablante de alguna manera está en tránsito permanente; en primera instancia, transita desde la sexualidad infantil que Freud describió como polimorfa hasta la asunción de un modo singular de responder a los impulsos sexuales y al placer a partir de la pubertad y adolescencia.

La concepción de la sexualidad reglada por la heteronorma y la genitalidad ha sido deconstruida ya en el siglo pasado. En el siglo XXI enfrentamos el desafío de deconstruir prejuicios respecto de las polisexualidades o sexualidades alternativas. Este no es solo un hecho científico y psicoanalítico sino un hecho político que modifica perspectivas culturales sobre todo machistas y/o segregatorias.

La posición sexuada de cada sujeto resulta de una combinatoria de factores inconscientes y culturales, es decir, está policausada.Su resolución es un invento y un descubrimiento del propio sujeto que transita por las diferencias de sus propios goces y de las experiencias con sus objetos de amor y deseo.

Algunos fenómenos socioculturales como el poliamor o las sexualidades queer parecen sorprender y sin embargo son condiciones universales, es decir, todos somos un poco queer, un poco femeninos, un poco homosexuales, etc. y por ello somos singulares, desiguales y diferentes. La sexualidad como acontecimiento civil y político está en la causa de la circulación de discursos en la polis, algunos más rígidos y radicales, otros más flexibles e inclusivos.

La posición del sujeto en el discurso, desde el lugar inconsciente del cual habla, puede ser machista en cualquier género o radicalmente femenista en cualquier género.

El discurso “macho” es segregatorio, omnipotente y fanático, lo cual sugiere que puede aparecer en aquellos sujetos aptos para encarnarlo; la característica principal del machismo es segregar y degradar lo femenino y lo LTGBQ.

Queer, homosexual, heteroflexible, polisexual, poliobjetal y poliamoroso no son solamente modos de nombrar las diferencias sexuales sino son modos de inscribir una pertenencia civil que ha transformado los lazos de parentesco y se ha convertido en un acontecimiento político con consecuencias en los lazos sociales.

En el libro Trans-formaciones. Polisexualidades en el malestar sexual actual me refiero al fanatismo sexual que incluye tanto a la androfobia como a la feminifobia como a las segregaciones a lo queer y se refiere a lo polisexual o al género fluido como un territorio erógeno constituyente y no excluyente. Un recién nacido funciona a semejanza de un/a gender fluid, en el sentido de un cuerpo apto para una erogeneidad difuminada, desplazable, en tránsito a su singular sexuación. Lo polisexual es universalmente anterior a las diferencias sexuales inscriptas simbólicamente por lo tanto abierto a lo múltiple.

La sexualidad es el campo en el cual aún hay mucho por descubrir y sobre todo entender que tanto la heterosexualidad como las sexualidades no normativas transitan un largo camino de transformaciones y duelos. No hay sexuación que no atraviese el síntoma, la inhibición y la angustia y hasta desenlaces más críticos.

En tanto el encuentro con el propio erotismo es primero un acontecimiento psíquico que luego deviene en identidad de género, y no viceversa, todas las salidas sexuales padecen la angustia ante la diferencia. La sexualidad es un territorio erógeno que algo aloja y algo exilia y por ello la angustia y el duelo.

Freud partió de la pregunta: ¿qué desea una mujer? En su época era la pregunta correcta. Su cosmovisión sexual se puede leer en su famoso caso Dora, en el cual no se cuestiona por el deseo masculino del Sr. K y el padre de Dora. Se limita a concebir que lo femenino es enigmático y está muy lejos de sospechar que lo masculino es igualmente enigmático para las mujeres y que no todos los varones ni todas las mujeres desean lo mismo. Desde la perspectiva de las nuevas masculinidades y feminidades se logra descompletar y deconstruir las perspectivas más conservadoras en materia de sexualidad, género y sexuación.

La utopía de nuestro siglo es que se puede eliminar la diferencia sexual. La ciencia en ese sentido puede lograr infinitizar los géneros y colaborar en sus tránsitos, pero cada sujeto marca una diferencia con otro aun en el mismo género.

La pregunta actual ya no es ¿que soy si esto o aquello? sino ¿qué significa no sentirse ser ni lo uno ni lo otro?, pregunta que rompe el binarismo supuesto a la sexualidad e incluye el sufrimiento que producen los tránsitos.

La angustia de no ser ni lo uno ni lo otro y aun así existir y desear indica que la heterosexualidad ya no es la medida común de la polifonía sexuada.

Hoy se habla de la cultura homo o de la cultura trans y esto ya determina posiciones pues ¿qué estatuto adquieren estas nominaciones en un contexto abierto a la diversidad polisexual? ¿No será que la función de estas nominaciones es limitar al discurso macho que alimenta la segregación y la autoexclusión? La cultura es polimorfa, lo mismo que la sexualidad.

Mirta Goldstein es psicoanalista, autora del libro: Trans-formaciones. Polisexualidades en el malestar sexual actual.